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Tachas 530 • El polímata • Noé Vázquez

Noé Vázquez

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Tachas 530 • El polímata • Noé Vázquez

El polímata. Una historia cultural desde Leonardo da Vinci hasta Susan Sontag. Peter Burke. 

Caracterizado por su curiosidad intelectual insaciable, el polímata busca abarcar y conocer toda forma de ciencia o arte en general. Este tipo de personalidades corresponde a «alguien que se interesa por muchas materias y aprende sobre ellas», según Peter Burke. El deseo por el aprendizaje total surge desde la antigüedad en diversos pueblos que cultivaron formas elevadas de cultura que incluyeron la escritura. Para el polímata, nada humano le es ajeno, como advierte la sentencia clásica atribuida a Publio Terencio. Si hubo una civilización caracterizada por un intento de abarcamiento total de las artes y las ciencias, este fue el pueblo griego. Para ellos, existía algo denominado areté que es virtud, una forma de diletantismo en la cual, un ciudadano de la polis estaba facultado y capacitado para toda clase de asuntos, tanto públicos como privados. Esta forma de «virtud» educaba a los ciudadanos en la curiosidad y el aprendizaje constante. 

Para los griegos, había un principio condensador y unificador de la cultura y el legado de la humanidad en la Paideia que es un compendio de las creaciones, el pensamiento y la obra del mundo, pero no solo eso, también es la cultura en acción, en el dinamismo de los actos de cada individuo que practica esa forma de virtud. Aristóteles habla de una educación continua, de un deseo de saber que no cesa. Filosofía es amor al conocimiento cuando este tipo de estudios incluía todo el saber humano condensado en la geometría, la aritmética, la retórica, la geografía, la historia. Ese filos al conocimiento es una vía para el encuentro con la esencia del universo, las verdades últimas de la realidad entera. El polímata es un monstruo de actitud desafiante, de inteligencia sutil y memoria prodigiosa que cultiva intereses variopintos. Ellos resumen esa actitud griega de amor al saber que, tampoco es ajena a otras culturas, como la árabe, la hindú o la oriental. 

Parto del mundo griego porque es ejemplo más cercano. En su libro El polímata, Peter Burke hace un recuento de este tipo de personalidades a través del devenir humano. Se trata de especialistas de la no especialización. Muchos de ellos pueden poseer características que los acercan al experto, otros se distraen en diversas disciplinas de forma que no siempre profundizan lo suficiente. Este es un rasgo de ellos que también ha recibido críticas de parte de los especialistas: pueden abarcar mucho, pero concentrarse poco en nada en particular —este fue el caso de Atanasio Kircher, Alexander Von Humboldt y Leonardo da Vinci—. Se es un polímata a sabiendas de que actualmente los campos del saber están tan segmentados que es imposible abarcarlo todo. En la antigüedad, el corpus de información no era tan amplio y permitía cierto tipo de enciclopedistas que podían agotar el conocimiento total de un área a partir de sus lecturas y experimentos. Podemos hablar de Sócrates, de San Agustín, de Aristóteles. Pero también podemos mencionar a los sofistas, grupo de pensadores vilipendiados por la escuela socrática que hacía escarnio de sus pretensiones de erudición sin fronteras. El sofismo, caracterizado por cierto relativismo cultural, se oponía a concepto de logoi o ideas puras, proclamado por la escuela platónica. La mayoría de los polímatas tienen algo de sofistas. Se dice que los sofistas eran tan versátiles en su búsqueda de saberes y habilidades que ellos mismos confeccionaban sus propias sandalias. 

