CUENTESÍA
Cuentesía • Bad hombres • Sergio Inestrosa
Sergio Inestrosa

En el pueblo todos sabían que la muerte de Agustín Ugalde no había sido un accidente. Era claro, por la forma en que murió que alguien ordenó su muerte. Las especulaciones crecían en el pueblo: algunos pensaban que era un lío de faldas, se rumoraba que al momento de su muerte lo acompañaba una mujer de la que no se sabía nada, pero otros afirmaban que se taraba de deudas de juego, otros decían que eran meras envidias, o tal vez se trataba de una venganza por pisarles a otros los callos en sus negocios turbios. Nadie lo sabía. Pero tanta saña en su muerte no era gratuita. Era como si con aquella muerte los asesinos estuvieran diciéndonos: “el que se mete con nosotros la paga caro”.
Desde que la familia denunció su desaparición hasta que encontraron el cuerpo, pasaron cinco días. Lo encontró, por casualidad, una campesina que iba cortar leña. Su cuerpo estaba hinchado, a punto de reventar, lleno de moscas y otros insectos, y olía a los mil diablos. La familia, sin embargo, se empeñó en hacer un entierro con bombo y platillo. Era como si la familia también les estuviera enviando un mensaje a sus asesinos: “no nos vamos a rendir, seguiremos adelante, de algo tenemos que vivir, tendrán que matarnos a todos”.