viernes. 24.01.2025
El Tiempo
Es lo Cotidiano

ENSAYO

Tachas 536 • Seis: Hibridez, simulación y poesía • Ana María Cristi

Ana María Cristi

Lumpérica (1983)
Lumpérica (1983)
Tachas 536 • Seis: Hibridez, simulación y poesía • Ana María Cristi

Creo que toda escritura tiene un componente político,
no hay ninguna que no la tenga.
Cuando tú eliges escribir de una determinada manera, ya estas optando.
Cada escritura tiene una marca política.
Diamela Eltit




 

La escritura de Diamela Eltit se ha caracterizado, desde la publicación de Lumpérica (1983) hasta la actualidad, por configurarse desde la premisa de la transgresión. Experimentando constantemente con diferentes torciones del lenguaje, desplazamientos y reformulaciones de la letra, la escritora ha logrado desarrollar un interesante proyecto estético-político con el cual problematiza y reflexiona sobre el sujeto desagregado[1], la sociedad contemporánea y el ejercicio literario. En este sentido, su escritura se ha enmarcado en un contexto de resistencia y contracultura que, desde la dictadura cívico-militar (1973-1989), se ha desarrollado con fuerza en la literatura chilena. Así, al alero de tendencias artísticas que conjugan la creación literaria con la resistencia política[2], la escritura de Diamela Eltit se ha conformado en el desborde, rompiendo con las normativas del cánon y con la aparente homogeneidad de la narrativa nacional. No por otra cosa, “desde el género novelesco, [la escritora] genera una brusca transgresión a los modelos dominantes haciéndolos aparecer en la superficie de su narrativa, para difuminarlos y volverlos a plantear desde otros mecanismos” (Brito 111). En efecto, su obra literaria vislumbra nuevas conformaciones de escritura que, en su conjunto, exhortan al pensamiento a reflexionar sobre otro modelo de lectura abierto al caos, la simulación y el montaje. 

En este sentido, leer Lumpérica desde una perspectiva amplia y variada resulta un ejercicio crítico sumamente provechoso, pues permite abrir, cuestionar y contribuir al esclarecimiento de diferentes temáticas que, a simple vista, parecieran ser un hecho superado si consideramos los copiosos análisis que, a la fecha, existen sobre esta obra literaria y su repercusión en las letras nacionales[3]. En este sentido, me parece que volver a examinar la composición híbrida, locuaz y disruptiva de Lumpérica permite, entre otras cosas, investigar en la técnica escritural de la escritora —la cual se caracteriza por exaltar la heterogeneidad que surge en el intersticio de los diferentes géneros literarios y la multiplicidad de los registros lingüísticos— las variantes que sostienen o dan forma a su posición política de la escritura y su concepción estética de la libertad creativa. Desde esta perspectiva, interesa destacar la relación de simbiosis que surge entre los géneros literarios, lírico y narrativo y, desde ahí, vislumbrar cómo desde esta relación se logra apreciar la traza de una escritura poética en Lumpérica. Esta escritura, que se caracteriza por construirse entre fragmentos y espacios en blanco, complementa parte importante de los diferentes engranajes que constituyen el montaje narrativo, hábilmente simulado, que propone Diamela Eltit. 

En este contexto, lo que pretende el siguiente estudio es analizar la presencia de los simulacros poéticos que conforman el apartado “6” de la obra Lumpérica, en la cual se presenta un interesante enfoque poético y reflexivo sobre los usos de la escritura. En esta línea, la propuesta de lectura del presente texto busca interpretar los atisbos de una escritura poética en la primera novela de Diamela Eltit con la finalidad de ofrecer un enfoque performativo que permita comprender el uso del registro poético como espacio de resistencia y subversión política dentro de la narrativa propuesta por la escritora. 

