jueves. 18.04.2024
El Tiempo

A veces hablo de ti conmigo • Arturo Mora

“Eso de hablar con uno mismo es algo que cuesta acotar y dimensionar para entender el dialogo intrapersonal…”
A veces hablo de ti conmigo • Arturo Mora

Por mi parte, no sé nada con certeza, pero la vista de las estrellas me hace soñar.
Vincent van Gogh ️

Hay que escuchar la cabeza, pero dejar hablar al corazón.
Marguerite Youcenar

Siempre tuve el más profundo cariño por las personas que llevaban lágrimas sublimes en sus silencios.
Virginia Woolf

 

 

Eso de hablar con uno mismo es algo que cuesta acotar y dimensionar para entender el dialogo intrapersonal como experiencia propia de la reflexión sobre uno mismo, sobre lo que vamos siendo y viviendo a partir de lo que se siente, de lo que alcanzamos a pensar con cierta claridad y en la que anclamos al final de cuentas las decisiones que tomamos y nos hacemos cargo de las consecuencias de nuestros actos. 

Eso de hablar conmigo mismo es un reto que va más allá del terreno especulativo. Nuestros pensamientos nos pueden llevar a zonas inéditas sobre quienes somos y sobre quienes deseamos ser. Freud nos hizo héroes de nuestras vidas, escribió Élisabeth Roudinesco, al poner la subjetividad y nuestra historia como escenarios de la construcción como sujetos y como personas.

Recordar, repetir, reelaborar, soñar, hablar, es un camino sinuoso en el que Freud nos dejó un montón de herramientas para hacernos cargo de nuestra historia y con ello entender el dolor y configurar un significado a lo que opera el inconsciente para dar sentido a la vida misma, en su complejidad, pero también en su cotidianidad. 

Hablar con uno, sin tapujos, sin reservas, sin evasivas, sin engaños, es por demás difícil en un mundo donde pensar es casi sinónimo de desadaptación y donde las veredas, los atajos, los baches, las trincheras, los muros y los subterfugios se nos presentan como la manera de engañar a la conciencia y a la memoria. 

Hablar con uno mismo de sí mismo requiere valor, y Valiente, es quién se sienta consigo mismo; aquieta sus demonios, sana sus heridas. Y no arrastra a nadie a su tormenta. Pero la condición humana es por demás compleja, contradictoria, ambigua, ambivalente, llena de paradojas y fantasías y que nos llevan a laberintos muchas veces llenos de angustia, de zozobra, de remordimiento y de culpa.  (Ni tus peores enemigos te pueden hacer tanto daño como tus propios pensamientos. Buda.)

Hablar de sí mismo en ese dialogo intrapersonal, es hacer filosofía de la vida que nos ha tocado vivir. Es preguntarnos sobre lo que hemos aprendido y la forma en que hemos construido nuestro autoconcepto, nuestra autoimagen, nuestra autoestima, nuestro yo. Es pensar en la forma que nuestras familias fueron haciendo el depósito de sus necesidades y sus deseos. Hablar de sí mismo como uno mismo es el desafío intelectual y emocional más trascendente que alguien pueda abordar.

Almudena Grandes apuntó en su libro el "El corazón helado": 

[…] pero crecerás, te harás mayor, y tendrás tus ideas, las mías o las de tu padre, y te darás cuenta de que son mucho más de lo que parecen, de que son una manera de vivir, una manera de enamorarse y de entender el mundo, a la gente, todas las cosas, no tengas miedo de las ideas Julio, porque los hombres sin ideas no son hombres del todo, los hombres sin ideas son muñecos, marionetas, o algo peor, personas inmorales, sin dignidad, sin corazón […]

Hablar con uno mismo es darnos cuenta, si es que queremos hacerlo, el poder asumir el mundo de las ideas y saber que muchas de ellas no nos pertenecen, o, mejor dicho, “que todo está dicho por otro” como lo ha formulado Humberto Maturana,  y que solo cuando podemos recapitular lo vivido es que podemos asumir como propias y hasta originales algunos de esos pensamientos que se fraguan en el diálogo franco con una consciencia propia, que siempre es esquiva, renuente, poco crítica y la más de las veces complaciente. 

Hablar de uno mismo, es más que un ejercicio de introspección, no se reduce al relato mismo de lo que hacemos, por una cosa es lo que hemos hecho y otra es la interpretación de lo realizado. La subjetividad es lo que nos define, cada cabeza es un mundo dice el refrán popular y cada uno ve lo que quiere ver, lo puede ver y lo que alcanza a ver. Entre lo real, lo imaginario y lo simbólico es que se mueve el registro psíquico de nuestra vida y ahí la multiplicidad de lo que consideramos como consciencia. 

Hablar con uno mismo es poner palabras a la exploración y al registro de la memoria. Una memoria que nos desafía para evitar el autoengaño, el autoboicot, la autocomplacencia y para dar sentido a la verdad personal, que vaya más allá de las tribulaciones, que rompa las fantasías que la ingenuidad genera y que pueda sacudirse el pensamiento mágico que se recrea en nuestro pensar. Eduardo Galeano nos pone un deseo: 

Ojalá podamos ser capaces de seguir caminando los caminos del viento, a pesar de las caídas y las traiciones y las derrotas, porque la historia continúa, más allá de nosotros, y cuando ella dice adiós, está diciendo: hasta luego.

Hablar con uno mismo, es entender que cada uno de nosotros, de cada una de nosotras, es aceptar y comprender que tenemos una propia historia, una narrativa única, que no alcanza a ser descifrada por nadie, salvo uno mismo. Fernando Pessoa escribió: 

Nadie comprende a otro. Somos, como dijo el poeta, islas en el mar de la vida; corre entre nosotros el mar que nos define y nos separa. Por más que un alma se esfuerce por saber qué cosa es otra alma, no sabrá sino lo que le diga una palabra.

Y es la palabra que se hace lenguaje en nuestro interior, y crea es conexión y da la posibilidad de que, en esa comunicación íntima y profunda, nos descubramos con la franqueza de reconocer nuestra condición humana, pero asumiendo que se requiere mucho amor propio, en la confianza, de que saber más de nosotros mismos, de nuestros deseos y carencias, de nuestros anhelos y faltas es que lo que nos dará la oportunidad sabernos completos aun desde la falta.

A veces hablo conmigo de ti y es cuando puedo aceptar lo incompleto, lo incoherente, lo frágil y vulnerable que soy. A veces hablo conmigo de ti puedo sentirme contento y satisfecho con lo que voy siendo. A veces hablo conmigo de ti y dejo que el silencio me hable y me lleve de la mano a lugares y tiempos que se perdieron en algún momento pero que me pertenecen. 

A veces hablo conmigo de ti y descubro que hay todavía mucho por vivir, por contar, por hacer, por compartir, por descubrir, por pensar y por sentir. A veces hablo conmigo de ti y sé que no estoy solo. A veces hablo conmigo de ti y sé que las palabras son el bálsamo y el sortilegio, son el conjuro y la pócima que hace que la vida sea un camino y nunca un destino. Es bueno hablar de ti conmigo.