Urbanismo con anteojeras

"No es cuestión sólo de planes, porque el IMPLAN tiene muchas de ellas trazadas en dibujos muy bonitos que nunca se han desarrollado, sino de decisiones políticas. No es que no hubiera recursos para hacerlo, sino que se utilizaron en obras que “se veían más”."

Urbanismo con anteojeras

La carretera 45 que une a León con Silao y todo el corredor industrial, es la principal entrada a la ciudad y permanentemente se ve atestada de vehículos, ya que es casi la única vía de acceso desde el sur oriente. El problema de esta carretera-bulevar no es nuevo, y nos puede ilustrar muy bien sobre lo que no se debe hacer… o sobre lo que sí se debe hacer si lo que se quiere lograr es un desarrollo inequitativo en la ciudad.

A lo largo de los años, la carretera fue creciendo: de dos carriles a cuatro y a seis. Los gobiernos en turno han sacado las conclusiones más simples, obtusas y menos creativas; culmen del pensamiento lineal: ante un mayor aforo vehicular, aumentar carriles. Y aún más: en un momento de grandilocuencia y estupidez se atrevieron a gastar cientos de millones de pesos en un distribuidor vial que ayuda, básicamente, a trasladar el problema unos metros o unos kilómetros más lejos.

Una de las razones de esta errada aproximación al problema, que puede ser utilizada muy bien en cualquier curso básico de creatividad, son las anteojeras. Para quien no esté familiarizado con los burros y los bueyes (los de las yuntas), éstas son un adminículo que se pone a los lados de los ojos de dichos animales, para bloquearles la visión lateral y que no se distraigan. Todos usamos anteojeras mentales de vez en cuando y nos impiden plantearnos las preguntas correctas. En el caso de los accesos a León, la pregunta nunca debió haber sido “cómo solucionar el problema de la carretera de acceso a León”, sino “cómo solucionar el acceso a León”. La mejor forma de solucionarlo hubiera sido y sigue siendo, diversificando los puntos de entrada en lugar de privilegiar uno solo. Pero en el caso que nos ocupa, no creo que se tratara solamente de enviar a los tecnoburócratas a leer libros de pensamiento lateral.

Más allá de la ceguera de taller, la historia de este acceso nos sirve para ejemplificar muy bien lo que pasa cuando se hace la planeación de la ciudad desde una óptica vertical, con la visión del que conoce la ciudad desde el automóvil. A los lados del Bulevar Aeropuerto (antes carretera 45) hay muchos desarrollos. De hecho, basta desviarse un poco a la derecha o la izquierda para conocer algunos de nuestros flamantes polígonos de pobreza: San Francisco, Villas de San Juan y Ladrilleras del Refugio al noreste; o la 10 de Mayo, San José el Alto, San Juan Bautista, al suroeste. Estos desarrollos (subdesarrollos habría que decir) tienen muchos años y sus vialidades, casi todas, siguen sin pavimentarse. No se han abierto vialidades que darían mejor acceso a esas colonias y –de paso– a la ciudad misma: prolongación Olímpica, Valtierra, Principal, Blvd. Épsilon, Tajo de Santa Ana, etc. No es cuestión sólo de planes, porque el IMPLAN tiene muchas de ellas trazadas en dibujos muy bonitos que nunca se han desarrollado, sino de decisiones políticas. No es que no hubiera recursos para hacerlo, sino que se utilizaron en obras que “se veían más”.

No se vio hacia las colonias aledañas porque lo que importaba era el eje León–Aeropuerto; porque esas zonas no existían para los que pasábamos en nuestro auto velozmente con nuestras anteojeras y la vista puesta ya en Querétaro o la Ciudad de México. Y como mulas arrieras, los mandones de la ciudad han visto sólo el bulevar y la forma de ampliarlo cada vez más. Si se hubieran desarrollado las vialidades principales de estos polígonos, las personas que viven en ellos habrían mejorado su calidad de vida porque la movilidad afecta todas las otras actividades de sus vidas: el acceso al trabajo, a la escuela, a la salud, a la seguridad. Pero además, esas vialidades podrían conectar ahora a los viajeros por una serie de arterias diferentes al Bulevar Aeropuerto, dispersando el tráfico antes de llegar a los puntos más conflictivos.

Ahora que se ha empezado a hablar de la calidad del aire en León, hay que decir que en esa zona las nubes marrones que cubren el cielo son, en buena medida, ocasionadas por las tolvaneras que se originan en los kilómetros y kilómetros de terracerías alrededor del bien pavimentado bulevar. Circular por estas zonas en las mañanas, cuando el sol rebota en las partículas suspendidas, hace que, con mucha imaginación y buen humor, tengas la sensación de atravesar un paisaje londinense cargado de bruma... pero lo que flota es tierra y otros detritus aportados por perros callejeros y casas sin drenaje, desecados y sedimentados en los recubrimientos lodosos de las callejas populares. Ese polvo que tragamos muchos kilómetros a la redonda es una de las contribuciones de los polígonos de pobreza a la ciudad en su conjunto.

Esto tiene moraleja: la visión obtusa y egoísta que desarrolla las ciudades, olvidando a los que viven al margen de las supervías, no sólo los condena a vivir en condiciones insalubres, sino que tiene repercusiones, tarde o temprano, en todos los demás habitantes de la urbe, aun en quienes se creen a salvo dentro de sus autos con aire acondicionado.