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Tachas 599 • Breve historia de la herbolaria en México • Amanda Ortiz

Amanda Ortiz

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Tachas 599 • Breve historia de la herbolaria en México • Amanda Ortiz

Los mesoamericanos mantenían una estrecha relación con la naturaleza. Los dioses, cuya sustancia estaba presente en todos los elementos del mundo natural, encarnaban la flora y fauna. Se consideraba que las fuerzas de la Tierra eran seres animados. Todas ellas formaban parte de la cosmovisión y las prácticas espirituales. Tlaloc, dios de la lluvia, también se relacionaba con ciertas plantas que crecían en terreno húmedo y en el agua, una de estas era el iyauhtli, hoy conocido como pericón. Danza, canto, fertilidad y flores se asociaban a Macuilxochitl y Xochipilli, dios de las flores. La famosa escultura de Xochipilli encontrada en Tlalmanalco está decorada con muchas flores estilizadas que se han identificado con plantas alucinógenas que los nahuas usaban durante sus rituales, como: el ololiuhqui, el tabaco (Nicotina tabacum) y el sinicuichi (Heimia salicifolia). Xochipilli no era simplemente el príncipe de las flores sino el príncipe de las flores embriagantes, incluyendo entre estas a los hongos, que en la poesía nahua se acostumbraba llamar también “flores” y “flores que intoxican” (Schulte 152). Todas estas plantas y muchas otras servían como medio de comunicación entre el hombre y los dioses, y gran parte se consideraba como dioses mismos. 

Teniendo en cuenta el alto valor que se daba a plantas y flores en el mundo Mesoamericano, se puede comprender por qué los jardines contenían plantas rituales y medicinales. Puesto que la cosecha se entregaba a la nobleza como tributo, los jardines de la elite no contenían plantas comestibles sino ornamentales, aromáticas y medicinales, plantas que necesitaban para sus rituales y que representaban un estatus elevado. Los primeros conquistadores quedaron sorprendidos al ver la variedad, la extensión y la elaborada arquitectura de los famosos jardines reales aztecas. Éstos estaban cerca de la capital, en Chapultepec, Ixtapalapa y Oaxtepec, así como en lugares más lejanos. En Morelos existen importantes ejemplos de jardines históricos, ya sea de la época prehispánica, o bien de la época colonial. Los jardines más maravillosos de Moctezuma i (1440-1469 Ilhuicamina), el quinto tlatoani mexica, estaban ubicados en Huaxtepec. En una carta escrita en 1521 a Carlos v, Hernán Cortés describe el jardín de Huaxtepec como un lugar hermoso y fresco, colmado de árboles y flores olorosas, abundante en riachuelos y aposentos (Cortés 124). Pero aun si estos jardines contenían muchas plantas medicinales y aromáticas no se pueden considerar jardines botánicos. 

Los huertos botánicos, que surgen en el Renacimiento, eran “jardines de la ciencia”, lugares destinados a cultivar y clasificar plantas autóctonas y exóticas con fines didácticos y de estudio. Estos aparecieron en el siglo xvi en Italia y por lo general se situaban en las proximidades de las universidades más importantes. La estructura del huerto se componía de un módulo geométrico cuadrado o rectangular, dividido en cuatro partes y orientado de acuerdo a los cuatro puntos cardinales. La forma geométrica del jardín era más funcional para la organización de las plantas y respondía a exigencias derivadas del nuevo interés por el estudio de los principios curativos de las plantas. 

En México el estudio y catalogación de las plantas empezó durante la Colonia. Fueron los frailes misioneros los primeros que, a mediados del siglo xvi, empezaron a interesarse por las prácticas médicas desarrollada por los indígenas y por las plantas que utilizaban en sanaciones y rituales religiosos. Naturalmente, lo que pretendían estos frailes al investigar acerca de la historia y tradiciones de los pueblos originarios de México era conocer a fondo su cosmovisión para detectar cualquier idolatría y descubrir la forma más adecuada para presentar el mensaje evangelizador a los nativos. 

