viernes. 19.04.2024
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La tragedia de ser lo que somos

¿Por quién voto? (1ª parte)

La tragedia de ser lo que somos

La gran tragedia nacional no es el PRI, sino la sociedad que ha sido incapaz de romper el esquema priista de hacer política.

Resulta complicado, históricamente hablando, entender cómo se conforma nuestra idiosincrasia política, y cómo gestamos la idea de la política.

Nacimos como nación en 1821 y desde entonces comenzó una lucha entre dos visiones opuestas –pero, paradójicamente, complementarias- en la busca de nuestra identidad.

La lucha masónica entre yorkinos y escoceses, leída como conservadores y liberales fue, desde mi personal visión, una lucha sólo por el poder, no porque representarán algo diferente.

Recuerdo que Gabriel García Márquez, en Cien años de soledad, gesta una gran definición –escribo de memoria- para la diferencia de éstos: unos van a misa de 7 y otros van a misa de 8.

Vivimos en una sociedad embelesada por los caciques, por el autoritarismo. 

Tal vez ello tiene su origen en nuestras raíces prehispánicas e hispánicas: tlatoanis todopoderosos, dueños del Estado, la religión, la economía, la vida de todos los súbditos, entre los primeros; pero también los europeos trasladaron un poder colonial autoritario donde el virrey gozaba de poderes absolutistas y era amo y señor de este territorio, sólo dependiendo de un rey que estaba a miles de kilómetros.

Somos adoradores de símbolos, de fetiches a través de los ídolos mesoamericanos que nos hacen soñar en un milagroso hombre blanco y barbado que vendrá a cambiar nuestras vidas; pero también de otros fetiches que nos ofrecen la vida eterna, el cielo y la gloria.

En el siglo XIX estuvimos subyugados por tres personajes claves del poder: Santa Anna, Juárez y Porfirio Díaz. Hombres fuertes, arrogantes, autoritarios, con un enorme amor por el poder. 

Personajes extremos a quienes, aun hoy, se adora o desprecia.

En el siglo XX, cansados de dictadura, cae Díaz y queda en su lugar un personaje, Francisco I. Madero, al que la sociedad recibe con aclamaciones y del que habrá una pronta decepción.

De nuevo llega un dictador, Huerta, que cae pronto, y el rey viejo, Carranza, llega a seducir con esos aires patriarcales en una época en que hay muchos tiradores: Obregón y Calles. Éste último, tras el asesinato de Obregón por... cállese la boca, habría de conformar un nuevo partido: PNR, con una mezcla, de nuevo, entre derecha e izquierda, entre fascismo y comunismo, entre las hordas de Mussolini y los camaradas leninistas.

De ahí surgió el PRI, una grandiosa y maquiavélica creación, producto de toda esta historia de poder, capaz de generar discursos políticos radicales de izquierda (con Cárdenas era frecuente lanzar consignas marxistas) lo mismo que de derecha.

Pero todo se aglutina en pos del PRI.

"El que se mueve no sale en la foto", afirmó uno de los grandes caciques priistas: Fidel Velázquez.

Presidencialismo absolutista, autoritario, que nos enseñó que la única forma de hacer política es la de ellos: "el que no transa no avanza", "un político pobre es un pobre político", "aprender a comer mierda y no hacer gestos".

Y ésa es nuestra cruz, ser y hacer política como dictan los cánones priistas.

Y ésa es nuestra tragedia, ser incapaces de generar algo diferente.

De eso reflexionaré en los siguientes textos.