viernes. 19.04.2024
El Tiempo

Opinión • Emociones y política • Arturo Mora Alva

“falta mucho para construir una necesaria, sólida, activa y rebelde ciudadanía, si queremos una oportunidad como sociedad”

 

Opinión • Emociones y política • Arturo Mora Alva

Las personas somos seres emocionales, la racionalidad es un mito.

Somos los únicos seres que vivimos en el lenguaje y esa no es para nada una actividad trivial.

Sin aceptación y respeto por sí mismo uno no puede aceptar y respetar al otro, y sin aceptar al otro como un legítimo otro en la convivencia, no hay fenómeno social.

Humberto Maturana (1928-2021)

En el inicio de la segunda década del nuevo milenio, seguimos atrapados en la lógica de una modernidad a la que se le aderezo el liberalismo económico con todas su consecuencias y variantes. El mercado manda, la vida y sus necesidades, y aun sus derechos, se han hecho mercancía. La explotación de las personas y de la naturaleza continúa. La auto explotación se instala como algo natural que se fomenta y se premia, pero es sólo para muy pocos. El home office tiene un saldo en contra de los trabajadores y de las mujeres en especial, con consecuencias que aún no podemos ver en imaginario social de corto y mediano plazo.

El trabajo desde la esfera neoliberal enajena y no logra ser, porque no se quiere que así sea, la actividad que dignifica el potencial de las personas y amplifica la condición humana, para el desarrollo social integral, desde las dimensiones y dinamismos que son inherentes a la persona. Las emociones se cosifican y se usan para dirigir a la masa. El poder de la dominación económica global no tiene escrúpulos y no tiene vergüenza. La plusvalía se hace perversa a través del trabajo infantil. El comercio ilegal, el narcotráfico, el tráfico de personas, la obsolescencia programada, la baja calidad de los productos y los servicios, la usura legalizada en el sistema financiero, el despojo de los recursos naturales y el monopolio de la salud, entre otros hechos, dejan en claro que la sociedad civil no cuenta, que los seres humanos son desechables para el capitalismo. Las élites económicas y políticas junto con los poderes fácticos mandan, controlan y gobiernan. Hacen negocio de todo.

La política está inmersa en una dinámica neoliberal, y pese a lo que pensemos cada uno, hoy la política en diferentes dimensiones y alcances, hace de comparsa, defiende y protege los intereses del gran capital mundial y las lógicas de los grupos de interés político y económico en las esferas nacionales y locales, que además se prestan a ser séquito y mascarada mediática, que distrae y encubre, que somete y crea miedo, que domestica y castiga. La sociedad del control es la apuesta, esa sociedad disciplinaria que Michael Foucault describió y denunció, esa sociedad del control, del panóptico que produce locos y criminales. Basta con ver los datos sobre delitos y crímenes, así como el crecimiento exponencial de los suicidios y enfermedades mentales, agudizadas una por la pandemia del covid-19.

El concepto de “biopolítica” es un concepto introducido por el mismo Foucault para describir las transformaciones de las formas de gobierno modernas y que están operando día a día y a la que se han incorporado los cambios en la formas de interacción social a través de las plataformas digitales y el uso de las redes sociales, además reconocer los nuevos procesos de interacción social en que la sociedad en su conjunto se comunica, además de nuevos fenómenos con los que se influye a las personas en las diversas esferas del consumo, incluida la política, que hoy es también una mercancía, y pareciera que todo apunta a que el mercado desea que los derechos humanos se conviertan en una mercancía. 

