Se jugaron los otros dos partidos de vuelta de la fase de cuartos de final con resultados favorables para los equipos ingleses, quienes consiguieron avanzar a las semifinales con sendos empates, aprovechando la ventaja que habían sacado en los partidos previos.

El Atlético de Madrid tenía que emprender una remontada en el Wanda Metropolitano tras perder el primer partido por un gol en el campo del Manchester City: el juego ofensivo no es su tendencia y parecía que a lo largo de la primera mitad la estrategia era mantener el cero y dejar todo para la segunda parte. En tanto, los citadinos tampoco parecían mostrar mayor urgencia y sobrellevaban las acciones apostando a alguna chispa de sus muy capaces atacantes. Más confiados y con mejores desplazamientos que los observados en la ida, los colchoneros buscaban tener más la pelota y apretar en todo el campo, si bien inquietando poco la puerta de enfrente, a diferencia de los citadinos, que dejaron una pelota en el poste y un par de opciones más para abrir el marcador.

Impulsado por su ferviente público y el siempre expresivo Simeone, los anfitriones adelantaron líneas en la segunda parte para buscar el ansiado tanto que emparejara la serie. La entrega estaba ahí, con Griezmann en completa entrega y contagiando, de paso, al equipo: tres cambios a falta de veinte minutos y la sensación de que los madrileños podrían empatar, crecía en ese caldero a punto de estallar en el que se convirtió el estadio. Guardiola movía sus piezas y advertía que los minutos finales serían sufridos, intensos y riesgosos. Así fueron, con todo y expulsión de Felipe por soltar una patada a Foden, desencadenando una bronca que pudo haberse convertido en campal y que trascendió en los pasillos rumbo a los vestidores. No iba a ser fácil: el Atlético nunca soltó el cuchillo entre los dientes y quizá lamentó esa postura en extremo precautoria del primer encuentro, si bien le plantó cara al equipo que está jugando mejor, hoy por hoy.

Con varios suplentes para darle descanso a algunos titulares con miras a compromisos próximos y con un par de goles de ventaja, el Liverpool recibió en Anfield a un luchón Benfica que en ningún momento se dio por perdido, no obstante el marcador en contra con el que llegaban al puerto inglés y el rival al que enfrentaban, que se puso al frente pasados los veinte minutos con remate de Konaté, elevándose por los aires para concretar un preciso tiro de esquina cortesía de Tsimikas. Pronto reaccionó la visita y poco después de la media hora de partido, Ramos definió en plan grande para emparejar los cartones y darle motivación a su equipo, lanzado al frente para buscar la sorpresa e incluso generando algunas opciones para ponerse arriba en el score.

Al inicio de la segunda mitad, Firmino se encargó de sentenciar la eliminatoria con un doblete transcurrido en apenas diez minutos: primero recibiendo servicio de Jota y después de Tsimikas, que así sumaba su segunda asistencia.  Con el marcador 3-1 a su favor, los Reds se relajaron y el cuadro portugués volvió a la carga y con ánimo indestructible a pesar de las circunstancias, siguió en lo suyo y logró empatar el juego, aunque por el resultado anterior no les alcanzó: Grimaldo entregó pase liberador a Yaremchuk, quien le hizo la faena al arquero Alisson para marcar, con la validación del VAR, también validando el empate a tres conseguido por Núñez a diez del final. Los lisboetas se despiden con la frente en alto, llegando más lejos que lo que se pronosticaba al inicio del torneo, en tanto los de la tierra Beatle vuelven a presentarse en instancias altas de la competencia.