Haciendas de Guanajuato
Mi padre fue un historiador sui generis. Nunca limitó su trabajo indagatorio a las fuentes documentales y archivísticas. Concebía la historia como un proceso continuo del que se podía conocer mucho indagando en el presente. Cuando a principios de la década de los ochenta el coordinador editorial del gobierno de Guanajuato, Gonzalo Andrade, le encomendó la realización de una investigación sobre las haciendas de la entidad, mi padre asumió la encomienda con un enorme entusiasmo. Como era su costumbre, involucró en su empresa a toda la familia. A partir de entonces dio inicio un periplo por los 46 municipios en búsqueda de las haciendas en mejor estado físico, de entre las más de 400 que todavía se mantiene algún vestigio. Los recorridos de campo fueron intensos, acompañados de entrevistas con los lugareños y con los cronistas locales. Gracias a este contacto de primera mano, el historiador pudo reseñar crónicas de 31 haciendas en 19 municipios que nos conducen, como diario de viaje, hasta la propia época de florecimiento de estas instalaciones productivas. La fotografía de Rafael Doniz en esa primera edición ayudaba a trasladar la imaginación del lector hacia esos tiempos de bonanza, que hicieron del Bajío el “granero de la Nueva España”, como lo calificó Alejandro de Humbodt en su visita en 1803.
El debate sobre la gran propiedad agraria en México fue un tema que siempre preocupó a mi padre. A pesar de que la dedicatoria de su libro dice; “A los hombres y mujeres de mi pueblo que con su lucha hicieron posible el desmembramiento de los latifundios en el estado de Guanajuato”, estoy convencido de que nunca estuvo muy de acuerdo con la dinámica caótica del reparto agrario que en los años treinta del siglo XX destruyó el sistema productivo de las haciendas. La alta eficiencia de éstas no pudo ser emulada por los ejidos que desmembraron la sofisticada infraestructura que construyeron a lo largo de cuatro siglos. El resultado fue desastroso: la crisis agrícola de los años cuarenta, que obligó a la emigración de campesinos del Bajío hacia otras entidades y en particular hacia los Estados Unidos, gracias a que el Programa Bracero se presentó como válvula de escape en esa época. Triste destino para un sistema agrícola que fue modelo de alta productividad, y que no se sustentó en la expoliación de tierras comunales ni los abusos sobre de la fuerza de trabajo, como sí sucedió en el sur zapatista del país.
El libro permitirá que los guanajuatenses conozcamos parte de nuestro legado. No es menor. Algunas de las haciendas ya tienen aprovechamientos económicos que garantizan su preservación. Otras se mantienen sometidas a la depredación y al desgaste del abandono. El Instituto de Cultura de Guanajuato ya emprendió un Diplomado sobre las Haciendas que pretende llevar a sus participantes a los propios fundos, para que, como hizo mi padre, aprendan en campo el valor de la historia.
Antropólogo social. Profesor investigador de la Universidad de Guanajuato, Campus León. [email protected] – www.luis.rionda.net - rionda.blogspot.com – Twitter: @riondal