sábado. 20.04.2024
El Tiempo

¿Me presta usted a su abuela? • David Herrerías

“¿En qué momento el cadáver deja de ser un resto humano y se convierte en pieza de museo?”

¿Me presta usted a su abuela? • David Herrerías


Imagine que, al entrar al Museo de las Momias, en Guanajuato, usted se topara en la taquilla con un aviso que le advirtiera: “Al adquirir un boleto de entrada a este museo, usted tiene el derecho de ver los cadáveres de antepasados guanajuatenses. Y como contraprestación, usted autoriza al museo para que pueda exhumar el cadáver de su abuelita, en el caso de que las condiciones climáticas y geológicas de su última morada la hayan preparado para tener el honor de ser admirada y exhibida en este distinguido recinto”.

Uno de los rasgos que distinguen a los seres humanos de los animales son los rituales ante la muerte y el tratamiento y respeto que se da a los cadáveres. Aun en culturas en las que los restos humanos permanecen insepultos (como en aquellas que son abandonados en la montaña para que sean las aves y no los gusanos quienes inicien el ciclo de incorporación de ese cuerpo a otras formas de vida) son dejados solos, y los deudos se alejan con pudor.

La exhibición de los cadáveres se asocia más frecuentemente con la necesidad de vejar a los muertos u horrorizar a los vencidos. La crucifixión como tortura durante el imperio romano tenía la intención de hacer sufrir al condenado, pero también de exhibir impúdicamente los restos para ofender y disuadir a aquellos que pudieran simpatizar con el delincuente. Algunas de las escenas más crueles en las revueltas se relacionan con la impiedad con que se trata el cadáver de los vencidos.

Los seres humanos no podemos dejar de ver en el cuerpo sin vida algo de la humanidad que lo habitaba, aun cuando el misterio de la muerte alimente la curiosidad por la impresión que nos dejan los cuerpos cuando la vida se ha ido. Nos horroriza la imagen de la muerte, pero volteamos de reojo o descaradamente para ver el en detalle las huellas de la violencia que dejó a ese cuerpo sin aliento. Pero estaremos de acuerdo en que alguien que desarrolle una curiosidad excesiva por estos espectáculos haría bien en visitar a un psicólogo (a menos que su curiosidad sea científica, y termine siendo un excelente médico legista).

El cuerpo sin vida de un ser querido nos inspira aún más respeto. Y la inmensa mayoría de cadáveres tenían seres queridos que hubieran deseado que los restos de sus familiares fueran tratados con respeto. Eso nos hace pensar que debe existir una norma social que dé un tratamiento digno a los restos de cualquier ser humano que haya pisado la tierra. Lo que nos lleva, necesariamente, a la pregunta sobre el derecho que tenemos para exhibir los restos mortales de personas, que, aunque no hayamos conocido directamente, fueron personas tan queridas como nuestra propia abuelita.

La antropología y la historia, sin embargo, han encontrado en las tumbas (y en los cadáveres que éstas contienen) información muy rica que nos ha ayudado a entender a las culturas que nos precedieron y que es ilustrativo observar. También los antepasados nos dejaron exquisitas obras de arte funerario que vale la pena conocer y disfrutar. ¿Entonces? ¿En qué momento el cadáver deja de ser un resto humano y se convierte en pieza de museo?

Me parece que este caso es parecido (sólo en cierto sentido) al de los zoológicos: todos los animales debieran vivir en libertad, y los zoológicos sólo se justifican en la medida en que sean verdaderas herramientas para la preservación de la vida animal, no como un espectáculo nada más. Un museo que exhibe cadáveres humanos se justifica solamente si se convierte en un instrumento para conocer a nuestros antepasados, su historia, sus costumbres… o quizá porque nos ayuden a entender otras cosas relacionadas con la vida y la muerte. En cualquier caso, el trato que se dé a los muertos deberá ser digno y respetuoso.

La idea de hacer un museo nuevo de las momias en Guanajuato sólo puede tener sentido si es un concepto totalmente nuevo que se centre en el conocimiento histórico, antropológico y científico, y no en el morbo. Por el trato que se la ha dado a las Momias de Guanajuato hasta ahora, no parece que esta pueda ser la idea.

Y así, yo no les presto a mi abuelita.