martes. 23.04.2024
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César Zamora
12:31
15/12/14

El proceso de nominación priísta en Silao: ¿un lodazal?

"¿Qué factores exógenos incidieron en el proceso de nominación priísta en Silao? ¿Cuáles son los factores intrapartidistas que han puesto en tela de juicio —o le niegan— el triunfo a Leonel Mata?"

El proceso de nominación priísta en Silao: ¿un lodazal?

¿Quiénes pueden ser elegidos como candidatos? ¿Sólo pueden serlo quienes gozan del mecenazgo de un patriarca? ¿Quiénes eligen a los candidatos: todos los miembros del partido o sólo algunos? ¿Cómo se eligen los candidatos: mediante procedimientos selectivos de la misma militancia, o son directamente designados por órganos revisores del partido, por un «dedazo» de las élites o por un líder de corte carismático? ¿En qué sentido se han dado modificaciones hacia mecanismos más —o menos— participativos?

¿Qué factores exógenos incidieron en el proceso de nominación priísta en Silao? ¿Cuáles son los factores intrapartidistas que han puesto en tela de juicio —o le niegan— el triunfo a Leonel Mata?

Aunque el análisis de todas estas interrogantes es crucial para comprender el proceso selectivo del candidato del PRI a la Presidencia Municipal de Silao, sólo me centraré en algunas de ellas para no incurrir en ambages.

Factores vinculados al entorno de los partidos —las condiciones contextuales de Silao como un municipio recientemente industrializado, por ejemplo—, la estructura organizativa interna —comités constituidos por capricho— y la existencia de facciones oscuras de poder —como «el Yunque» o grupos de tendencias europeístas— modelan la relación entre élites, (pre)candidatos y militantes (electores).

En un proceso selectivo, cualquiera que éste sea, estos condicionantes pueden incidir en la capacidad de las élites partidistas para determinar el nombre del candidato frente a la capacidad de las bases para modificar las predilecciones de la cúpula, e implican un aspecto factual: se constituyen en un «elemento legitimador» de aquello que es posible hacer —o no— dentro de un partido.

En el caso del PRI, el principal factor externo gravita sobre la impopularidad del alcalde Enrique Solís y respecto a la organización jerárquica vemos que Filiberto Garnica —un factótum de Enrique Solís— es el presidente interino del Comité Directivo Municipal (CDM). Y aún perviven el «old way of thinking» y el «old way of acting»: los caciques locales —los herederos del estatus colonial— no aceptan a Leonel Mata como el candidato del PRI. El reglamento preceptivo del priismo tribal desdeña la sangre blanquiazul (no olvidemos, por ejemplo, que Enrique Solís se confrontó con Patricia Rodríguez Rocha, secretaria general del CDM, por el «coqueteo» de ella con el panismo).

Luego entonces, ¿qué es posible hacer —o no— dentro del PRI?, ¿reventar procesos cuando las élites no se complacen con los resultados? ¿Simular procesos inclusivos para tomar decisiones exclusivas? ¿Coartar o restringir las aspiraciones de un ex panista?

En el antiguo lenguaje nacionalista, el priismo letrado cree que detrás de la convención para elegir candidato, en la que ganó Leonel Mata, se debe encontrar «algún alguien» con muchos atributos cognitivos, muchos medios técnicos y mucha frialdad para meditar una operación capciosa.

La rumorología de la ciudad busca la mano oculta y apunta a todas partes. Desechemos cualquier gatuperio imaginable que pudiera intrigarnos o distraernos para ir paso a paso:

La realización de votaciones internas manifiesta per se un mayor nivel de inclusión de actores en el proceso de decisión partidista, mientras que el nombramiento por la vía de un solo líder, quien tiene monopolizada la repartición de las candidaturas, remarca la existencia de una estructura de dominación–sumisión, con menor índice participativo que la anterior y reglas de juego más rígidas, aunque sí hay rencillas entre los (pre)candidatos por la aceptación del líder, la venia del «macho alfa» o, en ambientes cuasi feudales, «el beso del Rey» (busquemos un patriarca en territorio guanajuatense que desequilibre la balanza, verbigracia Francisco Arroyo o Gerardo Sánchez).

La antigüedad en la afiliación —si acaso tres años—, el pasado panista y la desaprobación de los caciques locales mantienen a Leonel Mata en ascuas. E inclusive corren dos noticias vagas entre los corros priistas: el nombramiento por la vía de un solo líder bajo el manto del proceso interno y la presencia —quizá ya prevista— de una «fiera corrupia» para enrarecer la disputa por el premio (la candidatura).

