Segunda ola • Arturo Mora Alva
“La pandemia va dejando lecciones sociales y los muertos van dejando compromisos a las autoridades…”
La utopía jamás se cumple, fracasa, pero deja una renovación y la idea imperiosa de retomarla.
Juan Gelman
Sólo puedo darte algunos consejos y llamarte la atención sobre ciertos recaudos... Quizá sepas que, como todo lo demás, a amar también se aprende; con lo cual es difícil evitar que surjan confusiones.
Carta a Mathilede su hija/ Frg. Sigmund Freud
Hay veces en que las personas más lastimadas son las más bondadosas. Quizá un corazón herido entiende cómo no causar dolor en los otros.
Charles Chaplin
La pandemia no termina. Falta mucho por recorrer como civilización y como especie. Sin duda hay desesperanza y a su vez prisa por retomar ciertas prácticas sociales que ahora llamamos normalidad. Ya no podrá haber la “normalidad” de antes del virus. La convivencia social sigue siendo el imperativo que cruza la mente y deseos de cada uno, la añoranza se instala como demanda. Ahora se van dando algunos espacios para interactuar, salir de paseo, ir a centros comerciales, visitar a familiares, entre otras, pero no se pueden echar las campanas al vuelo, los contagios siguen y la muerte sigue rondando con afilada guadaña nuestros espacios de vida.
La normalidad ansiada se convierte muy rápido en ilusión. El regreso a clases, aun con todas las medidas de seguridad sanitaria, muestra que somos muy frágiles ante un virus que no está controlado y con un esquema de vacunación para toda la población que tardará varios meses en completarse. La necesidad de estar en las aulas, talleres y laboratorios es una pretensión entendible ante el desgaste y desesperación de maestros y alumnos.
Los efectos en la oferta y cobertura de la educación en todos los niveles ya empezaron a cobrar facturas reales, tanto en el abandono escolar como en el impacto y cierre de centros educativos, especialmente privados, aunado esto a los elementos asociados a la calidad de la educación, ante el esfuerzo de alumnos y maestros, al estar en la virtualidad de forma inesperada y con mucha improvisación, a la vez de experimentar aprendizajes acelerados para la creación de contenidos digitales y la puesta en práctica de una didáctica mediada por pantallas.
Según cifras oficiales, poco más de 2.5 millones de personas en México se han contagiado, y poco más de 250 mil personas han fallecido, aunque los datos extraoficiales duplican el número de muertos por covid-19. A nivel mundial son ya más de 3 millones de muertes por esta causa.
La segunda ola de covid-19 está en marcha y vendrán hasta una tercera y cuarta. El comportamiento humano ante el confinamiento y la parálisis de la economía y de muchos servicios públicos muestra las profundas contradicciones del modelo económico neoliberal y la estructura social que perpetúa la estratificación de clases, con la profunda desigualdad social y económica que prevalece en este siglo XXI.
En su ensayo político sobre el reino de la Nueva España de 1811, Alexander von Humboldt escribió: “México es el país de la desigualdad. Acaso en ninguna parte la hay más espantosa en la distribución de la fortuna, civilización, cultivo de la tierra y población”. Una desigualdad que se sostiene hasta ahora, y que se agudizó con la pandemia. A su vez, esta contingencia sanitaria hizo salir a flote muchas cosas que se mantenían ocultas en las prácticas sociales cotidianas y en la vida secreta de las familias, y visibilizó los grandes problemas humanos relacionados con la expresión y manejo adecuado de la afectividad, de la educación socioemocional, de la carencia de recursos para manejar el conflicto y la ausencia de una cultura para la salud mental. El impacto psicosocial del covid-19 ha mostrado la vulnerabilidad de la sociedad y ha demostrado que el aparato de Estado y sus instituciones no están preparadas para atender esa dimensión de la salud mental y del bienestar de las familias y personas.
El riesgo psicosocial de la afectación por la pandemia crece y esta latente desde antes de la misma, pero las condiciones sociales, culturales, ambientales, educativas y económicas, están siendo un elemento sustancial para que se exprese. Se requiere pensar en estrategias diferenciadas para la atención de la salud mental. Se necesita reconocer la heterogeneidad de los grupos vulnerables, considerando factores como las violencias que se están viviendo, y en particular se debe reconocer que los homicidios dolosos, desapariciones, secuestros y extorsiones –y otros delitos que instalan el miedo- potencializan las crisis emocionales de quienes son afectados directa e indirectamente, y originan dificultades para manejar las pérdidas humanas por el covid-19 y sortear las dificultades materiales y económicas que éstas traen consigo, lo que da paso a otras conductas de riesgo como el alcoholismo, uso de sustancias ilegales, violencia doméstica y suicidio.
Hay mucho por hacer. La segunda ola debe traer consigo estrategias de acción diferentes. Los gobiernos tienen la responsabilidad de actuar con mayor prontitud, además de completar la vacunación general para toda la población.
Se requiere aprender de las lecciones obtenidas en África con el Ébola para hacer intervenciones psicosociales:
- Es necesario involucrar a la comunidad en las acciones y tareas durante y después de la pandemia. La prevención y las prácticas de higiene deberán ser parte la nueva normalidad.
- Invertir en la formación y supervisión del personal de salud, en especial de los profesionales que den soporte psicosocial y de salud mental. Crear programas institucionales que reconozcan en los hechos lo que implica la atención primaria de la salud emocional y mental, a la vez de asignar los recursos para la atención de segundo y tercer nivel para este rubro.
- Atender de manera especial a los grupos afectados por la pandemia: personas de la tercera edad, huérfanos niños y adolescentes.
- Impulsar acciones de intervención en material de salud metal y psicosocial en un marco institucional de atención de salud pública.
- Entender la complejidad de la condición humana. Además de apoyar políticas públicas en materia económica y social, se requiere dar un lugar relevante a las acciones necesarias para implementar un modelo de salud que priorice las acciones de prevención y de educación en salud física y mental.
La pandemia va dejando lecciones sociales y los muertos van dejando compromisos a las autoridades, si es que damos valor a la vida y a la dignidad de las personas, por encima de los intereses económicos y de poder que nos mantienen como hace más de 200 años.