sábado. 07.12.2024
El Tiempo

Desafío en el trabajo con personas

"Muchas veces la persona parece saber con precisión qué quiere y sin embargo resulta ser un indicio distractor, otras veces la persona desconoce la cuestión y en su inocencia expone con crudeza la experiencia requerida, y en no pocas más hace falta recorrer tramos de lo vivido en el propósito de desarbolar lo difícil"

Desafío en el trabajo con personas

Un desafío inmenso en al trabajo con las personas consiste en conseguir la instalación en el meollo de la situación planteada. Después de responder a la pregunta “¿Qué te gustaría que fuera mejor o que cambiara o que se resolviera en tu vida?”, es indispensable marchar de frente en el contexto vital de quien solicitó la sesión hasta topar con el núcleo incandescente de esa inquietud.

Se dice con mucha rapidez, pero no es tan fácil adentrarse en ese territorio, como tampoco lo es mirar con claridad en lo evidente, en lo oculto, en lo embozado, en lo aparente, en lo sesgado, en lo subrayado. En todos los casos es una maraña vital, y hace falta desbrozar el terreno, separar las pajas para quedarse con el grano, abrir una brecha y encontrar la clave.

Muchas veces la persona parece saber con precisión qué quiere y sin embargo resulta ser un indicio distractor, otras veces la persona desconoce la cuestión y en su inocencia expone con crudeza la experiencia requerida, y en no pocas más hace falta recorrer tramos de lo vivido en el propósito de desarbolar lo difícil. Con frecuencia, hace falta desconfiar de los protagonistas más visibles, como aquellos conocidos de la persona y puestos bajo el dedo acusador: “es que mi papá o mi mamá o mi marido o mi hermana es el responsable de mi desgracia”. Regularmente, cuando alguien afirma tajante ese juicio, la mirada se inclina naturalmente hacia el otro extremo, pues de este modo la persona está protegiendo a quien no nombra.

También sucede que algunos consultantes no cesan de hablar, de referir hechos importantes (desde su perspectiva) pero con ello no dejan espacio a la reflexión, a la observación, es como si quisieran, al mismo tiempo de buscar una solución, tender una cortina de humo tras de la cual yace lo fundamental. Quienes lloran y lloran mientras intentan articular lo que dicen, a la vez de referir la magnitud de un dolor o de una tristeza, se presentan como sin fuerza, de alguna forma avisan cuánto les hace falta algo reconfortante, protección, fortaleza, antes de poder dedicarse a emprender alguna acción en pro de su propia vida.

Y aún se presentan hombres o mujeres que, luego de solicitar una sesión, permanecen impasibles, distantes, como si estuvieran arrojando el desafío de “a ver, muéstrame qué vas a hacer por mí”. Y así podrían seguir enumerándose rasgos que impiden el adentramiento en el contexto de la situación vivida por la persona, los cuales no son sino artificios creados, de manera inconsciente la mayor parte de las veces, y después adoptados como muy característicos, para superar o gestionar o preservar algo (un hecho, una frase) o a alguien (conocido o desconocido) por cualquier razón muy importante.

Aquí lo crucial estriba en aprovechar los resquicios por donde se asoma aquel hecho, aquella frase, aquella persona, pretéritas la mayor parte de las veces, y consumar la aproximación provechosa, que facilite el tránsito vital de la persona y le provea de la energía y el amor requeridos para continuar su marcha. En otras ocasiones se requiere categorizar lo vivido, separarlo, pues, como desmenuzarlo, a fin de encontrar el acomodo original, el más primigenio, el decisivo, el detonador de lo que vino después. Entonces se re quiere mirar la cuestión familiar de origen, la familia actual o configurada después, los hechos actuales, los asuntos de la historia familiar, la fortuna laboral, e incluso los gestos y ademanes de la persona.

En este caso resulta valioso detectar las piezas básicas y observar dónde o cuándo o a resultas de qué hecho fueron articulándose hasta dar forma a la vida de quien consulta con las salvedades, dificultades, síntomas que le impiden la marcha o mirar el camino. Por lo tanto, en el caso de quien quiere consultar lo determinante es desconfiar de lo que parece más seguro en su padecer; atenerse a las posibilidades de lo que no está al alcance de la mirada, y que requiere su atención; confiar en el amor de lo más grande para dar pie con bola.

Al final de cuentas Dios o lo Más Grande, los papás, los ancestros, todos los antepuestos solo desean que a los pequeños, a los pospuestos, les vaya bien, que tengan felicidad y éxito, que aprovechen sus capacidades, talentos y facultades para consumar su vivir. Esa, precisamente, es la energía primordial que se aprovecha durante una sesión para alcanzar la otra orilla, y procurar dar respuesta a lo que desea cambiar, mejorar o que se resuelva.