Confieso: soy un depredador
Sí, lo confieso. En términos ambientales en casa cuidamos muchas cosas: separamos la basura, hacemos composta, producimos parte de la energía que consumimos con celdas solares y captamos el agua de lluvia en un gran depósito para usarla en la época de secas. Pero me confieso dependiente del automóvil. Lo uso diario. Se calcula que en México, el 80% de la contaminación auditiva y el 75% de la contaminación del aire son causadas por el transporte motorizado. Si se considera la capacidad de carga en relación al uso de energía, los autos tienen el segundo lugar en ineficiencia, solo superados por la motocicleta. Aunque habría que hacer consideraciones, porque una cosa es la capacidad de carga y otra la carga real que usamos. Hay que decirlo, los que usamos diario el automóvil somos depredadores del ambiente, aunque le peguemos calcomanías ecologistas y los pintemos de verde.
Hay que decir también, que pertenecemos a una minoría. En México, entre el 70 y 80% de los viajes se hacen en transporte público o individual no motorizado (bicicleta o a pie). Y esa minoría recibe grandes subsidios para que podamos seguir usando indiscriminadamente nuestro carro. Según el Instituto de Políticas para el Transporte y Desarrollo México, la mayor parte de la regulación e inversión en movilidad que hace el Estado en México no se canaliza al transporte público, ni a infraestructura para bicicleta, ni para facilitar los viajes peatonales, sino a la construcción de infraestructura para favorecer los viajes en automóviles particulares (66% de la inversión). Mantener nuestras ciudades aptas para el uso intensivo del automóvil particular supone un gasto que además produce más inequidad: el 30% que tiene auto, se beneficia del 66% de la inversión en movilidad, lo que nos da, además ventajas competitivas contra los que no tienen auto, que tardan más en viajar, ocupan más tiempo del día en desplazamientos y ven limitado su tiempo laboral o de ocio. Todos esos pasajeros apretujados contra la ventana del autobús a las 7 de la mañana, han de sentirse orgullosos de contribuir con sus impuestos a la comodidad del conductor que los rebasa tranquilamente dando sorbos a su café.
Pues confieso que soy de ese 30 por cierto. Pero debo balbucear una defensa a la que tengo derecho: mi modo de vida (la distancia a la que vivo, mi trabajo que me lleva del centro a la periferia, de un lado a otro en citas, clases; el número de actividades diversas que llevo a cabo durante el día; todo eso me es imposible hacerlo si me muevo en autobús o bicicleta. El transporte en las ciudades mexicanas, más allá de la comodidad, es un 60% más lento que el transporte privado, sin contar los tiempos de espera, sobre todo en zonas de poca demanda de pasajeros, en las que se amplían los periodos entre uno y otro autobús. Aunque aquí cabe una pregunta: ¿ese modo de vida se construyó con base en el supuesto de la propiedad de un vehículo? Si no hubiera tenido automóvil ¿no hubiera tomado otras opciones, diseñado otro estilo de vida?
Esa es la cuestión, y no es sólo un asunto personal. El problema del uso intensivo del automóvil, pasa por: a) cuestiones culturales (costumbres, modos de vida, estatus); b) por ineficiencia del transporte público, con todos sus componentes (tiempos de recorrido, comodidad, incertidumbre, interconexión) y, especialmente, c) la conformación urbana que está diseñada para ser recorrida en automóvil. Esto último tiene que ver con la dispersión de la ciudad y de los servicios, las vialidades, los carriles preferentes y protección para los peatones y ciclistas etc. Así como yo me he construido un modo de vida que ha hecho imprescindible al auto particular, las ciudades se configuran y apuestan en conjunto por los autos. Todas las grandes ciudades del País han hecho eso desde 1950 a la fecha.
Hay acciones en sentido contrario, a favor de los medios de transporte público o motorizados, pero son acciones aisladas. Una muestra de esto es la cantidad de ciclovías que se han hecho en León, quizás lo mejor de los últimos gobiernos panistas. Pero a la par de la construcción de estas vías especiales, se construye una vía rápida con puentes costosísimos en los que el transporte público y el no motorizado quedan relegados. La ciclopista que ya existía se mantiene en el centro, pero ahora para cruzar de una lado a otro de la vía será muy complicado y peligroso. Se evitan los semáforos, pero quienes tendrán que hacer los recorridos más largos son los que se desplazan con energía humana. Otro ejemplo: la carretera de salida a Silao. Para evitar congestionamientos de automóviles, han quitado semáforos, y en horas pico dejan en verde los que existen para desahogar el tránsito. Si usted es peatón o ciclista para cruzar esa vía se necesita mucho valor, agilidad, y tener todos sus asuntos en orden, por si las dudas. Podríamos enumerar cientos de ejemplos en nuestra ciudad en otras del País.
Según datos del Banco Mundial, en la mayor parte de países europeos, e incluso en Estados Unidos, la proporción de autos por habitante ha ido disminuyendo en la última década. En México y America Latina seguimos aumentando. Si queremos que disminuya, tenemos que mejorar el transporte público, hacerlo más eficiente, más lógico, confiable, rápido. Tenemos que seguir pensándolo como un sistema en el que interactúen fácilmente con otros medios (paraderos con estacionamiento de bicis, bicis en renta) estacionamientos para que los foráneos puedan cambiar auto por transporte público; parquímetros que desincentiven el uso del automóvil o que generen recursos para subsidiar a otros medios (las bicis en renta, por ejemplo).
Pero se tienen que pensar medidas más radicales, de largo plazo, que tienen que ver con apostar por otras formas de movilidad. ¡Hay que subsidiar el transporte público y no motorizado, claro que sí! A los enemigos de toda clase de subsidios, les diría que se opongan, por lo pronto al enorme subsidio que significa el utilizar más del 60% del gasto en movilidad en los autos.
Nota. Gran parte de la información y propuestas del artículo están inspiradas en el texto: “Guía de estrategias para la reducción del uso del auto en ciudades mexicanas” Publicado por el Instituto de Políticas para el Transporte y Desarrollo México.