martes. 01.07.2025
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21/02/13

Secretos

¿Por qué valoramos tanto los secretos? Tal vez porque son lo único realmente nuestro. Hoy recordé la muerte de mi abuela y, que mientras servía los rones y cafés durante su velorio, conocí demasiado de la vida de esa mujer que, además de ser la madre de mi papá, es muy parecida al reflejo que veo todos los día en el espejo.

¿Por qué valoramos tanto los secretos? Tal vez porque son lo único realmente nuestro. Hoy recordé la muerte de mi abuela y, que mientras servía los rones y cafés durante su velorio, conocí demasiado de la vida de esa mujer que, además de ser la madre de mi papá, es muy parecida al reflejo que veo todos los día en el espejo.

Bertha era el nombre de mi abuela, una mujer de enormes ojos, ojeras profundas y atrayente de muchas envidias. Se casó tres veces, enviudó las mismas y cuando murió a sus 75 años estaba comprometida con un adinerado granjero de Texas, pero una pulmonía se la llevó al más allá. Mas mi tema son los secretos, no mi abuela. Descubrí, en voz de mi madre y mis tías poco afectuosas por la suegra tendida, los oscuros secretos de mi abuela, que guapa como era, coleccionó más amores y pasiones que maridos. Lo que conocí de la vida de mi abuela y sus amores me llenó de gozo. Supe que había vivido intensamente y no era una vieja que sólo hacía tamales y pasteles sabrosos, sino una mujer que vivió a plenitud.

Hace unos días velamos al padre de una amiga. –Era un hombre maravilloso, no tenía secretos- dijo mi estimada, pero me quedé con una comezón en el pensamiento. ¿No tenía secretos? ¿Cómo es eso? Imaginé entonces que el fallecido hombre siempre contó a sus padres lo que pensaba o vivía; que siempre platicó del beso que robó, del amigo a quien envidió la novia, de lo que hizo las noches que no llegó a casa a dormir, que siempre le contó a su esposa el número de traseros que miró por la calle y de los pensamientos que le vinieron a la cabeza, además de las infidelidades y otros pormenores.

¡La manga! No hay ser sin secretos. Hay pensamientos y acciones que deben quedar para nuestro conocimiento exclusivo, y tan desconocidos por los demás, que ahí radica su valor.

Cultivemos la secrecía, que nos regala sonrisas para el alma y da calma a nuestros seres queridos. Pero no lo digan a voz abierta, que esto es un secreto.