Hay algo de condición deportiva en el polímata. Los primeros de los que se tiene registro, como Posidonio y Eratóstenes, eras comparados con atletas: gente capaz de hacer grandes faenas intelectuales, una suerte de capacidad muscular de pasar largas horas despierto o concentrarse mucho tiempo en un tema específico. Capacidad de trabajo, al fin y al cabo, un estilo de vida que reclama una disciplina férrea, a prueba del escepticismo de los colegas. El polímata es un lector voraz y muchos de ellos expresan sus variados intereses en el coleccionismo. El ejemplo que me resulta más inmediato es Honoré de Balzac, ese novelista brutal con ínfulas de estudioso del fenómeno social, que fue más o menos contemporáneo de otro erudito con variados intereses, Hippolyte Taine, el historiador francés. Balzac era muy asiduo del mercado de pulgas en busca de chucherías y antiguallas, rasgo de su carácter que traslada al personaje del primo Pons. Otro coleccionista impenitente era Freud quien buscaba objetos del antiguo Egipto. Burke toma como referencia a Leonardo y el concepto del hombre renacentista. Hablando de Leonardo, podemos mencionarlo como el más preclaro de los diletantes, cuyos intereses incluían la astronomía, la ingeniería, la arquitectura, la botánica, la geología, la anatomía, la medicina y sin contar el hecho de cultivar las artes como el mejor, según su famoso currículum. El título de hombre renacentista se le ha otorgado a muchos estudiosos, entre ellos el padre Atanasio Kircher, quien también tuvo influencia en la mexicana Sor Juana Inés de la Cruz, quien manifestaba: «quiero saber o no quiero vivir». Su Primero sueño es un viaje alrededor de la cultura clásica, su anhelo de aprehender la naturaleza del mundo y su posterior decepción. Sor Juana sabe que la erudición total es imposible, siempre se nos escapa y es inaprensible. 

A propósito de Freud, decir que solo era un reformador del la piscología es poco: era un erudito en historia, literatura, lenguas clásicas, historia del arte, también escribió sobre Shakespeare y Leonardo Da Vinci. Burke responde a la pregunta de cómo logran destacar en tantas disciplinas, la respuesta es que tiene que ver con una insaciable curiosidad intelectual que ronda los límites de la patología, una excelente memoria verbal y visual, una disciplina a prueba de todo, un nivel de concentración fuera de serie que muchas veces es confundido con la distracción. A esto hay que contar la inteligencia, a imaginación y la creatividad, esa imaginación poliédrica y poder de análisis de la realidad los lleva a la interrelación de fenómenos que en apariencia no tienen nada que ver, de encontrar correspondencias ocultas para crear paradigmas nuevos. El polímata recicla o reutiliza ideas de ciertas ciencias dentro de otros campos, con ello hace una operación de polinización cultural, de entrecruzamiento, que da origen a los enfoques interdisciplinarios. Otra virtud o defecto del polímata es su habilidad de administrar su tiempo, una capacidad de trabajo que con frecuencia ha mermado su salud, la inquietud obsesiva por investigarlo todo sin que queden cabos sueltos en su imagen del mundo y la compulsión por conocer cada día más. 

Desde siempre, el polímata ha sido objeto de críticas en relación a sus pretensiones abarcadoras y la excesiva ambición. En una época cuando las diversas ciencias se especializan y cada especialista cultiva determinado campo científico no es extraño que éste sea visto con recelo, ser versátil puede significar no profundizar lo suficiente en determinado campo. La fragmentación de las ciencias en divisiones y subdivisiones, y el desarrollo de su jerga especializada hacen que el polímata sea visto como un diletante, término que en un principio se usaba para referirse a aquel que se deleitaba con muchos intereses. El paso de los siglos terminó por engrosar el caudal de datos adquiridos por la humanidad pero también, los avances técnicos hicieron posible la propagación del libro impreso. Hay mucho más saber académico, aumenta el número de especialistas y también el número de universidades. La ciencia terminó por ser un campo vedado para los amateurs solitarios que hacían sus propias investigaciones. No podemos dejar del lado que Goethe fue uno de esos amateurs que también hizo aportaciones al campo científico. Fueron muchos los polímatas que se interesaron por la romper los paradigmas del conocimiento e hicieron aportaciones importantes. A partir de siglo XIX, esto ya no fue posible dado que la experimentación requería altos presupuestos el instrumental era escaso y destinado a unas pocas personas.

