Pornografía de Estado

Pornografía de Estado

2013 lo recordaremos como el momento donde el Estado inició su actividad pornográfica. Para ser precisos, en Guanajuato. Este punto de partida tiene un nombre y apellido: Paulina Iraís Medina Manzano; de empleo: juez. Pareciera que estoy de broma, que es una absurda acusación. Me temo que no. Observemos con un poco de detenimiento y encontraremos el argumento sobre el que fundamento mi afirmación. De primer momento considerémosla ilógica. No hay problema. O descabellada, o idiota. Sólo considerémosla.

Pornografía

La palabra pornografía indica la descripción de la vida y costumbres de las prostitutas (graphos, del latín graphicus, y del griego graphikós: Escritura o dibujo; y Porno, del griego Pórne: ramera). La palabra se usó en el Banquete de los conocedores o La cena de los filósofos de Athenaeus, en el siglo II de nuestra era (Según Bernard Arcand, es más un redescubrimiento que un neologismo de la época). El término como tal (Pornographe) comienza a ser usado por Nicholas Edmé Restif de la Brétonne en Le Pornographe ou la prostitution reformée, en 1769. En la lengua inglesa entra hasta 1857 en un diccionario médico, para referirse a la prostituta y la prostitución como elementos de higiene social. El significado que tiene hasta ahora en español entró en 1899 y no ha variado casi nada. Se refiere a tres cosas: los tratados sobre prostitución, el carácter obsceno de obras literarias o artísticas, y las obras literarias y artísticas con ese carácter.

Sin embargo, con todas estas definiciones, sigue sin ser claro qué es. Según el investigador Walter Kendrick, la pornografía no es una cosa; es un argumento (Kendrick 1987). Y es aquí donde llegamos al primer punto: ¿a qué tipo de argumento nos enfrentamos? ¿Cómo se construye un argumento de este tipo?

De la primera pregunta podemos concluir que es un argumento aplicado a una práctica visual, literaria o multimediática, que busca que el consumidor expela fluidos. Así como el género de terror busca el escalofrío, o la comedia la risa, el género en que nos enfocamos ahora busca que el consumidor emane fluidos. Que está basado en el pudor social y el tabú que se da frente al cuerpo desnudo y las diversas formas en que éste pueda usarse, mucho más allá del mero apareamiento (la parafilia). Esto conllevó que durante mucho tiempo (desde el siglo XVI hasta ahora) la pornografía fuera una herramienta sediciosa. La mayoría eran obras de índole satírica que mostraban un mundo al revés para burlarse de los poderosos, su status quo, y convertir la sexualidad humana en un mero hecho biológico que se oponía los valores morales y religiosos de su época. Si bien esto comenzó en Francia, rápidamente se expandió por toda Europa. No podemos culpar a la pornografía de la revolución francesa, pero fue un vehículo que ayudó bastante para que ésta sucediera, pues cuestionaba la corona y su descendencia. Así llegamos a la obra cumbre de los placeres y sus filias: Daumier Alphonse Francois de Sade. Con él, el deseo y el crimen quedan unidos para el imaginario moderno. Hay que recordar que la sedición realizada por los revolucionarios desde fuera de prisión, Sade la replicó en la Bastilla. La misma revolución que lo liberó, lo encarcela por sus crímenes sexuales. Y lo dictamina como enfermo sexual y lo mete a un sanatorio donde realiza obras de teatro con los enfermos, sigue pervirtiendo menores y disfruta de la sodomía hasta su muerte. Fue un autor prolífico e hizo uso de los más variados géneros para sus creaciones, las cuales quedarán guardadas en la Biblioteca Nacional hasta que Baudelaire y Flaubert lo revaloraron. Pronto se acercarán a su obra Apollinaire y Bataille. El primero rescató el género pornográfico, junto a Pascal Pia; el segundo se convertirá en el filósofo del mal.

Todo esto derivará en diversas propuestas, o por lo menos dos claramente diferenciadas: los opositores a la pornografía y los usuarios de ella. La tecnología siempre ha estado del lado de los usuarios: la imprenta, el daguerrotipo, la fotografía, el cine, la televisión satelital y por cable, el internet. Hasta la década pasada, los opositores hacían uso de la ley y la represión policial para limitar a los usuarios. Otra vez, Walter Kendrick nos da tres eras en las que podemos dividir la pornografía:

  • La era prepornográfica. Va de los orígenes de la cultura hasta el siglo XVIII, con las primeras excavaciones de Pompeya.
  • La era pornográfica. Concluye con la publicación de Reporte de la comisión para la pornografía y la obscenidad en 1970.
  • La era postpornográfica. Donde la pornografía se vuelve un producto común y reconocible por una gran mayoría de la población mundial (Kendrick 1987).

