Opinión • Burocratitis, patología • David Herrerías
Me voy a distanciar brevemente de los temas que acostumbro tocar en estas páginas, para adentrarme con un poco de atrevimiento en otros, propios de la medicina. Efectivamente, este artículo describirá los síntomas de la burocratitis, una afección que, si bien se ceba principalmente en empleados públicos, está lejos de afectar únicamente a este sector.
La burocratitis es un síndrome que se define como un deseo patológico de mantener un orden estricto en el que el infestado es amo y señor. Un diagnóstico clásico de la enfermedad consiste en preguntarle al paciente: “¿por qué es necesario hacer esto?” Si el médico obtiene por respuesta: “por principio de orden”, son ya innecesarios los hisopos con saliva para confirmar la infección. También es posible detectar tópicamente la infección, siguiendo las filas frente a una ventanilla en la que se escuchan frases como: “Ahora presente estos mismos documentos en la ventanilla 8” (que está a 40 cm del funcionario que lo solicita) o “vuelva al rato, voy a almorzar”.
El Dr. Kafka ha descrito en detalle el síndrome asociado a este padecimiento, de tal forma que podemos detectar fácilmente a quienes lo padecen. La burocratitis lleva, por ejemplo, a la necesidad imperiosa de establecer procesos lo más largos posible, siempre a cargo de los usuarios. Para quien padece burocratitis el tamaño (de los trámites) sí importa. Hay algunos objetos fetiche para los afectados por este virus: el más típico de ellos es el sello. Hay que exigir sellos en cualquier documento, aunque un sello se pueda comprar en la papelería de la esquina y no dé ninguna seguridad.
Las personas con burocratitis ¡no pueden dejar de pedir copias impresas de todo!, aunque tengan los mismos documentos en digital. Parece (lo ha documentado el Dr. Kafka) que tienen una vinculación libidinosa con las cajas de archivo muerto. Contagiados de virus han sido descubiertos en éxtasis sexual sepultados entre documentos inútiles (es mayor el efecto si son tamaño oficio).
Los afectados por este virus sobre-regulan compulsivamente. Les encanta poner semáforos en calles en que se podría regular el tráfico con señalamientos (como “de uno y uno”); les encanta tener calles de un solo sentido, aunque circulen dos coches al día; les excita prohibir. NO es su palabra favorita, y la lentitud cercana al andar del Perezoso es su expresión más clara.
Douglas Adams, que estudió una especie extraterrestre llamada los Vogones, afirma que cuando esta enfermedad ha logrado infestar a las capas de la población que están en condiciones de tomar decisiones, la burocratitis puede llegar a considerarse un asunto grave de salud pública, porque se dificulta el acceso de muchas personas a derechos fundamentales, como, por ejemplo, cuando se niega el acceso al agua mediante procesos burocráticos claramente infestados de burocratitis.
Lo peor del asunto es que aún no hay vacunas contra este malvado bicho.