Los primeros frailes franciscanos que llegaron a la Nueva España en el siglo xvi, eran herederos de una tradición medieval de cuidado y estudio de las plantas. Durante la Edad Media debe señalarse la gran importancia de los tratados árabes que ya tenían una tradición en el estudio y uso de las plantas medicinales. De hecho, el mundo cristiano medieval recuperó el conocimiento médico grecorromano, en parte, gracias a la cultura arabo-islámica. 

Fue en los monasterios donde se mantuvo el conocimiento terapéutico de las plantas en la Edad Media. En los scriptorium los monjes copiaron las obras de los griegos y romanos. El jardín medicinal o herbarium era un espacio adentro del conjunto arquitectónico de los monasterios medievales donde se cultivaban especies vegetales con propiedades medicinales. Con estas se elaboraban remedios para los hermanos y hermanas que contrajeran alguna enfermedad. El fraile franciscano Bernardino de Sahagún se considera el pionero en los estudios etnográficos de la civilización mesoamericana y de la botánica del México Antiguo. En varios capítulos de su obra Historia general de las cosas de Nueva España (1540-1585) aparecen alusiones a plantas curativas y en el libro 11 Sahagún describe meticulosamente la flora y fauna autóctona. El prelado recopiló los datos de sus informantes indígenas en Tepeapulco, Tlatelolco y Tenochtitlan.[1]

El otro importante texto colonial sobre las plantas del México Antiguo es el Códice Badiano. El Códice Badiano de 1552, también conocido como Libellus de medicinalibus indorum herbis fue escrito originalmente en nahua por Martin de la Cruz en el colegio del convento de Tlatelolco y traducido al latín por Juan Badiano y contiene información sobre 251 plantas, de las cuales 185 fueron ilustradas. Este herbario, que perteneció al cardenal Barberini, se encontró intacto en la Biblioteca Vaticana en 1929. Aunque el manuscrito fue denominado herbario, en realidad es mucho más que eso, es un amplio recetario. No se limita en hacer una descripción de la planta, que es lo propio del herbario. Aquí se da la fórmula de aplicación para el tratamiento de las enfermedades, se detallan las plantas y el material requerido junto con las ilustraciones de las plantas utilizadas. 

El Códice Badiano es el más antiguo texto sobre medicina prehispánicas que se elaboró en la Nueva España. En 1552 un nativo reunió en su lengua la sabiduría de sus ancestros, los conocimientos médicos tradicionales matizados de magia[2] (Ortiz 158). 

Los medicamentos de origen animal son muy frecuentes, aún si se trata de un herbario. Aparece el uso de sangre, hiel, cerebro, hígado, corazón, vejiga, piel, huesos, segmento del cuerpo e incluso ejemplares completos de 54 animales distintos. 

Además de Martín de la Cruz, el relator indígena ingenuo y fray Bernardino de Sahagún, el fraile investigador que busca descifrar las practicas mágicas de los médicos indígenas, otro personaje que clasificó las plantas nativas de México fue el protomédico de las Indias Francisco Hernández. Francisco Hernández, es el profesional docto que estudia sistemáticamente en el siglo xvi la flora y fauna de la Nueva España en sus propiedades medicinales, pero con un intencionado despego de la cosmovisión indígena, salvo la información pragmática de las cualidades curativas de sus recursos. En 1570 Felipe ii lo envió a la Nueva España en misión científica a estudiar la fauna y flora del sector, de esta investigación surge Historia de las plantas de Nueva España, un libro que incluye 3076plantas mexicanas y fue producido entre 1571 y 1576. Este trabajo es el producto de siete años de estudios y viajes por diversas regiones de la Nueva España. Como Historia general de las cosas de Nueva España que pretendió ser, incluye vegetales sin utilidad médica o de otro orden, aun cuando a la gran mayoría se les atribuye, o por lo menos así lo afirma, propiedades medicinales. Las doctrinas médicas en las cuales estaba instruido lo hicieron clasificar, sin dificultad, el grado en que cada vegetal era “caliente” o “frio”; lo cual significaba que tal cualidad podía ser útil para enfermedades y trastornos originados por frio o calor excesivo en los humores del cuerpo[3] (Varey 33-35). En la obra de Hernández hay numerosas referencias a la variadísima flora y fauna de Oaxtepec y otros pueblos de Morelos. Sabemos que describió al menos 558 especies de plantas procedentes del territorio morelenses (Parodi 41).  