Es innegable que el uso de pornografía soft core está en innumerables publicidades, telenovelas, películas, etc. que consumimos, querámoslo o no. Desde el anuncio de baterías para automóviles hasta las escenas de cama en la telenovela de la tarde. Sería muy difícil argumentar que nadie sabe a qué se refieren.

Esto causó que los prohibicionistas del porno lo llevaran a extremos casi oligofrénicos. Por ejemplo, la acusación de que este género promueve la violación femenina. Como lo apunta la antipornógrafa Catherine McKinnon: La fantasía expresa ideología y no está exenta de ella. Bajo este argumento casi real se esconde una falacia. Por supuesto que la fantasía expresa ideología, pero no tiene una función práctica en el mundo real. Es soñar despierto. Los conservadores más ignorantes han llevado este mismo argumento al punto de asumir que la violación o la agresión verbal a la mujer se deben a sus actitudes (lascivas) o a su apariencia. Lo mismo que los hombres violentos consideran que la mujer los espera con las piernas abiertas por sólo sonreírles. Lo que no entienden, unos y otros, es que esa fuerza falocéntrica es muy débil y necesita ser reforzada constantemente por vías como la seducción o por el consumo de pornografía. Es por esa debilidad que escuchamos a muchos hombres presumir sobre su virilidad. Ella, también, es una fantasía. La porno sólo satisface fantasías, que ya están dentro del individuo.

La antipornografía fue todo un suceso en los años ochenta del siglo pasado, en la famosa era Reagan. Conjuntó a feministas, que consideraban que la pornografía era una forma de sumisión femenina, con el ala más ultraconservadora norteamericana. Estas feministas antipornografía evitaban ver la historia del género y se dedicaban a combatir el producto en sí mismo. Sus argumentos eran un conjunto de falacias para asustar al público. La mayoría de ellas eran investigadoras de diversas universidades y usaban a exestrellas porno (el caso más conocido es el de Linda Lovelace, la protagonista de Garganta Profunda) para presentarlas como animales maltratados de circo. Nunca escucharon a las otras actrices que no aceptaban haber sido usadas, que muchas de ellas afirmaban ayudar a las mujeres a entender su sexualidad o se sentían bien con su trabajo. El caso cúspide fue la Comisión Meese. Tuvo dos casos que pueden dar fe de su poca inteligencia. Por un lado la Ex playmate Micki Garcia, que al momento de declarar en la comisión era una cristiana recién convertida, que acusaba al director de Playboy de incitarla con su vida licenciosa al consumo de drogas, las orgías y la bisexualidad… cuando leía la revista. Es decir, ella no era responsable de nada; fueron los otros quienes la instigaban. Por el otro lado apareció la ex Penthouse Dottie Mayer. Ella dijo que era feliz de haber participado en la revista, que no tenía problemas con drogas ni sexuales, y que fue un trabajo benéfico para ella. Al terminar su testimonio se apagaron las luces, se proyectaron las imágenes de la revista en cuestión y se le humilló públicamente, preguntándole sobre si le gustaba hacer el amor en asientos traseros de coches y cómo era su colección de vibradores.

México lindo y bandido

Existen miles de teorías sobre por qué los mexicanos observamos a las mujeres sólo de dos formas: Vírgenes (como la madre y las hermanas) o putas (todas las demás). Hay quien acusa al machismo: los hombres son machistas. Lo extraño: a los hombres nos educan las mujeres. Por ello, la máxima ofensa nacional es a la madre. No quiero acusar a nadie, pero pareciera que son las mujeres quienes infectan de machismo al hombre. Tampoco se trata de alegar pobres de los pobres hombres; los perros abren los ojos a los cinco días, pero conozco a varios hombres que tienen más de treinta años y no los quieren abrir.

