Conmemorar y celebrar
"El pasado martes 8 de marzo se conmemoró el Día internacional de la mujer. Para muchos se ha transformado en una celebración … Entonces, no es extraño que el día dedicado a fortalecer la reflexión sobre las luchas por borrar las desigualdades quede en la frivolidad de felicitarlas"
El pasado martes 8 de marzo se conmemoró el Día internacional de la mujer. Para muchos se ha transformado en una celebración. No es lo mismo. Nuestra cultura, ávida de comercializar todo, suele hacer la confusión. Los ejemplos saltan a la vista, la Navidad es muestra característica; que haya nacido el Salvador para los creyentes es lo de menos. El asunto es propiciar el consumo desmesurado. Hasta la Semana Santa, que debía ser época de reflexión por la muerte de un inocente, se ha vuelto el momento propicio para vender todo tipo de accesorios y bebidas para pasar los días de asueto. Para celebrar se hace todo eso, comprar bebidas, felicitar, reunirse para pasarla bien, comprar regalos… Entonces, no es extraño que el día dedicado a fortalecer la reflexión sobre las luchas por borrar las desigualdades quede en la frivolidad de felicitarlas.
La palabra ‘conmemorar’ nos viene del latín commemoratio e implica traer a la memoria un acontecimiento o determinados hechos. Eso reclama ese día, hacer consciencia del trecho que nos falta para considerar la igualdad de sexos. En tanto, celebratio, también del latín, tiene el sentido de celebrar, aplaudir o aclamar algo. Hace unos días celebramos que dos mexicanos hubieran ganado un Óscar. Enhorabuena, fue regocijo general. Los aplaudimos porque la calidad de dos connacionales se impuso en el concierto internacional, pero de ninguna manera los conmemoramos.
Traemos a la memoria todos los hechos históricos que vindican a la mujer. Lisistrata, en Grecia, inició una huelga sexual para presionar a los hombres a dejar de guerrear solo por el hecho de sentirse hombres. Las mujeres de la Revolución Francesa murieron al lado de los hombres cuando gritaban «igualdad», una de las tres famosas consignas de ese movimiento tan importante para la humanidad: solo los hombres la adquirieron porque entre ellos se dieron derecho al voto al deshacerse de la Monarquía. Algunos profesores se negaban a dar su cátedra cuando Elizabeth Blackwell, la primera mujer que estudió medicina en una Universidad, se presentaba en el aula. El derecho a sufragar está lleno de sangre no solo en los Estados Unidos, donde aparentemente inició el movimiento; en México también hubo su cuota. Particularmente, el 8 de marzo murieron 140 mujeres en una fábrica por defender sus derechos laborales, porque no tenían el trato y el salario del hombre. Todos estos sucesos de desgracias se traen a la memoria para propiciar la reflexión, para preguntarnos si nosotros seríamos capaces de aportar a la humanidad algo de esta magnitud. De confesar sinceramente que no, al menos vislumbrar qué hacer en nuestro ámbito familiar y laboral.
Pero tan grave como la frivolización puede ser el feminismo a ultranza. Es igualdad lo que se busca, no la revancha de ahora dejar a un sexo por encima de otro porque ya reinó mucho tiempo el primero. La sociedad debe trabajar por quitar de la mente de los hombres que hay un sexo débil; o que los quehaceres domésticos, la elaboración de los alimentos y la atención de los hijos solo está en una parte de la pareja. Eso no es parejo.
La resistencia social a propiciar que niños laven trastes, hagan labores del hogar –como planchar y lavar–, colaboren con la preparación de los alimentos; y que las niñas se metan con la electricidad, la mecánica o actividades que requieran de fuerza física es que suponen que ello propicia el homosexualismo y el lesbianismo. Estas son otras de las muchas fobias sociales. Pero ese temor no solo radica en hombres, muchas madres también así lo creen. Entonces, se seguirán recreando roles que confirman diferencias mientras no se asuma que cualquier actividad puede ser abordada por ambos sexos.
Por tanto, no es una celebración el Día internacional de la mujer, es la conmemoración de una historia de infamias: traer a la mente, a la memoria, estos desgarradores sucesos para no repetir la historia. Igualdad es la esperanza; no la recreación de fórmulas que desfocalizan lo importante. Comercializarlo, frivolizarlo al dar y repartir felicitaciones porque tienen un día es dar una bofetada a la memoria de cada una de las mártires. No murieron para eso.