viernes. 06.12.2024
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Tachas 526 • Twitter y el colapso de la comunicación pública • Alejandro Badillo

Alejandro Badillo

Imagen creada con IA
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Tachas 526 • Twitter y el colapso de la comunicación pública • Alejandro Badillo

Desde que el magnate Elon Musk adquirió la red social Twitter a finales del año pasado, esta plataforma ha protagonizado las noticias, ya sea por sus fallas o por las decisiones del dueño en el afán de impulsar sus preferencias políticas y, sobre todo, la obtención de ganancias. 

En las últimas décadas del siglo XX existía la percepción de internet como un medio en el que florecería la libertad de expresión. Cualquiera con una conexión y una computadora, podría abrir un blog y compartir sus ideas con el mundo.

Gradual e irreversiblemente, las redes sociales fueron apropiándose de la arena pública. Primero, hicieron irrelevantes los blogs y, después, extendieron su influencia a todos los ámbitos de la comunicación. Gracias a los algoritmos, han creado una suerte de adicción que elimina cualquier información que no refuerce los intereses del usuario creando una disonancia cognitiva entre lo que se ve en la pantalla y lo que sucede en la realidad. Por otro lado, la extracción de información para capitalizarla no sólo para objetivos publicitarios sino políticos, es algo que ha sido aceptado e, incluso, denunciado por extrabajadores de estos corporativos.

Hay un asunto que atañe no sólo a las redes sociales sino al internet en general: la complejidad de su funcionamiento y su tamaño. Muy pocas empresas –que actúan como un monopolio de facto, a pesar de sus batallas por las ganancias– son dueñas del ciberespacio. Hay que entender que el territorio virtual está sujeto a condiciones materiales: todo lo que se intercambia y difunde en internet está resguardado en inmensos centros de datos que, a la postre, consumen muchos recursos hídricos y energéticos. Las dimensiones de esta tecnología, paradójicamente, contribuyen a una vulnerabilidad creciente. Más allá de los intereses de Elon Musk por maximizar las ganancias de Twitter, las fallas en esta red social y otras plataformas en la red podrían deberse, como aseguran algunos especialistas como Félix Moreno, a debilidades del sistema que presenta desafíos inmensos cuando escala en tamaño sin la correspondiente inversión en recursos financieros, humanos y materiales. 

Algunos columnistas pecan de ingenuidad ante el errático comportamiento de Twitter. Liberales de mercado asumen, como Óscar Constantino Gutiérrez en un artículo reciente para la revista Letras Libres, que Musk simplemente ha tomado “malas decisiones” y dejando la mesa puesta para que regrese el “fantasma de la regulación estatal”. El problema de fondo es que hemos dejado que la defendida libertad en la comunicación pase por las manos de dos o tres corporaciones privadas inmunes a leyes locales y, por supuesto, a un control democrático. Elon Musk podrá vender Twitter y, así, ser reemplazado por otro multimillonario o, incluso, por un conglomerado de accionistas sin rostro. El problema se mantendrá porque el medio de comunicación masivo seguirá supeditado a intereses financieros y no orientados a fortalecer la información verídica y a la utópica comunidad global. Quizá se entienda mejor esto cuando Twitter y el resto de empresas dueñas de internet (Amazon, Google, Facebook, Microsoft) impongan condiciones cada vez más depredadoras a sus usuarios, en su búsqueda frenética por capitalizar al extremo sus inversiones. En caso contrario, desaparecerán. También, como lo ha documentado la periodista especializada en tecnología Esther Paniagua en su libro Error 404, es probable que las continuas fallas en estos sistemas –sumadas al encarecimiento de la energía– hagan cada vez más difícil y costoso navegar por la red. La misma periodista aventura un escenario aún peor: averías continuas, difíciles de remediar en el corto plazo, que acelerarán el colapso de las redes sociales. Por desgracia, quizás sea la única forma en que la humanidad se plantee el uso del conocimiento tecnológico de una manera más racional y, sobre todo, democrática.  






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Alejandro Badillo (CDMX, 1977) es narrador, ha publicado tres libros de cuentos: Ella sigue dormida (Fondo Editorial Tierra Adentro/ Conaculta), Tolvaneras (Secretaría de Cultura de Puebla) y Vidas volátiles (Universidad Autónoma de Puebla); y la novela La mujer de los macacos (Libros Magenta, 2013).


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