Opinión• Espejos • Arturo Mora
Supongo que me encantan mis cicatrices porque se han quedado conmigo más tiempo que la mayoría de la gente.
Franz Kafka
Un optimista es un tipo que nunca ha tenido mucha experiencia
Donald Robert Perry Marquis
Nada ha cambiado y sin embargo todo existe de otra manera.
Jean Paul Sartre
Las palabras se agolpan en el pecho y en la cabeza, se mezclan con fuerza entre imágenes, sonidos, sensaciones, aromas, sabores, emociones y sentimientos con forma detormenta, que se trasvasa cayendo como verdaderos ríos rebeldes sobre la realidad de lo somos como personas, y en la que la historia propia confirma que el destino es una mera ilusión con la que deseamos justificar eso que hemos llegado a ser, y también de lo que nos falta transitar entre la tormenta y la calma. “Como flores en una tormenta, la vida esta llena de despedidas”, escribió Masuji Ibuse, novelista japonés.
Hay días en que la furia de la naturaleza se expresa. Hay otros en la que vida humana toma sentido y la existencia se ancla en la conciencia, creando memorables recuerdos y evocando momentos por demás vitales que tejen en lo sublime las emociones más hermosas que se convierten en tesoros personales que nos animan a continuar en la incertidumbre misteriosa de la vida misma.
Los espejos no mienten pero sí pueden distorsionar la imagen que vemos. Hasta hace relativamente poco, en algunos circos y ferias se anunciaba la “Casa de los Espejos”, enigmático lugar lleno de brillos y reflejos en la que se entraba a reírnos de uno mismo al ver las imágenes en que nos veíamos reflejados con las formas más inverosímiles de nuestro cuerpo y de nuestro rostro. Se pagaba por hacer un ejercicio donde el actor principal era uno mismo, y la Casa de los Espejos se convertía en instantes en la “Casa de la Risa”, por arte de magia y por la lacónica idea deconfirmar inconscientemente que las personas, el otro, los otros, nos ve desde su mirada, confirmando que la subjetividad impera como sustantivo de la condición humana.
¿Nos queremos ver tal como somos? ¿Aceptamos lo que vemos de nosotros mismos, más allá de los rasgos físicos que nos definen como personas únicas? ¿Somos capaces observar nuestra imagen subjetiva con todo lo que implica? ¿Podemos vernos en los ojos de otras personas como si fueran espejos? ¿Hemos sustituido a los espejos por imágenes que subimos de nosotros mismos a las redes sociales? ¿Las selfies son los nuevos espejos narcisistas?
La conciencia de uno mismo es la posibilidad de dar contenido y sentido profundo a la existencia, presencia vital que nos lleva idealmente a interrogarnos con las preguntas existenciales, esas que no tienen respuestas únicas, definidas de antemano, y que más bien carecen siempre de respuestas en el sentido estricto. ¿Quién soy? ¿A dónde voy? ¿A qué estoy llamado? ¿Con quién? ¿En cuánto tiempo? ¿Qué es la vida? entre otras interrogantes que nos permiten explorardesde la razón y la emoción, quienes somos en lo real y quienes queremos ser en lo ideal.
Las ilusiones nos permiten movernos, crear, hacer compromisos de vida con uno mismo y con los demás. Sin ilusión no hay esperanza y sin ella la vida es un espejismo. De ahí la necesidad de aprender a vernos en los espejos con todo lo que somos, y distinguir entre la ilusión —que es proyección de la identidad– y del actuar desde el deber ser sobre la realidad, y distinguir lo que es la fantasía, donde los espejismos nos pueden llevar a la frustración, a la desesperanza y a la muerte.
Eso de mirarse a uno mismo es a la vez conocerse, sabiendo que hay muchas cosas que no vemos de nosotros mismos, y que otros sí ven y observan de uno. La Ventana de Johari es un buen ejercicio de autoconocimiento que nos permite experimentar sobre eso que no alcanzamos a observar de nosotros mismos, ya sea por la proximidad ante las cosas y el estar metidos en una realidad que no permite vernos, y también por lo que se llama la “ceguera de taller”, que no es otra cosa que el aceptar que hay muchas situaciones de nosotros que no alcanzamos a observar sobre las propias conductas, actitudes y reacciones.
Los espejos nos deben ayudar a mirarnos para encontrar balances, crear equilibrios, y vernos tal como somos, y para conocernos en el desarrollo de nuestra vida para desarrollar autoconocimiento, autocuidado, autoestima, autorrespeto y un autoconcepto que en conjunto nos permitan ser nuestramejor versión, sin engaños y sin espejismos.
Muchas veces se requiere de la ayuda profesional de psicólogos, analistas y psicoterapeutas para aprender a mirarnos a nosotros mismos, con espejos y sin ellos. Vendrá bien entrar a la “Casa de los Espejos” de vez en vez, y aprender a vernos y a reír a carcajadas de nosotros mismos y con ello poder ser más tolerantes, incluyentes y sensibles a realidades y condiciones de vida de muchas personas que aún no se logran observar, y que las más de las veces no pueden hacerlo porque ni espejos tienen.