La composición de Lumpérica instaura la configuración de una estética literaria que se caracteriza por desmontar la linealidad del texto narrativo y la discursividad clásica de la novela. Su estructura basada en “el quiebre de la sintaxis […] cuestiona la hilada organización del discurso e incursiona en zonas del lenguaje que descubren identidades y experiencias humanas límite que niegan la unicidad” (Lértora 12). En este sentido, tanto el deslizamiento de la escritura como la temática border que caracteriza Lumpérica permiten visualizar cómo la novela se conforma en el intersticio de las grandes narraciones y en los espacios en blanco que, precisamente, surgen de sus clasificaciones. Su conformación híbrida, que versa en la fusión de los géneros literarios, permite la proyección de una escritura locuaz, heteroglósica, “multidiscursiva y multigenérica” (Prado 140) que no solo quebranta la distribución de las categorías clasificatorias de la literatura, sino que también subvierte la propia narratividad de la novela. 

Desde esta perspectiva, cabe destacar que la hibridez de Lumpérica se concibe como uno de los factores fundamentales de la propuesta de subversión estética-política de Diamela Eltit. Esta, formulada como el soporte mediante el cual se proyecta su juego de indecibilidad[4], “se escribirá exactamente sobre [el] corte con las jerarquías, con los sistemas monopolizadores del pensamiento, contra la repetición y continuidad de los modelos opresores” (Brito 114). Así, apostando por la redistribución del código narrativo, la escritora logra difuminar las clasificaciones divisorias de la literatura con la finalidad de replantearlas críticamente utilizando otros engranajes que posibiliten el devenir de lo múltiple y el pensamiento disruptivo. En efecto, mediante la mixtura y la ambigüedad de los registros literarios, la composición de Lumpérica logra “alterar lineamientos y buscar otras dicciones y otras relaciones posibles” (Olea 160) que permiten remodelar tanto el ejercicio de la escritura como el ejercicio de la lectura. 

Según Néstor García Canclini la hibridez no puede concebirse como un estado, sino como un proceso en constante desarrollo (56). Este proceso, cuya función es evitar la segregación, se caracteriza por proyectar “intersecciones y transacciones” (56) que posibiliten pensar la multiplicidad. En este sentido, lo híbrido, lejos de pensarse como una categoría estática, apunta al proceso de la heterogeneidad y la reconversión de las fronteras que surgen entre disciplinas, fenómenos y clasificaciones. Situación que, evidentemente, se observa en la composición de la primera obra de Diamela Eltit, en la que se desarrolla el cruce literario entre la narrativa, la poesía, las artes plásticas y la performance. De este modo, el cruce entre los géneros literarios, el desorden de la sintaxis y la hiperbolización de la palabra, desafían a un contexto político, social y cultural basado en la clausura, la autoridad y la disciplina. No por otra cosa, la escritura híbrida que compone Lumpérica responde a lo que Nelly Richard llama “la subversión crítica de las modalidades de no cierre” (cursivas en el original 38), es decir, la reformulación de una escritura que “burla el remate dogmático de las verdades absolutas trasmitidas por el mito histórico y la ideología social” (38). En otras palabras, al incursionar en la yuxtaposición y los cruces multireferenciales, la escritura de Diamela Eltit se resiste a la homogeneidad textual que surgen de la categorías unidimensionales, canónicas e históricas resguardadas, tradicionalmente, por toda autoridad. En tal sentido, Lumpérica desplaza la linealidad espaciotemporal de la narrativa para proyectarse en la instantaneidad de la poesía. En la mixtura de ambos géneros, la escritura de Eltit constantemente apunta hacia el encuentro de una expresividad otra, un desafío al discurso, que evoca a la reflexión poética y, desde allí, a la potencia vital de la escritura. Así pues, eludiendo o maquillando la belleza, será la evocación a la musa (más precisamente a la Madona) aquello que permita poner en primer plano la reptación de la escritura, su traslado, su movimiento y su polivocidad. En efecto, en “6”, Lumpérica se abre a la poesía para manifestar el sentimiento estético mediante el montaje, la discordancia y la simulación. En este sentido, resulta sumamente interesante advertir cómo Lumpérica fisura la reproducción mimética que ha caracterizado y que en gran medida caracteriza a gran parte de la narrativa chilena. Esta fisura se manifiesta en la capacidad que tiene la palabra des-figurativa de Diamela Eltit para difuminar, sin necesidad de romper, la relación de mundo y escritura.

