Dirección de constelaciones familiares

"En un cierto modo es un ir con la vida como la vida va, dejando a un lado sueños infantiles, fantasías y anhelos imposibles"

Dirección de constelaciones familiares

“¿Hacia dónde se dirige el trabajo de constelaciones familiares?” es una pregunta indispensable si se tiene a la vista el cúmulo de sus contribuciones. ¿Qué puede hacer una persona cuando tiene frente a sí los órdenes del amor, los órdenes del éxito, los órdenes de la ayuda, el sinfín de observaciones y sugerencias emanadas del trabajo con las familias, los grupos de desfavorecidos, los empresarios, los trabajadores de la salud, y un larguísimo etcétera de otros colaboradores?

La primera dirección apunta hacia el acomodo de la propia persona en su universo vital, el de su familia, el de sus relaciones laborales a través de un darse cuenta que lo coloque suavemente en un mejor sitio. Un darse cuenta que le posibilite, así, con facilidad, asentir a su condición, darle su lugar a quienes no están dentro del grupo familiar si bien pertenecen al mismo, cuando menos iniciar un intercambio de otra magnitud y calidad, y dejar de involucrarse en lo que no corresponde. Para esto no se requiere nada especial, basta con la aplicación de la propia fuerza de voluntad, con la actitud abierta, con un asentimiento claro a lo que es. Dicho de este modo, bien puede ser un fluir de forma natural con la vida como va, como se presenta, como fue hecha, integrando todo aquello que fue tocado por lo nuestro, sin detenerse a enjuiciar, a prejuzgar, a esperar que nos den, a mantener resguardos interiores.

En un cierto modo es un ir con la vida como la vida va, dejando a un lado sueños infantiles, fantasías y anhelos imposibles. Para decirlo con sencillez: el solo hecho de escuchar cómo podría hacerse, y adoptar una actitud consecuente, origina de inmediato una modificación en el contorno en que nos movemos y nos otorga una ligereza bienhechora. ¿Es esto demasiado poco como para persistir en el esfuerzo? Aquí comienza lo difícil, lo farragoso, el terreno resbaladizo. Normalmente quienes no consiguen retraerse un tanto sobre sí mismos, y reconocer que el mundo es como es, están a la espera de una compensación que no está en sus manos realizar.

Quizá sienten un agravio de tal dimensión que esperan algo de parte de otra persona aún de su misma familia, y suele ser una espera larga e inútil; tal vez se consideran débiles, pequeños, en la indefensión, sin la fuerza requerida para ponerse en marcha, como alguien que aguarda a quien tiene un poder extraordinario para tenderle su mano y darle ese tirón definitivo, pero ¿quién puede ayudar a otro a alcanzar su propia estatura?; a lo mejor se saben en el fondo de sí tan sucios, pecadores, manchados, impropios, que no merecerían un lugar en el mundo y por tanto prefieren permanecer al margen como si sus actos no tuviesen valor, sin darse cuenta de que nadie sobre el planeta está libre de yerros, libre en su experiencia de menoscabos, y que el castigo es también temporal y transitorio como el dolor.

Llegados a este punto hace falta precisar, e insistir en ello, que lo indispensable es tomar la oportunidad del instante, coger la ocasión de brinda la necesidad, apropiarse de las virtudes de la voluntad y, sin complejidad alguna ni rebuscamientos, mirar lo que se presenta, decirle que sí, porque después de todo no hemos podido intervenir en su configuración, y decidirse a enderezar la espalda, a pasar al lado soleado de la calle, a abrir los brazos siquiera a su posición natural a los costados, a reconocer que si bien es única, cada persona es como las demás personas y cada una hace su mejor esfuerzo por vivir la vida, cada uno hace lo que mejor sabe y aquello en lo que cree por su propia experiencia. Entonces, como yo soy único, cada uno a mi alrededor es único; y como hacen todas las personas, así hago yo también.

La consecuencia no puede ser más promisoria: si yo inicio este movimiento es muy probable que otro u otros lo perciban, y anhelen también esa ligereza que ahora aporto, y quizá se sientan más cómodos cuando yo dejo los sitios que no me corresponden, y entonces es posible que podamos vernos. Y yo tengo una mejor sensación de mí mismo, mejor en el sentido de más amplia y honda y genuina, a partir de la cual (¿por qué no creerlo?) siento de otra manera el mundo, miro como con otros ojos la vida (nada de escuchar musiquitas y ver colorcitos lindos) y entonces respiro, como quien se sienta a la sombra de un árbol frondoso a la vera del camino, luego de haber cumplido su jornal y tan solo deja que todo pase, que todo lo que tenga que pasar pase. ¿Parece excedida esta visión de las constelaciones familiares? Cuestión de confianza: el que prueba, sabe.