Lo inmoral, legal
"Ya sabemos que nuestra política rebosa de humoristas involuntarios. Los hay más activos y relevantes que otros, desde presidentes hasta funcionarios menores. Pero en todas las épocas y en todos los partidos aparecen constantemente estos maestros del dislate que pasarían inadvertidos si no fuera porque la suma de nuestras malas decisiones y su habilidad política los reiteran frente a los micrófonos"
Ya sabemos que nuestra política rebosa de humoristas involuntarios. Los hay más activos y relevantes que otros, desde presidentes hasta funcionarios menores. Pero en todas las épocas y en todos los partidos aparecen constantemente estos maestros del dislate que pasarían inadvertidos si no fuera porque la suma de nuestras malas decisiones y su habilidad política los reiteran frente a los micrófonos. En estos días leí las declaraciones del señor Madero, presidente del PAN, al respecto del papelón que hicieron sus legisladores. No me refiero, desde luego al papelón que hicieron en el Congreso, sino en una fiesta privada amenizada por mujeres públicas. Dijo el ínclito político, sin titubear y sin esos gestos ligeros que dan la clave al interlocutor de que lo que se acaba de decir o se va a decir es broma: "son imágenes que se graban y ofenden a la imagen que tiene la gente de los políticos".
Cuando uno se convence de que lo que acaba de decir el funcionario partidista no es una broma, y que él cree de verdad que la imagen que el pueblo de México tiene de sus políticos puede aún dañarse más, como que da ternura. ¿Qué imagen cree el pobre señor que el pueblo de México tiene de sus políticos? Y digo esto, no porque yo afirme que todos los políticos son iguales, pero si algo ganamos en esta transición fallida, fue trasladar la imagen de corruptos y vividores que tenían los priístas, a toda la clase política.
La fiesta se presta a burla, más que otra cosa, por la imagen de recatados y decentes que todavía quieren tener muchos panistas. Pero si quisieran ver cuáles son las cosas que en verdad “se nos quedan grabadas” a los ciudadanos, y dañan su imagen más que un tratamiento con ácido a la estatua ecuestre de Carlos III, basta con revisar los frutos cotidianos de los partidos y de los políticos, lo del día a día.
Hace unas semanas, por ejemplo, salió a la luz el tema de los gastos dentales que los diputados y diputadas de Guanajuato cargan al erario, como si los salarios que les pagamos no les alcanzaran para cubrirlos. Alguna diputada, para colmo, le pagó el servicio a su novio. Fresco tenemos también el caso del bono que el Congreso entregó a los partidos en la Cámara, para que se lo gastaran según su real y santa voluntad. Como alguna vez nos contestó una diputada del PAN: una vez que firmamos de recibidos esos, como otros tantos ingresos añadidos al salario, se dan por comprobados. Perdón que insista, porque muchas veces escribo de eso, pero no pasan inadvertidos para la ciudadanía los salarios que se auto asignan en las cámaras, y que generosamente comparten con otros puestos gubernamentales. Ni qué decir de las prerrogativas de los partidos políticos, que están amarradas y garantizadas porque fueron lo suficientemente listos y abusivos como para establecerlas constitucionalmente (lo que las deja a salvo, por ejemplo de una consulta popular).
¿Por qué daña la imagen de los políticos, nos dirá el señor Madero, si todo eso es legal? Nada, ni los bonos, ni los salarios estratosféricos, ni el botín de los partidos, está fuera de la ley. Eso es precisamente lo peor del asunto: los políticos, a través de los partidos, se han dado a la tarea de construir un andamiaje en el que lo inmoral sea legal. Algo así afirmó hace poco el zacatecano Monreal, que con un poco de vergüenza, trata de devolver una parte de todo ese dinero mal habido. Pero tan es legal lo inmoral, que ahora la Tesorería de la Federación se hace bolas y le dice que no lo puede recibir de regreso, porque ese hecho inusitado (¿el de un político con vergüenza, o el de la devolución de un dinero por principios éticos?) no está contemplado en la Ley.
¿Por qué está dañada la imagen de los legisladores, nos dirá el señor Madero, si aprobamos leyes como nunca antes? El problema es que nos venden con bombos y platillos una reforma electoral como si fuera el cambio del siglo, cuando sabemos que, salvo las candidaturas independientes, dejaron intactos todos los privilegios de los partidos: no se tocó el financiamiento, ni los plurinominales, ni el la democratización interna. Ninguna de estas demandas ciudadanas entró siquiera a discusión, o al menos no lo supimos.
Nos venden una reforma energética con promesas difíciles de cumplir, y que muy rápidamente se han encargado de matizar: “bueno, sí, la gasolina y la electricidad van ser más baratas, pero va a tardar...” Mientras, tenemos que asumir entre todos los pasivos de Pemex, incluidos los desfalcos de Romero Deschamps y su sindicato, que gozan de cabal salud. Dicen que mejoran las leyes de participación ciudadana pero se preocupan más por llenarlas de candados. Son sólo unos ejemplos.
Es de dar risa que el señor Madero se preocupe por el daño que la bacanal blanquiazul hace a su imagen. Pero me preocupa que en realidad no se den cuenta de cuan deteriorada está actualmente. ¿Es que vivir en la cúpula no les permite ya percibir lo que sienten los ciudadanos de a pie? ¿No se dan cuenta que con lo que ganan los diputados en un mes se podría construir una escuela de primera, con biblioteca y espacios deportivos? ¿No se dan cuenta que su preocupación por el salario mínimo suena hueca cuando ellos lo reciben multiplicado por setenta cada mes? ¿Creen que no nos enteramos de que los actos de corrupción de sus correligionarios son solapados a menos que no quede otra salida, o que sea políticamente redituable cortar algunas cabezas? ¿Creen que no notamos el contraste entre las lisonjas preelectorales y el desprecio postelectoral por la ciudadanía?
No todos los políticos caben en el mismo huacal, es verdad. Conozco algunos buenos. Pero la resultante es una imagen muy deteriorada. Los decentes, que son los menos, no han podido, o no han sabido, establecer un marco legal en el que lo inmoral no tenga la bendición de la ley. Mientras tanto, diviértanse como quieran y suban sus videos a las redes sociales. No hay mucho por perder.