Chispitas de Lenguaje • Chisme y lenguaje • Enrique R. Soriano Valencia

"...es un fenómeno eminentemente social; mezcla factores emocionales, reflejados en la forma de enunciar la información..."
Chispitas de Lenguaje • Chisme y lenguaje • Enrique R. Soriano Valencia

 

Todos hemos escuchado o sido víctima de un chisme. El Diccionario de la lengua española, DLE, dice de este vocablo: «Noticia verdadera o falsa, o comentario con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna». Efectivamente, el chisme tiene por característica inducir una conducta, a veces con todo propósito, en ocasiones sin pretenderlo; pero que finalmente llega a hacer daño a alguna persona.

La 23.a edición del Diccionario, asegura que procede del latín schisma, que tiene el sentido de ‘escisión’ o ‘separación’. Las consecuencias son esas, justo, el distanciamiento de personas: chisme y cisma tienen el mismo origen etimológico.  

¿Por qué se genera ese fenómeno? En primera instancia, por la forma de formular la idea. Es decir, una información planteada de diferente forma o con énfasis en alguna parte genera en quien escucha o lee, sentimientos aversivos.

Pongamos como ejemplo una oración simple: «Juan compró ayer un libro muy interesante». Si alguien enuncia esta oración, no genera interés alguno. Está en orden estrictamente gramatical, como enseñan en la escuela.

Ahora imagine, que esa misma oración se enuncia con especial énfasis en «Un libro muy interesante». Puede ser en el tono de voz o de forma escrita con comillas en esa sección. La reacción será que el tipo de libro va más allá de lo estrictamente interesante. Es decir, la tonalidad, el énfasis, la forma de enunciar ha provocado una intención más allá del enunciado literal. Esto es, se ha generado un chisme acerca de Juan y su tipo de lectura.

Pero ese efecto no se consigue solo con el énfasis en determinada sección de la oración, también se logra si se cambia el orden de los elementos. Cambiaré la palabra ‘interesante’ por ‘caro’. Sé que Juan le debe dinero. Voy a usted y le digo: «Compró ayer un libro muy caro Juan». Evidentemente, la información le hará enfurecer porque de inmediato considerará injusto que Juan gaste dinero en un libro cuando tiene una deuda pendiente con usted. Incluso, de enunciarse las oraciones iniciales con el vocablo ‘caro’ la reacción seguiría siendo igual que la descrita, solo que ahora usé antes el elemento que incidirá emocionalmente.

El chisme, por tanto, debe reunir dos requisitos: condiciones de sensibilidad hacia una información y la intención de quien comunica, reflejado en la forma de plantearla.

Rara vez en el habla cotidiana enunciamos oraciones objetivas (en el orden sujeto y predicado, como se estudian en las escuelas). La vida diaria nos lleva a emitir ideas siempre cargadas de emotividad. De acuerdo a nuestro ánimo, simpatía o antipatía, distracción o cualquier factor emocional, vamos a recibir y retrasmitir información de forma no objetiva. Consciente o inconscientemente, damos un giro a la construcción de las oraciones y ello impactará de determinada forma a quien nos lee u oye. Si a ello sumamos las condiciones emocionales de quienes escuchan, entonces su reproducción puede llegar a proporciones inimaginables.

El chisme es un fenómeno eminentemente social; mezcla factores emocionales, reflejados en la forma de enunciar la información.