sábado. 14.06.2025
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Anglicismos, ¿empobrecimiento o enriquecimiento?

"Si consideramos estrictamente la base del español, el castellano, encontramos que el idioma en sí mismo actualmente nos queda chico."

Anglicismos, ¿empobrecimiento o enriquecimiento?

 

El idioma lo construyen los hablantes. Los intentos históricos por detener su constante transformación han fracasado. Por ello, actualmente las Academias insisten más en hacer recomendaciones que en ser determinantes. Es decir, se recurre con mayor frecuencia a explicar por qué es preferible una determinada forma que otra. Sin embargo, se deja en el propio hablante la decisión. Muchas personas ven deterioro en ello y otras no.

Tenemos por caso los anglicismos, palabras procedentes del inglés norteamericano. En virtud de ser la economía más fuerte del mundo (tan solo la de California registra mayor número de operaciones que la de muchos países, incluido México) la influencia en otros idiomas es decisiva.

Nuestra lengua cotidiana está llena de anglicismos. Buena parte no han sido admitidos. Eso debido a que el español cuenta con la alternativa. Sin embargo, llega a ser tal el peso de la influencia, que terminan por ser incorporados al diccionario porque se generaliza su uso. Esto es, los vocablos procedentes de otros idiomas no son recogidos por el diccionario oficial (elaborado por el conjunto de las academias de la Lengua) solo porque un grupo recurra a ellos (como *puchar, del inglés to puch, muy común, sobre todo en el norte de México, con el sentido de ‘empujar’). Si nuestro idioma no cuenta con la alternativa, casi de inmediato se incorpora (con mayor frecuencia, los vocablos procedentes de la tecnología; como la palabra ‘control’). Pero si contamos con el término, entonces se insiste en la recomendación («Es preferible ‘reiniciar’ que *resetear –de to reset– una computadora u ordenador»).

Tenemos por caso el vocablo ‘implementar’. Procede del inglés to implement. El Diccionario de la Real Academia Española, DRAE, lo recoge como «Poner en funcionamiento, aplicar métodos, medidas, etc., para llevar algo a cabo». En nuestro idioma ya existían las alternativas ‘implantar’, ‘imponer’, ‘institucionalizar’, ‘formalizar’, ‘iniciar’, ‘empezar’, ‘poner en marcha’, ‘lleva a cabo’. No obstante, su ausencia del DRAE o las recomendaciones de especialistas (como en su momento el doctor José G. Moreno de Alva, quien fuera director de la Academia Mexicana de la Lengua), terminó por ser parte del diccionario oficial porque los hablantes con creciente frecuencia recurrían al vocablo.

Otro casi idéntico caso fue el vocablo ‘sándwich’. Originalmente, se trató de un trozo de carne en medio de un pan dividido en dos (el Cuarto Conde de las islas inglesas Sandwich, sin proponérselo, le dio su nombre al pedir este tipo de bocadillo para alimentarse y no abandonar la mesa de juego, era ludópata).  En su momento se condenó su uso y se dictó recurrir a las voces ‘bocadillo’ o ‘emparedado’ (era el estilo de entonces). Las series dobladas al español de los años 60 del siglo anterior, recurrían con toda regularidad a ‘emparedado’. No obstante, ‘sándwich’ terminó por imponerse.

Si consideramos estrictamente la base del español, el castellano, encontramos que el idioma en sí mismo actualmente nos queda chico. Son muchas las necesidades y complejidades que la vida actual demanda. En una primera etapa se enriqueció con voces de otras lenguas romances. Después incorporó arabismos y americanismos. ¿Se deterioró el idioma?

No, simplemente evolucionó… guste o no guste. Cervantes mismo –el paradigma de los escritores en español–, en la redacción de El Quijote recurrió a arabismos que en su momento fueron el escándalo.

Seguiremos recomendando el uso, quienes nos proponemos orientar las formas más apegadas a nuestro idioma. Sin embargo, si somos rebasados, no es asunto para rasgarnos las vestiduras: la historia se impone a pesar de los hombres.