Al llegar a Oaxtepec en 1574, Hernández encontró el recién fundado Hospital de la Santa Cruz y es muy probable que Hernández haya gozado de la hospitalidad de los hermanos dominicos, sirviendo el convento como centro de operaciones para la exploración de los alrededores, además su estancia le permitió hacer observaciones directas del tratamiento de enfermedades con la variada farmacopea que allí se utilizaba. El Hospital de la Santa Cruz, como otros hospitales fundados por las órdenes mendicantes en la Nueva España estaban destinados a curar tanto a españoles como a indígenas. Según unos documentos de la época colonial, al Hospital de Oaxtepec acudían “…clérigos, religiosos, españoles, mestizos, mulatos, negros, indios y mujeres de todas las costas; y no solo de este reino sino de las naciones extranjeras (…) No es menor el concurso que hay al presente a él de todas las provincias de la Nueva España, y de Guatemala, Perú y todas las islas, que a la fama de temple y médicos le vienen buscando por tierra y mares…” (Díaz 256-260). 

Desgraciadamente la obra de Hernández la publicó solo parcialmente Nardo Antonio Recchi en Roma bajo el título de Rerum medicarum Novae Hispaniae, 1651 (Accademia dei Lincei). Una traducción española de la selección de Recchi se publicará en Ciudad de México por el fraile dominico Francisco Ximénez, agregándole observaciones personales con el título de Quatro libros de la naturaleza y virtudes de las plantas y animales que están concebidos en el uso de la Medicina en la Nueva España, 1615[4] (Weiner 7-9). 

La Nueva España fue un puente trascendental en el intercambio comercial y de especies vegetales del Nuevo Mundo a Asia y Europa. En el Hospital de la Santa Cruz de Oaxtepec y en otros de la Nueva España se empleaban especies de origen asiático como el clavo, la canela, la nuez moscada, el jengibre, el azafrán, la myrra, el opio y el sándalo. Es probable que mucha de las especies hayan llegado a México con la Nao de China también conocida como “Galeón de Acapulco” o “Galeón de Manila” que cruzaba el océano pacifico una o dos veces al año entre Manila de Filipinas y los puertos de la Nueva España. La Nao de China jugó un papel muy importante al trasportar especies americanas que en poco tiempo se dieron a conocer en el resto del mundo, así como al introducir especies provenientes de Asia a la Nueva España (Pacheco Olivera, 593-608). Una de las primeras especies alimentarias introducidas en América fueron granos, como por ejemplo el arroz, originario de Asia. Árboles y arbustos como el mango, o la buganvilia no eran originarios de México y su cultivo comenzó a implementarse durante la Colonia. Según unos investigadores, los españoles introdujeron el mango de Filipinas, a través del Océano Pacifico, a los puertos comerciales del continente americano ya en el siglo xvi o bien más probablemente en el siglo xvii. El nombre Manila es una clara indicación de este origen (Galán 37-38). La buganvilia es nativa de Brasil y su nombre hace referencia al navegante Louis A. de Bougainville, quien viajó alrededor del mundo de 1766 a 1769. Cuando su barco hacía escala en Brasil, el botánico Philibert Commerson, que participaba en la expedición, descubrió la flor que más tarde sería bautizada con el apellido del capitán del navío. En Europa esta especie se empezó a cultivar desde principio del siglo xix, pero no se sabe con exactitud cuándo llegaría a México. 

