martes. 17.06.2025
El Tiempo

Opinión • La Iglesia en la encrucijada • David Herrerías

“Durante siglos la Iglesia ha sido un pozo de contradicciones y se ha cuestionado su papel en el mundo. Su relación con el poder, con las doctrinas éticas y filosóficas contemporáneas, con la ciencia…”

Opinión • La Iglesia en la encrucijada • David Herrerías


El cristianismo surge de un rabí reformador de la religión judía de su tiempo. Hombre extraordinario que dedicó su corta vida pública a sanar y a predicar a Dios, el mismo de los judíos, pero como papá amoroso y cercano, especialmente a los más pobres y los excluidos. Al morir Jesús queda una pequeña secta religiosa al interior del convulso mundo palestino. Pero sus seguidores irán extendiendo la noticia de su resurrección a lo largo de los confines del imperio romano, y lo que empezó siendo un movimiento religioso alternativo fue creciendo hasta convertirse en religión de Estado. 

Durante siglos la Iglesia ha sido un pozo de contradicciones y se ha cuestionado su papel en el mundo. Su relación con el poder, con las doctrinas éticas y filosóficas contemporáneas, con la ciencia. Pero la pregunta de fondo tendrá que ver siempre con la fidelidad que debe tener la institución al mensaje original de Jesús.

En los años 60 del siglo pasado, Juan XXIII y Paulo VI decidieron abrir las ventanas para que entrara aire fresco y soltaron las amarras para que las iglesias particulares reflexionaran sobre su estar en el mundo. Eso desató procesos de cambio diferentes en el mundo. En algunos países los cambios más importantes tenían que ver con la liturgia o la moral, mientras que en América Latina la reflexión giró principalmente en torno a la injusticia social.

Polonia fue siempre un bocado apetitoso para el imperio ruso. Un elemento de identidad nacional era el catolicismo, que oponían los polacos a la fe Ortodoxa Rusa como oposición al imperialismo de su vecino. Pero después de la II Guerra quedaron bajo el yugo de Stalin y el comunismo. De esa circunstancia saldría un Papa que asumiría como tarea prioritaria derrumbar al comunismo y fortalecer una idea dura y tradicional de Iglesia, al modo polaco. Durante 26 años Juan Pablo II metió reversa al agiornamiento y destruyó todo lo que pudiera tener algún tufillo izquierdista.

Después del interregno de Benedicto llegó a Roma alguien que creció en los procesos de la iglesia latinoamericana de los 60. Un jesuita, con la decisión firme de volver a abrir las ventanas y continuar con el proceso iniciado en el Concilio. En algunos temas, se trató de volver a la raíz y a la sencillez del fundador. En otros, de abordar las cuestiones éticas más urgentes con una mayor apertura. Introdujo, además, la cuestión medioambiental como preocupación central de la Iglesia. Una revolución inacabada, insuficiente para muchos. Pero también con detractores, que sienten que una iglesia que no se mantenga fiel a la tradición perderá su esencia y terminará disolviéndose en el mundo.

A la muerte de Francisco sigue una gran interrogante. ¿Será capaz la Iglesia de elegir a un pastor que dé continuidad a los cambios? ¿O ganará otra vez la idea de una Iglesia fuerte gracias a su capacidad de resistir los vientos y las mareas, sin modificar sus formas ancestrales? Hagan sus apuestas.