***
Ana María Cristi 
(Santiago, Chile). Profesora y Licenciada en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Magíster en Literatura con Mención en Literatura Chilena e Hispanoamericana por la Universidad de Playa Ancha y Doctoranda en Literatura por la Pontificia Universidad Católica de Chile.

[Ir a la portada de Tachas 536]

 

[1]    Diamela Eltit utiliza este término en la entrevista de Paola Berlín (2013) en la que explica que “desagregado” alude a la condición de separación o exclusión de lo considerado como hegemónico, es decir, de las instituciones políticas y sociales dominantes. Esta entrevista se encuentra recopilada en el texto Diamela Eltit: no hay armazón que la sostenga (2017) a cargo de la edición de Mónica Barrientos. 

[2]    Resulta interesante considerar Lumpérica en relación con las intervenciones artísticas del grupo CADA (Colectivo Acciones de Arte) al cual perteneció Diamela Eltit junto con Fernando Balcells, Raúl Zurita, Lotty Rosenfeld y Juan Castillo. CADA se caracterizó por intervenir en la ciudad de Santiago utilizando “acciones masivas […] que forzaron el dialogo y el cuestionamiento […] respecto a la conceptualización de lo que es el arte y lo que es la política en Chile” (Neustadt 14). 

[3]    4 Respecto a la relación entre poesía y narrativa en la novela Lumpérica, es posible mencionar estudios como los de Nelly Richard (1993) quien indica que Lumpérica reformula la codificación estética de las palabras y las imágenes, y se configura desde la distorsión de la recta enunciativa para dar paso a la poesía y la performance como herramientas de plurivocidad de signos y enunciaciones. Esta perspectiva la comparte Eugenia Brito (1994) al analizar la práctica escritural de Diamela Eltit. Según la autora, Lumpérica logra hacer poesía de la ciudad, atendiendo la interacción de diversas prácticas artísticas, logrando evidenciar cómo la hibridez de su escritura muestra el proceso de construcción permanente de un sujeto en crisis. Por su parte, Idelber Avelar (2000) propone leer a Lumpérica desde una perspectiva barroca, comprendiendo cómo la saturación del horizonte de sentido exhorta al texto al límite, devaluando lo anecdótico y lo novelístico para, situar en su lugar, una clara preferencia por lo poético. Mientras que Eva Klein (2002) analiza la escritura de Eltit con la finalidad de evidenciar el componente irónico de la representación utilizando registros poéticos, narrativos y performáticos que permiten desarmar al sujeto homogéneo y las ficciones de la identidad. Enfoque que, en cierta medida, comparte Martina Bortignon (2016) al analizar Lumpérica desde un registro poético. Para la autora, la primera publicación de Diamela Eltit puede leerse desde una perspectiva lírica si se considera la presencia supina del sujeto enunciante, quien, al no tener voz ni nombre, logra expresar su deseo de exhibición junto con el padecimiento de la distancia y el margen 

[4]    En “Errante, errática” Diamela Eltit comenta la experiencia de su proceso escritural en el periodo de dictadura en Chile. Allí, la escritora alude a los diferentes dispositivos de control que censuraban a las editoriales y las producciones literarias emergentes. Estos dispositivos exhortan a Diamela Eltit a escribir bajo la premisa de una “resistencia política secreta” (20), la cual, elaborada en torno al descentramiento de la palabra, utiliza el juego, la burla y la torción (20) como formas de resistencia y subversión ante la censura promulgada por los lineamientos culturales propuestos de la dictadura.