viernes. 21.03.2025
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Opinión • Otra Navidad es posible • David Herrerías

“No en balde un gordo rubicundo (que sustituye al caritativo San Nicolás) es el personaje principal en esta época…”
Opinión • Otra Navidad es posible • David Herrerías

Una de las características de la sociedad contemporánea es el cambio que se ha dado en la forma en que nos relacionamos con el deseo. Según Lipovetsky, en las sociedades tradicionales el deseo estaba reprimido por las normas sociales y religiosas. Pero en la época que vivimos el deseo se ha liberado y se ha convertido en una de las fuerzas más poderosas de la sociedad.

Liberar al deseo de su carga moral y sus límites tiene algunas cosas positivas, como el ampliar la libertad individual y permitir el disfrute de muchas cosas que estaban atadas por costumbres y normas no siempre racionales. Pero este deseo es también individualista, hedonista y efímero. Un deseo sin límites centrado en la satisfacción inmediata ypersonal. Una forma de pararse en el mundo perfectamente funcional a la cultura del hiperconsumo de nuestra época.

Una persona con deseos infinitos es la consumidora perfecta.Nunca está satisfecha y cree que todos los deseos pueden ser saciados por el consumo. Y sí, efectivamente una salida de compras puede ser un remedio, pero fugaz, que deja siempre la simiente de un nuevo deseo que alimenta la espiral de deseo, consumo, insatisfacción, deseo. El hiperconsumo convierte con frecuencia a los otros en mercancía, instrumentos de satisfacción. El otro es también un objeto de consumo que está llamado a satisfacer mis deseos. Cuando esto no se cumple, es posible desecharlo y cambiarlo por “un modelo nuevo”. Esto, naturalmente, socava las relaciones profundas y el compromiso interpersonal.

La publicidad se encarga de alimentar esta espiral y lo hace, frecuentemente, alterando el sentido de las cosas. A veces,prometiendo resultados que claramente no puede cumplir, como ofrecer la felicidad en una botella de refresco. Otrasveces, profanando aspectos de los ritos, de los símbolos, al asociarlos al mercado y reduciéndolos en su esencia, para poderlos vender como mercancía.

Todas las evidencias indican que la sociedad de los deseos, en combinación con otros rasgos de la cultura posmoderna,está formando personas más insatisfechas y solitarias. La depresión y la ansiedad encabezan ahora las listas de morbilidad. Tiene lógica, porque sabemos que lo que nos acerca a eso que llamamos felicidad, está siempre ligado a la relación con los otros, al encuentro, a la gratuidad del juego y los rituales sociales. 

La Navidad ha sido uno de esos rituales profanados por la publicidad que invade todo sin recato. Propaganda invasiva que enmascara el sentido religioso de la fecha -el nacimiento de un hombre que fue capaz de cambiar el rumbo de la historia- sustituyendo sus símbolos profundos por versiones edulcoradas, vacías, vinculadas al consumo como éxtasis de la alegría. No en balde un gordo rubicundo (que sustituye alcaritativo San Nicolás) es el personaje principal en esta época. El sentido del regalo es frecuentemente pervertido, porque este es, en su esencia, un medio para expresar simpatía o cariño. Y para serlo tiene que ser auténtico, libre. Pero en la lógica del consumo exacerbado se fomenta como una acción indiscriminada, como una obligación, enmarcada en prácticas frecuentemente forzadas, y que tienen relevancia sólo en términos de consumo, de tener cosas nuevas que yo mismo no hubiera adquirido. 

Es posible luchar para devolver su dimensión profunda y relacional a nuestros rituales y tradiciones. Pero para lograrlo es necesario romper con la lógica que ha pervertido su sentido: la del consumo desbocado que dificulta, incluso, la posibilidad de hacer un alto y conectar con nuestro interior y con los nuestros.

Que la fiesta de Navidad sea este año un espacio de contemplación y encuentro para ti y los tuyos.