jueves. 18.04.2024
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Participar de la afinidad en grupo

Participar de la afinidad en grupo

Las sesiones en grupo de constelaciones familiares y organizacionales permiten compartir algo de la esencia de ser humano, permiten participar de una afinidad que está más allá de las palabras. Es cierto que no hay persona sobre la Tierra que esté a salvo del dolor, todos los conocimos o lo estamos padeciendo. Se dice con rapidez y al parecer se comprende sin mayores complicaciones. Sin embargo cuando presenciamos la raíz del dolor de una persona específica, cuando escuchamos las razones o el contexto de su experiencia, la cuestión cambia, tanto en intensidad como en las posibilidades de comprensión que genera.

Sucede que ahora ese dolor está relacionado con otra persona, que el amor no encontró la forma de mantener una fluidez óptima, y que algo de lo vivido por esa persona resuena en lo que ha sido mi propio vivir, como si alumbrara zonas oscuras. Y no se necesita que esa persona esté vinculada a mis días, no tiene que ser mi colega o mi amiga para hacerme percibir esas sensaciones: basta con que las dos estemos en la misma sesión para que se habilite la posibilidad. Ella es muestra y espejo de las otras participantes, desde luego, con lo suyo, con su historia y con su destino.

Miro por ejemplo a una mujer hablar acerca de la herida infligida en su hija a causa de que su padre no estuvo, no la vio crecer. Un amor filial plausible. Miro tal vez a un hombre que cierra sobre sí todo su entorno, casi como si lo envolviera, para evitar tener un espacio donde quepan los hermanos y el padre que, según dice, lo menospreciaron. Y con pocos datos y con muchas sensaciones, los que asistimos nos damos cuenta de que el padre de la niña se fue, asintió a ser el ausente, el que no está, el que prefirió irse, no porque quisiera alejarse, sino para complacer a su ex mujer, para permitirle vivir el rechazo que sentía hacia los hombres, y hacia ese en particular. Con un poco de intuición se abre también un hueco donde un hombre recupera el contacto con su padre, con sus hermanos, todos del mismo sexo, y llora largamente sobre el hombro del grande, para recuperar así el ser masculino, la fuerza de los hombres de su linaje, y se colma de esta manera su medida.

Mientras esto pasa, los demás participantes se ven tomados por una ola sentimental, emotiva, de reflexión, que en muchas ocasiones desborda y se vuelve imagen nítida de un trozo de la propia historia, de una vivencia en la que esas personas se ven como el que debió ausentarse, la madre arisca, la hija endeble, el hombre contrariado con su padre, el hermano que no tuvo tiento, o incluso como la persona de apariencia serena con su interior turbulento. En consecuencia, conmovidas, con lágrimas silenciosas en el rostro, re-concentradas, balbucen algo así como “se siente el impacto”, “eso es muy fuerte para mí”, “me hizo recordar algo”.

En efecto, una pieza de su rompecabezas vital ha sido removida, ha sido puesta al descubierto, lo mismo que algunas de sus conexiones, y ha comenzado a operar un reacomodo, discreto pero consistente. Entonces la persona suele comentar que se le instaló un dolor de cabeza, que le duele aquí o allá, que si el pecho y una sensación. Acaso no se dé cuenta pero está en mudanza algunas de sus emociones y sentimientos, algunos de sus juicios o prejuicios, de su confianza y certidumbres. Ella comienza a ser tomada por una suavización de sus maneras, por un visión diferente de las cosas, debido a la comprensión que le ha sido regalada, una comprensión que no pasa necesariamente por las razones de la razón, que ni siquiera llega a ser visible: simplemente se vive como una algo que produce efectos, algo parecido a lo que dice la canción que nos habla de que en el templo sin ver a Dios se siente su presencia: no se sabe qué y a veces ni cómo, pero un cambio beneficioso se ha producido.

No ha sido necesario conocer una historia de vida con lujo de detalles, no se ha requerido contar pasajes de la propia, solo hubo que estar allí presentes, abrirse a la posibilidad originada en la necesidad de arreglar, solucionar o mejorar algo en la vida que se lleva, y la voluntad encontró el modo de enfocarse, de dirigirse a una consecución. Lo más grande hace el regalo: ordena las cosas de tal modo que todos pueden recibir una ganancia, una oportunidad, aunque no consulten de modo directo, pues sucede que los grupos reúnen a gente, siempre, que comparte una necesidad, un anhelo, una esperanza, de tal suerte que una u otra, al consultar su propio asunto, facilita que los demás miren lo suyo.