CRÍTICA
Tachas 527 • ¿Un coup de dés o la túnica de Cristo? • Edgar Reza
Edgar Reza
Aleqs Garrigóz, De naturaleza amarga, Universidad de Guanajuato, México, 2021.
Tres historias se confabulan en De Naturaleza amarga de Aleqs Garrigóz (Puerto Vallarta, México, 1986). La primera (siguiendo al italiano Gesualdo Bufalino, en su perorata del apestado) es el soliloquio del poeta romántico: la voz del niño que canta las destrucciones del mundo y que lo mismo evoca la risa del venero, el arcoíris como una mano “de cerro en cerro”, que el galope bárbaro de los caballos, que el despertar a medianoche de un niño pobre y enfermo (salvo que su sueño, o duermevela, en la más indistinguible oscuridad sea muy parecida al despertar de Celestino antes del alba de Reinaldo Arenas).
La segunda historia es aún más conmovedora y personal, es casi autobiográfica, pero está llena de voces, imágenes y resonancias poéticas que recorren ocho siglos de poesía en lengua española que nos son caras –desde Darío hasta Espronceda– y que es la poesía de un árbol de anchísimo follaje, cómo él dice, de “semilla eterna”.
Curiosamente aquí no hay tremendismo ni abuso de arte fácil, o pintoresco, tan dado en lengua española. Muy al contrario, Garrigóz desconfía de los adiestramientos de la sensibilidad y la pasión, rechaza incluso la facilidad de palabra y la elocuencia –sus versos son de hecho frases sueltas, telegramas, una rara suerte de mirlitonadas– que entrevén con todo ello la máscara del humor y el juego agridulce. Existe pues aquí la voluntad del poeta de no dejarse engañar y no ceder al exceso, que indefectiblemente responde a un estado de ánimo, a una simple expectativa.
Y es que en De naturaleza amarga –tanto en su título como en el libro– todo lo que existe está situado en la forma bien definida de naturaleza muerta, incluso el azar sin límites –ese mismo azar cuyo nombre de un término árabe designa un juego de dedos–, y que ya no se diferencia del cáliz del prestidigitador, que no ve pues la diferencia entre los dados mallarmesianos y los accesorios que jugaban los soldados romanos entre sí por la túnica de Cristo, porque bien mirado, en su naturaleza amarga, ese juego es el mismo.
La tercera historia es quizá la más huidiza y general (y a mi ver la más hermosas), aunque humildemente a posta no se la mire mucho por el libro. Es la historia de una mujer y un niño en su tránsito por pueblos de corrupción y de hambre, de miseria y soledad, naturalezas muertas todas ellas, y donde ellos por milagro, o por azar, son lo único vivo.
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Edgar Reza (Guanajuato, 1971) Cursó estudios de Lengua y Literatura Clásicas, Modernas e Hispánicas en la ffyl de la unam. Ha trabajado en el Instituto de Cultura de Guanajuato y en la Universidad de Guanajuato. Presidente fundador de Alternativas Arte y Cultura, a. c. Becario del Fonca en el Programa de Apoyo a Jóvenes Creadores 2001-2002, en la categoría de cuento.