viernes. 14.02.2025
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Fe de ratas

Imagen generada con IA
Imagen generada con IA

Hoy, cuando cumple dos años de fallecido Ángel Ortuño, nos resulta importante aquello que en sus cursos que dio en León: ¿Qué dispara la poesía en nosotros? 

Solía explicarnos que los disparadores de la poesía son tres cosas: Melopeia, Logopeia y Fanopeia: 

La primera es el ritmo y la parte melódica de lo que escuchamos; por ejemplo: creemos que es verdad los dichos porque son octosílabos y parecen verdad. La logopeia es la capacidad que tiene el poema de mostrarnos algún tipo de conocimiento, la experiencia que nos toca a través de la emoción o la revelación con nos concede. La Fanopeia es la construcción de imágenes que nos otorga el poema. Por ejemplo, el verso de xhelazz: el siglo de oro no se compra en joyerías. Podemos imaginarla, pero resulta difícil ponerla en una imagen visual. 

Así nos dimos a la tarea de revisar algo que él encontraba bello y nos lo transmitió: la poesía visual.

¿Pero dónde empezar? En la historia de aquello que nos interesa: Max Ernest y tres imágenes de esa novela visual creada con collages y algunas palabras que te dan una dirección para interpretar y enlazar. 

Ian Hamilton nos muestra llega a las mismas conclusiones que la poesía visual: la grafopeía nos da posibilidad de estallar la imagen, el texto y el paisaje. Franz Mon lleva el poema al objeto y de reversa: no sabemos cuál es cuál. 

Pero Décio Pignatari nos da las herramientas para abrir esas cajas fuertes de la poseía concreta observando un instante que es el movimiento. 

Así llegamos a Brian Henderson y mostrarnos el trabajo editorial como modelo poético. Las letras, como grafías que muestran lo que no está, lo que no son. Bill Bissett recupera las formas grecolatinas para acomodar el texto. Para la cultura mexicana no tiene tanta fuerza porque eso nos parece tan cercano como los anuncios de cualquier carnicería. Sin embargo… pero… todavía… Así llegamos a bpNichol que hace de la cultura basura de su momento histórico rompe con la manera de hablar y expresarnos: los “monitos” y la caricatura desgarra la realidad con lo falso. Entonces Judith Copithorne, pone el desorden: hay quien nombra en ella la posmodernidad, ese pensamiento que abrazó el final siglo XX. 

Nos quedamos ahí, bebiendo como si lo fueran a prohibir.