Opinión • Un bel morir • Jaime Panqueva
“Semana de discursos, aranceles, llamadas telefónicas y comparsas informativas…”
Semana de discursos, aranceles, llamadas telefónicas y comparsas informativas. El martes escuchamos el discurso más largo y, por mucho, el más populista que ha dado un presidente de los Estados Unidos en el congreso de la unión, donde hasta nombró a un chico de trece años agente del servicio secreto de ese país. Dentro de su reality, Trump aprovechó también para otorgarle el ingreso a la academia de West Point a un joven estudiante descendiente de varias generaciones que atendieron el “llamado al deber”. No puede negarse que sabe hablarle a su público y aprovecha cualquier aspecto sentimentaloide para empoderar a su electorado.
Trump delineó lo que semeja una estrategia global para que los Estados Unidos recuperen la grandeza que muchos sienten haber perdido. Entre sus medidas está ocupar Groenlandia, (one way or the other, we’re gonna get it), retomar el canal de Panamá (we’re taking it back) mediante las artes del exsenador Marco Rubio, y gravar al resto del mundo con aranceles para amortizar su monstruosa deuda pública.
Sobre esto último veremos si las prórrogas que ha conseguido México se prolongarán al infinito, porque la demostración de poder del actual presidente indica que esto va para largo y nos traerá a salto de mata hasta que cambien las tornas. México vuelve a respirar, gracias a Sheinbaum, quien quizás aplicó las mismas artes con que López Obrador mantuvo a raya al Commander in Chief durante cuatro años. Por fortuna, hay experiencia.
Mucho se ha hablado y comentado sobre los aranceles; a mí me gustaría tocar sólo un punto del discurso del martes: Trump dijo haber firmado una orden ejecutiva que exige pena de muerte para cualquiera que asesine a un agente de policía, y solicitó a su congreso que la aprobara como una ley permanente.
El 27 de abril de 2001, Sigmon asesinó en su hogar y con un bate de beisbol a los padres de su exnovia; tras una cruda de whisky y cocaína, los cazó en su hogar golpeándolos de manera salvaje en repetidas ocasiones. Luego esperó a su hija e intentó secuestrarla encañonándola con la pistola del padre. Ella escapó saltando del auto en movimiento y logró ponerse a salvo tras escuchar varias detonaciones a sus espaldas. Sigmon estuvo prófugo por 11 días. Lo sentenciaron a 30 años de cárcel por robo en primer grado y a dos penas de muerte (al parecer no hubo cargos por privación ilegal de la libertad e intento de asesinato). Tras purgar 24 años del primer cargo, el viernes pasado en el penal de Broad River, Carolina del Sur, se llevó a cabo su ejecución (aparentemente la única).
Aunque ésta debió realizarse en 2021, se mantuvo en suspenso porque el estado no tenía los medicamentos necesarios para hacerla mediante inyección letal, único método de ejecución legal del estado. Desde el 2011 hay una escasez crónica de medicamentos causada por la caducidad de los suministros existentes y la negativa de muchas compañías farmacéuticas a vender pócimas para ejecuciones. Mediante legislaciones estatales se reabrieron nuevas posibilidades: se desempolvó la silla eléctrica y se creó un protocolo para el pelotón de fusilamiento. Sigmon escogió este último.
Tras cenar pollo frito de KFC con sus compañeros de celda, se enfundó un uniforme con una marca roja a la altura del corazón que fungió como diana. Antes de colocarle la capucha dio un breve discurso: “Quiero que mi declaración final sea una de amor y un llamado a mis hermanos cristianos para que nos ayuden a poner fin a la pena de muerte”. Sigmon enumeró cuatro citas de la Biblia que, según él, demuestran que "en ningún lugar del Nuevo Testamento, Dios le da al hombre la autoridad para matar a otro hombre”.
Varios estados han legalizado recientemente los pelotones de fusilamiento como método de ejecución: Misisipi, Oklahoma y Utah. No sabemos qué efecto tendrán las necropolíticas de Trump en este segundo mandato, si se extenderán a personajes como el Mayo Zambada u otros connacionales presos en los Estados Unidos. Si volverá el golpeteo mediático y electorero de partidos mexicanos para buscar reinstaurarla en nuestro territorio, al considerar, por ejemplo, la cifra de policías asesinados por el crimen organizado en los últimos años que crece en paralelo a su impunidad. Con los tiempos que corren todo es posible, incluso medidas desesperadas para no seguir siendo etiquetados como “narcoestado”.
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