Si le rascamos un poco, podremos observar que ese machismo es una forma de control. Son relaciones de poder donde el que tiene la fuerza (el aparente débil) da las herramientas al más ingenuo: el mito de Klingsor: el idiota que salva el juego. El problema es que el juego tira más hacia la perversión, a la enajenación y a los juegos de rol difíciles de controlar. Si el hombre (masculino, con esto de la corrección social) no tiene las cosas claras, creará en su mente un sinnúmero de fantasías sobre lo femenino. Si no advierte la trampa de la debilidad femenina, terminará haciendo y creyendo una cantidad ingente de idioteces de diferentes calibres. Las mujeres no son débiles, son hábiles; no son fuertes, son astutas; tienen deseos y limites como los demás. Son virginales y putas como cualquier hombre. Utilizan el signo de maneras inesperadas; algunas son ignorantes; las más, inteligentes. Y cuando dicen no, pues uno agacha la cabeza y se va con el rabo entre las patas. No asumir esto es de bandidos. No asumir esto es traerlos de adorno. Por mucho que traigan tanga y se hayan besado con los amigos de uno.

La constructora de porno

Regreso a la juez. Habrá quien diga que esto es mucho más amplio que sólo esa figura gris de una juez con serias perversiones sexuales. Las películas también lo son; pero siempre hay un director que gestó el proyecto. La primera vez pudo ser un error; la segunda vez demuestra la necesidad sádica que puede aplicar y aplica desde su puesto. Ha construido en sí misma un personaje del Marqués de Sade. La mayor infamia se da cuando varios personajes del Poder Judicial saben que ella tomó todas las precauciones para satisfacer sus deseos de sadismo, pero no la pueden despedir o sancionar.

Pero no la quememos en la plaza pública sin antes observar con claridad cada argumento y contraargumento sobre lo nefando de su actuar.

  1. Las leyes ya no tienen puntos en común con la comunidad que las instituyó. Los valores morales de esa comunidad están contrapuestos con las leyes que operan en ella. Este montaje, al que llamamos Estado de Derecho, es una actitud esquizofrénica. Entiendo que ciertas partes de la ley no operen sobre la moral de la comunidad, para que todos seamos sometidos por esa ley. Pero cuando la ley no puede ofrecer la mínima seguridad a una parte de su población, ya no se trata de un Estado sometiendo a todos a la ley, sino uno que aplica violencia a sus ciudadanos: Terrorismo de Estado. (Éste es el argumento de quienes quieren hacer cambios sociales sin consultarlo con otros y de manera violenta.)
  2. La interpretación de la ley depende del sujeto que la usa. Esto nos lleva a suponer que la ley es un conjunto de argucias sofistas, creada para que unos cuantos puedan hacer uso de ella en beneficio propio. Este argumento nihilista derruye el valor del Estado, lo cual asume que el entorno social es más una guerra de poder, y no un conjunto social que hará algo por sus individuos pertenecientes.
  3. La ley es un concepto, por lo que no tiene una clara aplicabilidad en la vida cotidiana. Teoría extraña, pero sobre ella han recaído la mayoría de los discursos de quienes apoyan a las víctimas de la juez. Las ONG’s, periodistas y opinólogos que tratan de mostrar a la víctima como víctima para que lloremos por ella. Lo que se suele olvidar es que también la estamos usando para diversos propósitos. Por ejemplo, sirve para vender información (periódicos, visitas en la red, segundos en televisión), por lo cual es mejor centrarse en ella que en las causas. Una mujer golpeada o menores violados venden mejor que la juez que ocasionó todo.
  4. La estructura de ley es algo burocrático, tan anómalo como una posible explicación de la santísima trinidad. Así lo asume la carta dirigida por una de las victimas a la juez. Su autora se refugia en el sarcasmo porque no hay otra posibilidad; está maniatada frente a la broma de mal gusto que le tocó vivir como justicia. Como buena Julliette travestida de Justine, la amenazan con exponer su vida privada, el color y el aroma de sus pantaletas del día infame. Ella lo anuncia antes, arrebatando así los argumentos a la falaz moral del abogado defensor. La juez quería que fuera expuesta: la imagino masturbándose mientras el abogado expone a la chica. Ésta es sólo una imagen; el director es superior a eso. Perdón, la juez jamás haría eso mientras escucha.

Cualquier argumento a favor de la justicia o del Estado de Derecho será justificar el actuar, de una juez que adora el sufrimiento ajeno, a tal punto que lo provoca. Mientras escribo esto aún no acaba ningún proceso; ella sigue en su palacio de suplicios que alguien le regaló. Lo más seguro es que muchos de los ciudadanos juzgados por ella no hablen de la tortura a la que las somete, al punto de exponerlas públicamente. Y sus argumentos serán que el ministerio público no hizo su trabajo, que las pruebas no son concluyentes, que otro es el responsable de las decisiones que ella toma.

Pero ella nos recuerda que todos somos culpables de que ella sea juez.