A propósito de “The man of steel”
Pocos saben que la primera aparición de Superman no fue en un cómic, sino en un cuento corto titulado “The reign of the Superman” (“El reino del Superhombre”).
Ahora que la película “El hombre de acero” se proyecta en las pantallas de cine de todo el país, conviene recordar las raíces del famoso superhéroe, que no son las viñetas, sino las letras. El personaje más famoso de los cómics tuvo sus orígenes en el género que tanto gustó cultivar a Jorge Luis Borges y Raymond Carver.
Aunque es verdad que Superman hace su primera aparición en el número 1 de “Action Comics”, en el año 1939, sus creadores, Jerry Siegel y Joe Shuster, lo gestaron desde 1933. Además, originalmente no era un héroe salvador del mundo sino un villano que quería subyugarlo.
Los creadores de Superman, como sin duda todos sabemos, fueron Jerry Siegel y Joe Shuster. El primero escribió el cómic y el segundo lo dibujó. En su protoversión literaria también sucedió igual. Siegel leía mucha ciencia ficción y le apasionaban las novelas de aventuras. Nunca pensó que al igual que Stan Lee, pasaría a la historia no como narrador literario sino como guionista de cómics. Cuando cursaba la prepa conoció a Joe Shuster y de inmediato se hicieron muy buenos amigos, pues tenían mucho en común: el amor por la literatura de ciencia ficción y sus orígenes judíos. En aquella época Estados Unidos era espantado por el peor supervillano que ha enfrentado: la Gran Depresión. De modo que para escapar de la miseria, los jóvenes Siegel y Shuster realizaban en fanzine “Science Fiction: The Advance Guard of Future Civilization”. Como todo fanzine, la intención era buena pero el profesionalismo editorial prácticamente nulo, durando solo cinco números. Los jóvenes judíos vendían el fanzine, esperando agenciarse aunque fuera unos centavos. Para llenar planas, Siegel usaba varios seudónimos, entre ellos el de Herbert S. Fine, combinando el nombre de un primo suyo con el apellido de soltera de su madre. Fue precisamente con ese nombre que firmó el primer cuento protagonizado por el alterego de Clark Kent: “The reign of the Superman”.
El cuento trata sobre Ernest Smalley, un científico loco que usa como conejillo de indias a un vagabundo llamado Bill Dunn. El experimento termina por salirse de control, otorgándole a Dunn poderes telepáticos. Como suele suceder en estas narraciones que beben directamente de “Frankenstein” de Mary W. Shelley, Dunn se vuelve contra su creador. Poco a poco se volverá loco de poder y comenzará el plan de todos los personajes de su estilo: planeará la conquista del mundo, pero ya no con su nombre sino con el de “The Superman” (“El Superhombre”, basándose directamente en conceptos de Nietzsche). Cuando está a punto de lograr su malvado plan, pierde sus poderes, e imposibilitado de repetir el proceso puesto que ha matado al hombre que se los otorgó, su pretensión de ser el monarca del mundo se viene abajo.
La historia no es nada original para los estándares de la época, en la que predominaba la literatura “pulp” y la ciencia ficción de estructura sensacionalista y folletinesca. De hecho, podemos afirmar que su mérito artístico es nulo… mas no lo que inspiraría después. No sólo el nombre de Superman, sino que las características del personaje (calvo, megalómano, extremadamente inteligente y un hombre que asciende de la miseria al más elevado estatus social) servirían para la creación del antagónico por excelencia del Hombre de Acero: Lex Luthor.
Además del autor de “El Anticristo”, las influencias literarias de Siegel fueron “Tarzán” de Edgar Rice Burroughs, y la obra de teatro de mi tocayo Bernard Shaw, titulada “Man and Superman”.
Años después, Siegel releería su historia, descubriendo que tendría muchísimo más potencial si modificaba ciertos elementos, como por ejemplo, que el Superhombre fuera benigno y arquetípico. Después de mucho tocar puertas, Siegel y Shuster lograron publicar en la editorial DC Comics al personaje que todos conocemos: el habitante del planeta Kriptón cuya nave aterriza en el pueblo de Smallville, y crece para convertirse en el tímido periodista Clark Kent, que se las siente con Lois Lane y no con la kriptonita.