Otras plantas vendrán a suelo Azteca desde Europa y se utilizarán en los preparados de la botica de los Hospitales fundados por los frailes españoles en la Nueva España. Las plantas más recurrentes eran la ruda, el ajenjo, el cardo santo, la artemisa, el enebro, el eneldo, el orégano, el laurel, el arrayán, la yerba buena, el mastuerzo, el toronjil, hinojo, verbena, la ortiga, el romero y el perejil, entre otras. El estudio de la botánica tuvo un gran auge en el siglo xvi y este encuentro de dos culturas estimuló también la producción de una gran cantidad de documentos y tratados de farmacopea en Europa donde se incluían plantas importadas desde América y Asia, además de las ya conocidas. Durante el Renacimiento, la invención de la imprenta transformó considerablemente la producción y difusión de textos sobre botánica. Se elaboraron muchos herbarios que se publicaron en toda Europa para finales del siglo xv. Los primeros jardines botánicos se fundaron en Pisa y Padua. El jardín botánico de Padua abrió sus puertas en 1545 y es el más antiguo jardín de simples del mundo que sobrevivió en su sitio original. Otras ciudades como Leipzig, Leiden y Heidelberg emularon Padua con sus jardines botánicos a finales del siglo xvi. En el siglo xviii con Linneus Systema Naturae Liinaeus (1707- 1778) empieza una verdadera ciencia botánica y en este periodo de exploraciones y comercio internacional se crearon nuevos jardines en las naciones europeas que tenían colonias en Asia y América como Inglaterra y España. En Inglaterra se establece el Royal Botanic Garden de Kew y en España el Real Jardín Botánico de Madrid. Estos jardines fueron creados para cultivar especias que eran traídas de las expediciones botánicas en las colonias. Estos jardines no solamente promovieron la exploración botánica en los trópicos sino que ayudaron a fundar jardines botánicos en las colonias. La Real Expedición Botánica a Nueva España se llevará a cabo en el siglo xviii por el naturalista Martín Sessé y Alessandro Malaspina di Mulazzo, marino italiano al servicio del gobierno español. Desde el 1788 hasta 1803 la expedición exploró todo el país y recogió un valioso herbario trasladado al Jardín Botánico de Madrid en 1820. En 1791, se estableció el primer jardín botánico en la Ciudad de México. Éste estaba ubicado el Potrero de Atlalpa, cerca del recién construido Salto de Agua. En el jardín se logró cultivar alrededor de 1500 especies (De Micheli y Izaguirre-Ávila 95-101). 

Con el descubrimiento del Nuevo Mundo y la introducción de plantas de origen americano a Europa y de plantas europeas y asiáticas a México, todos los aspectos de la vida humana, desde la alimentación y la medicina hasta la jardinería, se vieron profundamente modificados para siempre. 




 

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Amanda Ortiz.
 Profesora Investigadora en Facultad de Ciencias, Universidad Autónoma del Estado de Morelos




 

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[1]    La presentación de la obra está editada a dos columnas, una en náhuatl y la otra en castellano; el texto náhuatl corresponde a los testimonios indígenas y el castellano indica la redacción de Sahagún. 

[2]    Por ejemplo, hay una fórmula en que figuran 11 plantas, 4 piedras preciosas y 11 piedras bezoares distintas, y otra que mezcla 7 variedades de flores, 12 de hojas, una corteza, un fruto, un tallo y 6 sangres de diversos animales. 

[3]    El doctor Hernández era originario de la provincia de Toledo, es posible que haya hecho sus estudios en Alcalá de Henares, de donde paso posteriormente al monasterio de Guadalupe en Extremadura, prestigiada institución de medicina medieval española 

[4]    Impreso en México por Diego Lopez Davalos en 1615 y reimpreso en 1888 por Nicolas León y por Antonio Peñafiel en Morelia.