Esto es importante para todes

"Una de ellas es mencionar explícitamente a ambos géneros como lo popularizó, no sin caer a veces en el ridículo, Vicente Fox. Todos recordamos los famosos y cansinos «mexicanos y mexicanas, ciudadanos y ciudadanas, amigos y amigas»..."

Esto es importante para todes

Aristóteles llama a las ideas las “pasiones del alma”. Es decir, percibimos por los sentidos los objetos que nos rodean, estos dejan una impresión en nuestra alma —como la huella que dejamos al pisar en el lodo— y les asignamos una vestimenta, un término. A esas “pasiones del alma” les llamamos concepto. Por ejemplo, yo puedo tener el concepto de un gato, el cual tiene muchos términos, muchas vestimentas: gato en español, cat en inglés, gatto en italiano, chat en francés o en alemán katze.

Pero la realidad no es estática. Cambia. Y por lo mismo, vamos necesitando nuevas vestimentas para los nuevos conceptos. La ropa que tenemos para vestir a los conceptos ya no es suficiente. Creció el niño. Pensemos, por ejemplo, en la palabra inglesa skyline que significa el contorno que forman los rascacielos contra el cielo cuando estos se miran en conjunto. El skyline de Nueva York, por ejemplo, se vio profundamente modificado después del 11 de septiembre. En español no tenemos un término equivalente a skyline por la simple y sencilla razón de que no hay tantos rascacielos en las ciudades de Iberoamérica. Así de fácil.

Pues bien, en las últimas décadas el mundo ha ido evolucionando y nos ha puesto el problema de cómo referirnos a los seres humanos sin privilegiar a uno u otro género. Para obviar el problema se ha recurrido a diversas fórmulas. Una de ellas es mencionar explícitamente a ambos géneros como lo popularizó, no sin caer a veces en el ridículo, Vicente Fox. Todos recordamos los famosos y cansinos «mexicanos y mexicanas, ciudadanos y ciudadanas, amigos y amigas».

Ciertamente, es una solución; pero es contraria a la economía del lenguaje. De por sí, el español es una lengua barroca y ampulosa, no podemos seguir añadiéndole rulos y hojas de acanto.

Quienes hablamos español no podemos convertir a las perífrasis del lenguaje en un recurso ordinario, por la simple y sencilla razón de que no son algo natural. La gente de a pie —a quien de verdad pertenece la lengua— no las va a usar porque no tienen tiempo ni humor para esas sutilezas.

Algunos comienzan a usar el signo “@” o una “x” para referirse a ambos géneros sin privilegiar a ninguno. Por ejemplo, “les pedimos a tod@s” o “les pedimos a todxs”. La solución en principio es buena, por económica; pero tiene un defecto fonético, pues no hay un sonido asociado a ninguna de esas grafías y, por lo mismo, su uso se limitaría solo a la comunicación escrita.

Una tercera solución, que para mí es la perfecta, sería utilizar la letra “e” como género neutro o universal: “les pedimos a todes que esperen un poco”.  A alguien le podrá parecer extraño, casi como una profanación de la lengua; pero en realidad el español ya cuenta, por herencia del latín, con el género neutro. Lo usamos con frecuencia, aunque quizás no somos conscientes de ello. Es el caso de los pronombres personales: él, ella y ello. “Ello” no es ni masculino ni femenino. Es más bien algo que no es ni masculino ni femenino o ambos. Justo lo que necesitamos para revestir a esos conceptos que la paridad de género —para bien— ha generado en las últimas décadas.

En realidad, en el latín, el género neutro era mucho más frecuente que en español. Ciertamente, no existía por razones de paridad de género, sino porque para los latinos había muchos objetos que no tenían por qué ser masculinos o femeninos. Palabras como templo (templum) o guerra (bellum) eran de género neutro.

Lo que sucede es que el neutro fue cayendo en desuso, por la simplificación que siempre sufren las lenguas al exportarse (por eso en México, a diferencia de España, no usamos la segunda persona del plural “vosotros”). Cuando el latín se exportó a las demás provincias romanas también fue perdiendo algunas de sus formas y flexiones.

Sin embargo, el neutro es una estructura perfectamente contemplada en el español, una estructura que, después de quince siglos, podemos volver a utilizar como quien, hurgando en un viejo baúl, da con una vieja prenda de extraordinaria actualidad.

Como es natural, no podemos usar el neutro en e de la noche a la mañana. La lengua no cumple años, solo cumple décadas. Tiene su ritmo y los cambios son paulatinos; pero estos pueden ser inducidos por pequeñas minorías pensantes, cuando lo que proponen es sensato y, sobre todo, no exige esfuerzo.

Nada impide que utilicemos desde ya el neutro en e en escritos informales como tuits, comentarios de YouTube o Facebook, o mensajes de WhatsApp. De esa forma, su uso se irá extendiendo y normalizando paulatinamente. Al inicio sonará raro y generará polémica (basta ver las batallas campales desatadas por haberle amputado el acento a “solo”); pero poco a poco nos irá pareciendo más natural hasta el punto de que resulte raro referirse a un grupo mixto con la terminación del masculino.

Estoy seguro de que con el neutro todes nos veremos beneficiades. No estamos empobreciendo al español, todo lo contrario: lo estamos enriqueciendo, lo estamos dotando de más y mejores herramientas para poder expresar con mayor precisión nuestras ideas, lo cual no puede no ser un progreso cultural.