Rusia 2018, la final: reflejo del certamen

"...Pero entonces apareció la experiencia aprendida hace un par de años en la final de la Eurocopa y los de azul tejieron una red de control de daños..."


A pesar de una primera fase mediana, haciendo solo lo necesario para seguir adelante y sin mostrar el potencial esperado, Francia fue un candidato todo el torneo para posicionarse en el juego definitivo: un plantel de lujo ahora bien integrado por Deschamps para evitar las conocidas rupturas en el vestidor que tanto habían afectado, hacían suponer cosas grandes para Les Bleus. Por su parte, las expectativas para Croacia fueron en aumento: si bien se esperaba que asumieran la condición de caballo negro, –junto con Bélgica- su desempeño en la etapa de grupos los colocó como favoritos para llegar hasta acá, sobre todo por cómo quedaron conformadas las llaves.

Después de que Nicky Jam y Will Smith animaran el previo del juego, dando paso a que la modelo Natalia Vodianova y Philipp Lahm, el gran ex capitán del seleccionado alemán, entregaran la anhelada copa, se desarrolló el protocolo de los himnos y Pitana hizo sonar su ocarina (como decían los clásicos), tal como en la inauguración, dando por iniciado el partido definitivo de este muy agradable Mundial que nos regaló un mes de bienvenida ruptura de la cotidianidad, a pesar de que al inicio nos emocionamos hasta el cielo con nuestro equipo y después fuimos cayendo paulatinamente en los duros terrenos de la realidad.

Primera parte

Llenos de fuego, como respondiendo a su apelativo, los croatas se lanzaron a controlar la pelota y el contexto; los franceses como que no terminaban de acomodarse pero se alcanzaba a percibir la experiencia para manejar este tipo de emergencias. La defensa gala se veía presionada y el medio campo era copado por los ajedrezados, cuya defensa adelantaba líneas al sentirse con la confianza que genera la posesión y la fluidez en el juego colectivo. Así las cosas, hasta que una falta que no debió marcarse poco antes del minuto veinte, produjo que el principito Griezmann, con ese toque privilegiado, pusiera el balón en el área rival y derivara en una desafortunada desviada de Mandžukić en labores defensivas, impulsando la pelota hacia el fondo de la portería.

Lejos de apagarse, el fuego se avivó en el campamento croata: siguieron adelante, sabiéndose mejores hasta ese momento, y encontraron justo premio con gran gol de Perišić que dejó sin oportunidad al capitán francés. Antes de media hora de partido, las emociones ya habían alcanzado ambas porterías y poco después vendría una desafortunada mano del propio jugador del Internazionale de Milán en el área que obligó al juez argentino a consultar el VAR: se decretó el penal y el mismo Griezmann, ahora sí festejando como muñeco de cuerda, convirtió con engaño incluido a Subašić. El resto del primer medio fue de cierta confusión para Croacia que vivía esas condiciones extrañas del fútbol: juegas mejor pero acabas debajo en el marcador.

Segunda parte

Con esa pasta de campeón en plena cocción, los franceses se iban creciendo al inicio del complemento, sabedores de que a pesar de saberse dominados, cuentan con una pegada al frente difícil de aguantar para los rivales, sobre todo cuando se conectan los del talento. En el primer cuarto de hora, el partido seguía ahí, en la línea de la indefinición, hasta que Pogbá con todo y esa particular zancada, lanzó disparo rebotado y en el contrarremate consiguió que entrara a puerta; seis minutos después, Mbappé se acomodó desde fuera del área y lanzó fulminante disparo para el cuarto tanto de los galos, al parecer definitivos para decretar al siguiente campeón del mundo. Pero enfrente estaban los croatas, dispuestos a dar la última batalla a pesar de cargar con tres juegos consecutivos definidos en penales e igual número de goles por convertir.

Siguieron luchando al punto que el propio Mandžukić iba a pelear una pelota perdida en la soledad de Lloris, quien abusando de la confianza (o intentando echarle salsa al resto del partido), quiso hacer un recorte adivinado por el delantero del Juventus cuyo rebote se incrustó en el arco francés: en estos altísimos niveles, el error también juego como muestra de la imprevisibilidad en el fútbol. A poco más de veinte minutos del final, los croatas se acercaban y mantenían la celebración francesa en suspenso. Pero entonces apareció la experiencia aprendida hace un par de años en la final de la Eurocopa y los de azul tejieron una red de control de daños, le quitaron los nervios a su portero y manejaron con solvencia los ímpetus del incansable rival.

Colofón

El partido le costó trabajo a varias de las grandes estrellas como a Kanté y Matuidi por Francia y a Modrić (elegido con justicia como el mejor jugador del Mundial) y Rakitić por los croatas: lo cuatro enfrascados en un medio campo minado de intensa batalla. En cambio, Umtiti lució sólido al fondo junto a Varane, a pesar de los embates, en la misma línea de flotación que Brozović, buscando ser la bisagra de los balcánicos. Los carriles eran intensamente disputados, además de los delanteros en cuestión, por Hernández y Pavard frente a Strinić y Vrsalijko, en tanto Giroud, todo el torneo en labor de pelea campal, se las veía con Vida y Lovren: nunca un centro delantero que no anotó, había sido tan importante.

Deschamps, de gran mérito por la capacidad de liderazgo y en particular por los ajustes tanto en hombres como en movimiento en este partido, ahora es campeón como jugador y entrenador, al igual que Zagallo y Beckenbauer. Por su parte, Dalić mostró también habilidad para conjuntar grandes estrellas y darle cauce a la energía de sus seleccionados, sobre todo transmitiendo una idea de juego que mantuvieron todo el torneo. El ámbito político, no faltaron las integrantes del grupo Pussy Riot, mejores para la protesta que para la música, invadiendo el campo disfrazadas de policías cerca del inicio de la segunda parte, mientras que Macron y Grabar-Kitarović aprovechaban el momento para dejarse ver según las conveniencias a su imagen.

 

 

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