Las grandes aportaciones del polímata consisten en ser intermediarios en distintas disciplinas, en tener un enfoque holístico que permite una comprensión más general de los fenómenos que se estudian. Suena como un oximorón pero el polímata termina por convertirse en especialista de la no especialización. Nos dice Peter Burke: «Una función que podían desempeñar era luchar por la unidad de la ciencias. Otra era convertirse en generalistas, es decir, paradójicamente, en especialistas cuyo papel consistía en corregir la creciente estrechez de miras y la miopía de los especialistas». Burke habla de dos tipos de eruditos, aquellos que se comportan como zorros y los que se comportan como erizos. Los erizos dominan un campo del saber a la perfección y se enfocan en ello aunque eso no excluye que se puedan interesar por otras ciencias o artes; el zorro escudriña aquí y allá con ávida curiosidad solo penetrando superficialmente, aunque también pueden lograr el expertise en una disciplina determinada. La división entre ambos no es tajante o tan binaria, hay matices a considerar. Burke también menciona a los polímatas pasivos y toma como ejemplares de esta categoría a Borges, H. G. Wells y Aldous Huxley, lectores de enciclopedias enteras. Huxley escribían en diversas revistas sobre temas tan variados como el arte, la literatura, la religión, la política, la filosofía… Si hablamos de Borges, basta leer sus cuentos, ensayos y conferencias para descubrir la variedad y cantidad de temas que le gustaba tratar. 

De entre los polímatas modernos podemos mencionar a Edwin Wilson, Susan Sontag, Umberto Eco, el crítico literario George Steiner, el cuentista Jorge Luis Borges. De manera continua, Burke señala que Borges alude constantemente a la comprensión abarcadora y total de mundo a partir de sus ficciones: se habla de Funes, que lo recuerda todo con verlo solo una vez, una biblioteca humana; o bien, de una biblioteca infinita como metáfora del universo que posee todo que es dable decir en lengua escrita; de un objeto capaz de incluir dentro del mismo a todos los objetos del mundo, una suerte de esfera que abarca el universo; de un enciclopedista llamado Pierre Menard, quien termina por reescribir todo El Quijote, basándose tan solo en sus intuiciones históricas y literarias. Estos temas son recurrentes en la obra de Borges, a quien le hubiera interesado mucho el despunte de Internet, el predominio de Google, el surgimiento de la Wikipedia y la omnipresencia de los macrodatos en la vida diaria. Esta necesidad de conocer y abarcar el saber del mundo tiene como parodia a los locos de Bouvard y Pécuchet, personajes de Flaubert, polímatas y aficionados que son una sátira cervantina. Quijotes enciclopédicos que enloquecen en su necesidad/necedad de abarcarlo todo. 

Aparte de navegar entre distintas disciplinas y romper con sus demarcaciones tradicionales, la comprensión de los polímatas los ha llevado a la creación de disciplinas nuevas, que paradójicamente, refuerzan la idea de una parcelación del saber, como es el caso de disciplinas creadas por polímatas, tales como la semiótica, la sociología —que fue propuesta y desarrollada por Auguste Comte—, la cibernética, la ekística, la ecosofía, la kinésica, y la metaforología. La irrupción de Google y las nuevas tecnologías de la información ha contribuido a cambiar los hábitos de lectura de muchos investigadores que, tradicionalmente leían despacio o cuidadosamente, todo ello ha sido sustituido por una exploración rápida y un tanto superficial. Los nuevos polímatas como George Steiner, Peter Sloterdijk y Slavoj Žižek pueden abarcan una cantidad de temas abrumadora, pero no estamos tan seguros si cada uno de ellos es abordado con la seriedad necesaria o con las fuentes adecuadas. La generación digital ha influido en la forma de adquirir información, ha facilitado nuestro acceso a una cantidad enorme de datos, sin embargo, el consenso general es que el polímata, según Burke, es una especie en vías de extinción, dada la hiperespecialización de las ciencias y las artes. Cada vez son menos los hombres universales y renacentistas.

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Noé Vázquez (Cordoba, Ver. 1973), Estudié contaduría pública en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla aunque nunca ejercí esa carrera. He tenido toda clase de empleos, de lo más variopintos. En este momento soy agente bilingüe en un call center. He publicado en estas revistas: Mito (Córdoba); Turbia (Puebla); Pez Banana(Hermosillo); y Crash (CDMX). Vivo en Puebla de Zaragoza desde hace algunos años. Becas obtenidas: nunca he solicitado alguna. 

Soy lector, amante de la literatura, curioso de ciertos fenómenos culturales. Escribo cuentos y reseñas, en ocasiones me inclino al verso. También me interesa el ensayo. Me gusta pensar que soy un lector que escribe y que usa la crítica literaria como pretexto para seguir leyendo, o bien, que usa las lecturas como un estímulo para escribir algo, lo que sea, aunque sea de vez en cuando, siempre y cuando el trabajo me lo permita.


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