Despertemos, ¡algo está pasando!
Desaparecer escuelas que fomentan el espíritu crítico es la intención en boga del sistema neoliberal, desaparecer nuevas formas de hacer educación está de moda entre los que detentan el poder… Carlos, de la Normal de Ayotzinapa, nos pregunta: ¿qué habrá de hacerse?
“En el sistema neoliberal, a
los jodidos nos toca
poner los muertos”
Juan Pedro Chávez
educador social guanajuatense
“Hace tiempo me dijeron
que aquí no pasa nada,
que todo está guardado
para que no le pase nada”
Aquí no pasa nada
Caifanes
César Zamora
Ahora mismo estoy con algunas estudiantes de la Universidad Pedagógica Nacional y la Universidad de Guanajuato, es miércoles 19 y los vientos de la revolución social se cuelan por las rendijas de los ventanales. Estamos conversando con Carlos Pérez, de la Escuela Normal Rural “Raul Isidro Burgos”, de Ayotzinapa, y Miriam, también de apellido Pérez, originaria de Tamazulapan, Oaxaca. Estamos en la Pedagógica y Carlos, quien se quebranta en cuanto evoca el horrísono ataque del 26 de septiembre en Iguala, exige que se luche por evitar la privatización de la educación en México. Es un llamado para pedir la colaboración de las organizaciones sociales del centro, es el grito de un normalista que sufre en carne propia el terrorismo de Estado. Es el grito de un joven que habrá de convertirse en educador social, en alfabetizador de la sierra y la selva, en alguien que no habrá de ser como un Savater u otro pregonero que cobra cifras milenarias por una plática orientada a mantener el orden establecido o una simple declaración ante la prensa tradicionalista para reiterar que “aquí no pasa nada, que todo está guardado para que no le pase nada”.
Para él, para Carlos, es un oprobio que el gobierno ya pronuncie en voz alta la intención de mercantilizar la educación, de venderla en abonos como si de una tablet se tratara. Es extraño escucharlo en la ciudad más españolizada de México, en un sitio donde las ambiciones colonialistas tomaron un cariz harto terrorífico hace 300 años, pero el olor a pueblo indignado ya está aquí, el paisaje guanajuateño se ha teñido del color desencanto nacional.
—Despertemos, ¡algo está pasando! —exclama. Es la víspera del 20 y se espera que por todos lados se manifieste la disconformidad con lo que la clase gobernante ha deshecho en este país.
Escuchamos la postura del alumno costeño en petit comité. Y entre pocos sabemos que desaparecer escuelas que fomentan el espíritu crítico es la intención en boga del sistema neoliberal, desaparecer nuevas formas de hacer educación está de moda entre los que detentan el poder, porque así es más fácil «anestesiar al individuo», y desaparecer es el verbo predilecto del peñanietismo: desaparecer opiniones disidentes, desaparecer las humanidades, desaparecer las protestas, desaparecer el apoyo económico para las Normales Rurales. En vez de pensadores, quieren convertirnos en expertos que cumplan los encargos que las élites plantean.
—No permitamos que las empresas trasnacionales se apoderen de los recursos naturales de los pueblos indefensos, no permitamos que esas mismas trasnacionales vengan a privatizar la educación, que no vengan a moldear conciencias a su antojo. Las multinacionales están extendiendo sus tentáculos en las administraciones públicas —advierte el joven guerrerense y la matanza de Iguala, que le ha dejado un amargo rictus en el rostro, lo transfiere a otros momentos: la dictadura militar chilena en los años 70 del siglo XX, la masacre en la plaza de las tres culturas el 2 de octubre de 1968, la matanza de Aguas Blancas el 28 de junio de 1995 y otras atrocidades del México que hoy vemos macilento e indignado.
Algunos aspectos se nos escapan cual si fueran peces, pero intentamos captar todos los matices de la situación.
Convertir la universidad, cualquier universidad, en una empresa, es mucho más peligroso para México que el fundamentalismo islámico o el virus del ébola, ya que la intención del bloque hegemónico, del PRI dinosaúrico, del sistema neoliberal, es convertir a cualquier estudiante universitario en un ser que actúe de manera mecánica. Léanlo bien: pareciera ser algún guión teratológico para el cine de Hollywood, con Brad Pitt como protagonista, pero el sistema neoliberal eso pretende: desaparecer la educación gratuita. Podríamos pactar una tregua para recordar algunos pasajes de “La doctrina del shock”, de la periodista canadiense Naomi Klein, pero es la versión narrada por él mismo, es la crítica incisiva que él mismo hace.