¿Quién puede ser, entonces, el candidato del PRI a la Presidencia Municipal? ¿Quién puede presentarse como tal en las elecciones constitucionales del año entrante? ¿Se impondrá, acaso, la decisión de la cúspide?

En trayectoria curricular, el candidato potencial y aún no legitimado del PRI, Leonel Mata, supera a Juan Gerardo Vallejo, su rival en las internas. En aceptación popular, el primero también aventaja —y por mucho— al segundo (y sólo véanse los resultados de la última asamblea priista: 198 votos para Leonel Mata, tan sólo seis para Juan Gerardo Vallejo).

Aun así, es normalmente sencillo para los partidos acomodar sus reglas en función de sus estrategias electorales o de pactos suscritos en determinadas regiones —como el Bajío—, con lo cual es trabajo factible hacer que los órganos del partido u otras instancias, ajenas al partido, legitimen o desechen una candidatura a través de mecanismos excepcionales.

La selección de un candidato supone una serie de evaluaciones previas por parte de los dirigentes. Si la meta del partido es garantizar la continuidad en el poder municipal, la selección del candidato debe estar guiada por esa premisa. Y he aquí el dilema para Santiago García, líder estatal del PRI, y panifóbicos que lo acompañan: la probable candidatura de Leonel Mata desmembraría al partido tricolor —a semejanza de lo ocurrido con el PAN en 2012— y la nominación de un personaje vinculado al presidente municipal favorecería a la oposición en términos electorales (en un análisis taxonómico del sistema local de partidos, el PAN podría convertirse en la primera fuerza política del municipio por los yerros de Enrique Solís, quien ganó en 2012 por el desmembramiento de Acción Nacional).

Aquel (pre)candidato que le dé a los dirigentes el mayor nivel de certidumbre respecto a la satisfacción de la meta será quien compita en las externas (¿y habría que decir que el neo–imperialismo de los monopolios y los holdings transnacionales también cuenta para decidir qué debe suceder en Silao?).

Y si Leonel Mata, ex delegado del Registro Agrario Nacional (RAN) en Guanajuato, no goza del beneplácito de un grupo reaccionario, ¿decaería la fuerza numérica del Revolucionario Institucional? ¿Imprimirá un influjo especial a la dinámica partidista? ¿O tendrá que esperar otros tres años?

Para legitimar su nominación, el virtual ganador requiere, fundamental y obligatoriamente, dos cosas: a) captar el aprecio de quienes lo desestiman, porque —en niveles menores— los caciques locales y los apóstoles del partido son los que influyen significativamente en la definición del aspirante (Freidenberg, 2001); y b) parece ser que la realización de las elecciones internas reflejó la competencia entre los dos liderazgos visibles y una mayor vocación participativa de las élites, sin embargo, debe estar en gracia con los líderes nacionales (léase los ya citados Francisco Arroyo y Gerardo Sánchez, el senador Miguel Ángel Chico o las diputadas federales Guadalupe Velázquez y Ma. Elena Cano Ayala, y otros u otras que tienen conexión franca y directa con figuras del ámbito estatal, como Diva Gastélum… ¿y qué hay con el timonel neoliberal que dirige los desatinos, perdón, los destinos de México?).

¿Qué es lo que el dirigente busca: quiere promover la confrontación para insertar «un tercero en discordia» o acaso pretende la unidad del partido? A estas alturas, ya ni se sabe. Pareciera ser un lodazal.

Ahora, Leonel Mata y el grupo que respalda a Juan Gerardo Vallejo están en guerra. La disputa por la candidatura los enfrentó, se lanzan acusaciones mutuas por el resquebrajamiento del PRI que, dicho sea de paso, está contra la pared, frente a una oposición con mayor percepción positiva en el municipio.

¿Qué está ocurriendo? ¿Incongruencias? ¿Sofisticada simulación? ¿Crear riqueza y después justicia y democracia?

Esperemos que no se hayan traspasado los límites de la decencia política.

Referencias básicas:

● FREIDENBERG, Flavia. El reino de Abdalá Bucaram: El Partido Roldosista Ecuatoriano en busca del poder (1982–2000). Salamanca, España: Ediciones Universidad de Salamanca. Tesis Doctoral, 2001.

● SARTORI, Giovanni. Partidos y sistemas de partidos. Madrid, España: Alianza Editorial. Segunda edición, 1992.