GUÍA DE LECTURA 570
Tachas 598 • Simplicius Simplicissimus, de Hans Jakob von Grimmelshausen • Jaime Panqueva
Jaime Panqueva
Los primeros libros de la saga picaresca conocida también como El aventurero Simplicissimus, fueron publicados en 1669 por Wolff Eberhard Felssecker, impresor de la ciudad de Nuremberg, bajo el anagrama de German Schleifheim von Sulsfort. Curiosamente, sólo hasta ciento cincuenta años después el escritor suabo Hermann Kurz pudo descifrarlo y relacionarlo con el autor, Hans Jakob Christoph von Grimmelshausen, además de vincularlo a sus novelas posteriores: La pícara Coraje, Saltamontes y El milagroso nido de pájaros.
Quizá la carátula de la primera edición haya sido la pista principal para el desciframiento que plantea Grimmelshausen en su novela. Dice Borges sobre éste en su Manual de zoología fantástica: “trae un grabado que representa un ser con cabeza de sátiro, torso de hombre, alas desplegadas de pájaro y cola de pez, que con una pata de cabra y una garra de buitre pisa un montón de máscaras, que pueden ser los individuos de las especies. En el cinto lleva una espada y en las manos un libro abierto, con las figuras de una corona, de un velero, de una copa, de una torre, de una criatura, de unos dados, de un gorro con cascabeles y un cañón”.
La historia de Simplicius, ligada a las penalidades de la atroz guerra de los 30 años que asoló el centro de Europa, extrae recuerdos de la infancia del autor mismo en los ejércitos protestantes e imperiales. Simplicius está en permanente cambio, tanto de bando combatiente como de nombre e identidad. Como eremita, bufón, cazador, peregrino, soldado, náufrago o gigoló, entre otros, algo que se ajusta a la perfección a las máscaras pisoteadas en la carátula antes descrita y al disfraz de la misma identidad de Grimmelshausen por medio de sus anagramas.
Comentaba Thomas Mann en el prólogo de una versión sueca: “Es un monumento literario y vital de lo más raro, que ha sobrevivido en plena frescura durante casi tres siglos y sobrevivirá durante muchos más, una obra narrativa de la más involuntaria magnificencia, colorida, salvaje, cruda, divertida, amorosa y andrajosa.”
El éxito inmediato de Simplicius se reflejó también en la proliferación de versiones piratas. A finales del siglo XVII la novela fue publicada en los calendarios anuales simplistas por cinco editoriales diferentes: Felsecker, Hoffmann y Endter (todas en Nuremberg), Rüber (Altenburg) y Straubhaar (Molsheim).
Novela fascinante, fundamental en el barroco alemán, combina las aventuras de su personaje con la denuncia, ora en tono irónico ora con carácter moralista, de las atrocidades de los combatientes, con sus ascensos y caídas en desgracia dentro de una sociedad obsesionada por el éxito económico y el poder. En su último libro, decididamente más fantástico y moral, Simplicius, tras aprender a hablar con las cosas inanimadas, se aparta del mundo adelantándose cincuenta años al Robinson Crusoe de Defoe, para retornar a la vida de ermitaño de su infancia en los bosques donde, sin saberlo había convivido de forma ascética con su propio padre. Resuenan en ese final las palabras de este último: “conócete cada día mejor y nunca, ni cuando seas tan viejo como Matusalén, olvides ejercitar tu corazón de este modo, pues el peor mal de la humanidad es que los hombres olvidan con demasiada frecuencia lo que han sido, lo que pueden y lo que deben ser.”
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