Sin duda el mercado, el poder y su expresión concreta en el neoliberalismo, han implantado nuevas técnicas de poder, cada vez más visibles y naturalizadas, en las que el cambio esta en pasar de la sociedad disciplinar a la Sociedad del Rendimiento, que ha caracterizado el  filósofo Byung-Chul Han, y en la que la psicopolítica entra en escena y, según Han, es aquel sistema de dominación que, en lugar de emplear el poder opresor, utiliza un poder seductor, inteligente (smart), que consigue que los hombres se sometan por sí mismos al entramado de dominación. En la que se trabaja desde una noción de inconsciente social a la que le es inherente el afán de maximizar la producción como única consigna, y que de paso idealiza al individuo, que se aísla y pasa del deber moral de producir, a asumir una idea poder del individuo, en el que él ahora se auto explota y que entra en la dinámica de la prisa por la ganancia y el éxito económico como único fin, para que todo sea más: todo más grande, más robusto, más fuerte, más rápido, y que todos los sistemas sean obesos, ya sea en Información, en la comunicación, y sobre todo en la producción, pero que ese sujeto del rendimiento —dice Han– sigue disciplinado, controlado y dominado, creando depresivos y fracasados, a los que se le suman los locos y los criminales. La Sociedad Disciplinaria y la Sociedad del Rendimiento se traslapan y se complementan; no son excluyentes.

Han señala que:

En este sistema, el sujeto sometido no es consciente de su sometimiento. La eficacia del psicopoder radica en que el individuo se cree libre, cuando en realidad es el sistema el que está explotando su libertad. La psicopolítica se sirve del Big Data el cual, como un Big Brother digital, se apodera de los datos que los individuos le entregan de forma efusiva y voluntaria. Esta herramienta permite hacer pronósticos sobre el comportamiento de las personas, condicionándolas a un nivel prerreflexivo. La expresión libre y la hipercomunicación que se difunden por la red se convierten en control y vigilancia totales, conduciendo a una auténtica crisis de la libertad.

Ahora bien, la sociedad en general, las grandes mayorías de la población, están en la dinámica económica de la sobrevivencia. Los efectos de la pandemia han recrudecido la realidad en el México de la desigualdad social, y la equidad se convierte en la demanda social y política, si consideramos las estrategias de gobierno y la implementación de las políticas para el desarrollo social y económico en los últimos 50 años. El actual gobierno tiene un estilo diferente de actuar y nombrar lo que sucede, pero las estructuras del neoliberalismo están intactas. 

Las elecciones 2021 están a unas semanas de efectuarse. De acuerdo con la última encuesta de El Financiero, el PAN cuenta con una preferencia del 11%, el PRI del 10%, el PRD 3%. Morena lidera la intención de voto, para dominar el Congreso Federal, con el 40%, pero pierde la mayoría calificada. Los votos que pierde son los puntos que no tendrá el partido del presidente, pero no los ganan PAN, PRI, PRD, sino, que la diferencia se va a los partidos pequeños y nuevos, en el orden del 4% al 10%. Se espera una participación en la jornada electoral de apenas el 45% si continúa la tendencia registrada en las elecciones intermedias anteriores. El abstencionismo será el ganador.

 La pregunta es: ¿Qué está sucediendo con la percepción y la identificación de los electores con los partidos políticos y candidatos? Todo indica que el uso de la biopolítica y la psicopolítica esta a la orden del día, y que el juego con las promesas de campaña, que explotan la parte más emocional de las personas, sigue como práctica legitimada pero ilegal. La entrega de despensas y otros obsequios a los posibles electores crea vínculos afectivos. La desesperación ante la falta de oportunidades genera la necesidad de creer en algo o en alguien, políticamente hablando. El efecto de los programas de transferencias monetarias de los gobiernos, bajo el amparo de programas sociales para el desarrollo, crea dependencia emocional. El temor y el miedo hacen que algunos candidatos acepten el apoyo del crimen organizado, dando a legitimar la narcopolítica que, si bien es un hecho desde hace mucho tiempo, hoy toma dimensiones por demás trágicas.

Todo indica que el voto razonado será ejercido por pocos. Las emociones se explotarán como se ha venido haciendo en cada campaña política entre la desinformación, la guerra sucia, la saturación de spots de radio y televisión, la entrega de despensas, calentadores, varillas, bultos de cemento, ladrillos, mochilas, gorras, playeras y dinero. Las elecciones mostrarán una vez más que Foucault y ahora Byung-Chul Han tienen mucho de razón, y que nos falta mucho para construir una necesaria, sólida, activa y rebelde ciudadanía si queremos una oportunidad como sociedad, una que aspire a dar valor a las emociones y sentimientos como posibilidad para vernos desde la fraternidad y la sororidad, en un proyecto común de orden planetario y sobre humano, de forma urgente.