—¿Y cómo pretenden desaparecer la “Raul Isidro Burgos” de Ayotzinapa, que se fundó hace 86 años? —nos pregunta.
Es cierto que Lucio Cabañas estudió en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa y que fue líder de un grupo armado, pero comúnmente se omite que protegía a la comunidad de las «guardias blancas», viejos instrumentos de represión social. Es cierto que los normalistas de Ayotzinapa hacían labores de «boteo» el 26 de septiembre, pero comúnmente se omite que recolectaban recursos para sufragar sus gastos alimentarios.
—Las autoridades nos han cortado los recursos que anteriormente se destinaban a costear los gastos del comedor. El gobierno pretende reventar las licenciaturas de izquierda, las escuelas donde se fomenta el espíritu crítico.
Miriam le secunda cuando él dice que la Escuela Normal es como su casa, la única esperanza para seguir estudiando.
—Somos hijos de campesinos, de proletariados, provenimos de lugares muy alejados y formamos parte de familias muy numerosas, sólo nos impulsa el sueño de sobresalir.
La Escuela Normal de Ayotzinapa es un modelo a seguir para la concientización del pueblo de México y eso —agrega— ya lo detectaron «allá arriba».
Los estudiantes de las normales rurales no son criminales: son jóvenes de origen rural y se les inculca el amor genuino por la escuela. Luchan incansablemente para acceder a la educación superior y el Estado mexicano, a pesar de todas esas precariedades, ha tratado de invisibilizarlos, pues hablar y obrar con reflexión es algo que los distingue desde la época de “Tata” Cárdenas.
—Poco a poco, el gobierno nos está retirando apoyos y se vuelve necesario el «boteo»; son indispensables las jornadas de recolección para costear nuestros alimentos o nuestras raciones.
Y es cuando Miriam se resuelve a emitir un dato con el que se nos congelan las manos:
—El alimento diario para un estudiante rural cuesta 53 pesos y el de un caballo de la policía montada cuesta cuatro e inclusive cinco veces el de un normalista de Ayotzinapa, pero el gobierno nos está retirando los apoyos. Para el estamento nobiliario vale más un caballo.
En un «sistema de internado» como el de la Normal de Ayotzinapa, es imprescindible garantizar la ración diaria para los alumnos. Y desde su perspectiva, el bloque hegemónico propuso acabar con la Normal por la vía de la inanición, es decir, suprimiendo el apoyo económico para el comedor.
El déficit alimentario en la Normal de Ayotzinapa, en el municipio de Tixtla, no representó impedimento alguno para continuar con las labores académicas y a la comunidad estudiantil. Además de la alergia al burocratismo, le sobrevino la desgracia por todo el orbe ya comentada. La resistencia —o la insistencia— de los normalistas no fue algo que les agradara a las autoridades de Guerrero y, a semejanza de lo ocurrido en Tlatelolco hace 46 años, se registró el quizá previsible derramamiento de sangre en la ciudad de Iguala.
Y 43 compañeros de lucha, como ya se sabe, están desaparecidos —añade.
En una plática lacrimosa, Carlos pide echar mano de la educación social para que las nuevas generaciones caigan en la cuenta de que algo sí está pasando en México y no es lo que nos cuenta el duopolio televisivo.
—Hay muchas formas de hacer educación, no solamente la institucional. Hay muchas formas de escrutar la realidad nacional, no sólo la opinión sesgada de un telecomentarista. Sociedad: ¡ya despierta, algo está pasando!, no veamos la educación como un producto de supermercado, no la veamos como un objeto para el consumo.
Juan Pedro Chávez, un educador social guanajuatense, comulga con las ideas de Carlos:
—Pensemos en nuevas formas de hacer educación, de socializar la educación, de crear colectivos. Y si no conocemos la historia, es poco probable que hagamos algo provechoso por la sociedad. La educación es un compromiso eminentemente social, jamás lo olvidemos.
Y es el mismo Carlos quien se encarga de recapitular los puntos principales y hacer el cierre de la sesión… y lo hace sin remilgos:
—No basta con encarcelar al presidente municipal de Iguala para resarcir la desgracia, no basta con destituir al gobernador de Guerrero, no basta con desterrar al presidente de la República. El culpable de todo lo que está pasando en México es el sistema neoliberal, él es el culpable de todos los atropellos, es el culpable de que la educación gratuita esté en peligro de extinción.
Pensémosle pues.