Tigres de Papel • ¡Manifiéstate! • Francisco Javier Mares
“AMLO parece atrapado entre su discurso de ‘el pueblo bueno’ y la ‘no represión’, y su obligación de hacer cumplir la ley…”
El ‘México bronco’ da un golpe de mano al ‘Pueblo bueno y sabio’…
Desde la última frontera, los reporteros en ‘La mañanera’ de AMLO no hicieron preguntas, en protesta por los asesinatos de periodistas. “Nos queremos abstener, porque los principales asesinos de nosotros son servidores públicos…”, le dijeron. El presidente se solidarizó, y aclaró que desde su Gobierno no se ordena la aniquilación de comunicadores.
Lo mismo ocurrió en la Cámara de Diputados. Reporteros y fotógrafos se manifestaron en el pleno en contra de los ataques a la libertad de prensa -el morenista Hamlet García tenía la palabra, los periodistas dieron la espalda a la tribuna de San Lázaro y guardaron un minuto de silencio.
Y en el Senado de la República abandonaron una rueda de prensa del grupo de Morena, en la que se pretendía releer un comunicado de apoyo al Presidente y acusar de ‘mercenarios’ a quienes se oponen a su proyecto.
En cambio, convocan a un encuentro nacional en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, el 5 de marzo, y esperan ahí al sub de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, Alejandro Encinas –el gremio que persigue las historias a contar a la comunidad se asume harto del asedio político oficial.
Las protestas, que antaño se concentraban en la Ciudad de México –ex Distrito Federal-, tenían la lógica de hacerse escuchar en el núcleo de las decisiones, ante la inutilidad de sus representantes en las entidades. Ahora se riegan en todo el país, grandes y pequeñas, multicolores.
En Guerrero, unos 30 militares y agentes ministeriales que llegaron a Tlanicuilulco, municipio de Quechultenango -señalado por las OSC como el centro de operación de ‘Los Ardillos’- fueron retenidos por los pobladores durante más de cinco horas. Los exhibieron en la explanada de la casa municipal los acusaron públicamente de cometer atropellos, y los liberaron hasta que autoridades civiles y militares aceptaron firmar un ‘acuerdo’.
El presidente AMLO parece atrapado entre su discurso de ‘el pueblo bueno’ y la ‘no represión’, y su obligación de hacer cumplir la ley, sea frente a los bloqueos carreteros, los destrozos en las protestas de organizaciones defensoras de los derechos civiles o en los reclamos vecinales.
El abanico de la inconformidad se extiende de izquierda a derecha y viceversa. AMLO ha descalificado lo mismo a las agrupaciones feministas que marchan en Paseo de la Reforma, que a las voces de los estudiantes del CIDE –‘y sus aspiraciones pequeñoburguesas’- que salen desde sus aulas.
En Sonora, a media semana, la violencia asoló a Caborca. Muertos, heridos y ‘levantados’, entre ellos el hijo de un periodista y un amigo, sacados violentamente de un domicilio. Alerta roja otra vez. Los muchachos fueron localizados más tarde, ilesos.
La magia del internet hace visible, a los pocos minutos, cualquier hecho ocurrido en cualquier esquina del mundo, y el mundo pudo atestiguar cómo un grupo de normalistas en Guerrero arrojaba contra los uniformados de la Guardia Nacional mexicana un tráiler sin frenos. Los estudiantes fueron a los cerros para regresar con palos, piedras, tubos y cohetones, que lanzaron contra los uniformados; estos respondieron con gas lacrimógeno. Al menos 17 efectivos de la corporación federal y 20 de la policía estatal resultaron con lesiones.
Seremos más
La protesta escala hasta el dramatismo de la decena de migrantes de Venezuela, Guatemala, Nicaragua y República del Congo, una mujer y nueve hombres, que se cosieron los labios con aguja e hilo en Tapachula, Chiapas, en la exigencia de visas para cruzar el país hasta la frontera norte. Migración alegó que el desahogo de los trámites privilegia a los grupos vulnerables.
Pedro César Carrizales Becerra, ‘El Mijis’, sigue desaparecido, y los gobiernos de San Luis Potosí y el federal dicen nada, a menos que la protesta alcance al Palacio Nacional. La familia de “El Mijis” toca puertas y navega sin rumbo las redes sociales, en busca de información sobre su paradero.
Ido Silvano Aureoles del gobierno de Michoacán, se intenta un freno a los bloqueos que realiza la CNTE a las vías del ferrocarril en ese estado, so pretexto de adeudos locales pendientes -el gobierno de la 4T se desentendió por su ‘no a la represión’ y Silvano prefería marchar al tianguis turístico de España-. Ahora, con gobierno morenista en la entidad, la Guardia Nacional enfrenta a la CNTE cada vez que ésta intenta bloquear las vías.
A mitad de su ejercicio, AMLO ensaya un viraje a su prédica inicial hasta alcanzar, sí, el uso de la fuerza pública.
Los bloqueos carreteros y las manifestaciones callejeras tienen un doble costo: social y político en la percepción de ingobernabilidad, pero también económico al obstaculizar el flujo de mercancías y en las multitudes varadas en esas acciones… circunstancias que alientan una mayor inconformidad.
Otra cosa, claro, son la violencia que se origina al interior del gobierno mismo… o responder con besos a la represión.
-‘¡Denles en la madre, no salen de aquí! -habría sido la orden, a gritos, de la alcaldesa de Cuauhtémoc, en la ciudad de México, Sandra Cuevas, PAN/PRI/PRD, para que se golpeara a dos mandos de la policía auxiliar de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, luego de un altercado por el reordenamiento del comercio ambulante en el Centro Histórico.
Y está el ‘Besotón’, que al cierre del año anterior organizaron manifestantes de la comunidad LGBTQ+ a las puertas del parque de diversiones ‘Six Flags’, porque desalojaron a dos hombres que se besaron en la fila de un juego mecánico.
Como sea, las manifestaciones de protesta no ceden; por el contrario, se multiplican, y el Presidente se resiste a imponer el orden, aun cuando en su transcurso se cometan delitos en agresiones a las personas y daños a la propiedad pública y privada: a ‘la margarita’ de AMLO le quedan apenas dos pétalos por arrancar: aplicar la ley o exhibir debilidad.
(A) La Jaula
Víctimas colaterales
Tantas veces lo hemos advertido. En Guanajuato, específicamente en la ciudad de Celaya, germina un movimiento de protesta por la muerte de las ‘víctimas colaterales’ que deja la violencia criminal de los cárteles del narco en la entidad. En ese municipio, en los pocos días que lleva este 2022, han muerto siete personas –en recopilación del diario ‘Correo’-, sin nada que ver en los ataques violentos que aterran a sus habitantes. Porque no, no ‘se matan entre ellos’, como de tanto en tanto necea la autoridad. Un viejo que descansaba en una de las bancas del atrio del Templo de la Resurrección; una familia que vivía de elaborar y vender dulces tradicionales, muerta en su propio domicilio porque los asesinos ‘se equivocaron’; un par de hermanos, uno de ellos socorrista por 30 años de la Cruz Roja; una bebé de siete meses que dormía al interior de un vehículo. ‘Los que hoy están mirando mañana estarán luchando’, coreaba años ha la insurgencia urbana’. Parece que sí.
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