Opinión • Las historias que nos contamos • Jaime Panqueva

A comienzos de la semana, durante el Festival de la Ciudad de Irapuato, participé con Paco MacSwiney en un conversatorio alrededor de la inteligencia artificial y la fundación de Irapuato. Ambos temas parecen completamente ajenos entre sí, pero pergeñé un texto donde aventuré relaciones entre uno y otro, y donde me vi en la necesidad de afirmar que la fundación que celebramos no ocurrió, o por lo menos, no como cuenta la leyenda que ha tomado la fuerza del discurso oficial.
Sin embargo, recalqué la importancia de las historias que nos contamos sobre nuestros orígenes con el fin de forjar una identidad. Todas las grandes culturas de la humanidad lo han hecho como parte de nuestra necesidad de explicar el mundo y definir el lugar que ocupamos en él. La Biblia nos ubica en la cima de la creación, Roma se definió como continuidad de la arrasada Troya, Tenochtitlan como el cumplimiento de una profecía que hermanaba a pueblos nómadas y sedentarios sobre un islote lacustre.
Al final de la conversación, un asistente se acercó curioso a preguntar si era verdad que Irapuato no se había fundado el 15 de febrero de 1547. Tuve que explicarle que la fecha procede de un documento falso, y que éste tiene una motivación particular: proteger las tierras de las comunidades indígenas, afincadas por generaciones en las estancias que conformarían la ciudad. A lo largo del siglo XVII, el precio de los terrenos donde se habían asentado los descendientes de purépechas y otomíes que conformaron la congregación de Irapuato empezó a aumentar gracias al desarrollo de la minería en Guanajuato. Las zonas de cultivo y ganadería proveían de lo necesario a la creciente industria y, por supuesto, su valor comercial aumentó a la par de los arriendos y la codicia por la tierra. En ese contexto especulativo, poseer una cédula real, aunque fuese falsa, permitía a las comunidades indígenas conservar la tierra que habían heredado de sus padres o abuelos.
Lo comento de forma sucinta, pero al asistente le recomendé visitar el Archivo Histórico Municipal y en particular leer Pueblo me llamo de la historiadora Luz Antonia Miranda, quien provee datos específicos, fruto de una larga y rigurosa investigación, incluso el nombre del probable falsificador del documento de fundación, pues era una práctica común en aquellos tiempos.
La arquitectura es también prueba fehaciente de que no existió una fundación formal. Las calles chuecas de Irapuato contrastan con las cuadrículas perfectamente trazadas bajo el modelo de Vitrubio, de sus pares fundadas con cédulas reales a lo largo del país. Los boletines 24 y 25 de Archivo Histórico Municipal, que se presentan el lunes, 10 de febrero a las 6:30pm, justamente documentan también la participación de familias afincadas en Irapuato durante la fundación de Salamanca, realizada bajo auspicio virreinal, y relatan más historias del pasado de la región.[1]
Más allá del rigor histórico de los relatos con que construimos nuestra identidad, celebro la sed de nuestros conciudadanos por conocer sobre su pasado y el trabajo que ha desarrollado el Archivo Histórico para facilitar el acceso a su valioso acervo documental. También aplaudo que el Festival de la Ciudad aproveche espacios como el Ágora del Hospitalito con actividades al aire libre y abiertas a toda la población y a las diferentes expresiones de la cultura y las artes. El festival va hasta el 16 de este mes. El programa puede consultarse aquí.
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[1] Si desea conocer más al respecto puede ver el episodio 269 de La nave de Argos, en https://www.facebook.com/LaNaveDeArgos/videos/975202567274643. O en Spotify https://open.spotify.com/episode/281Rtsv7zp9vMQnwpthXJF