martes. 03.12.2024
El Tiempo

La maestro • Maricruz Romero Ugalde

“Era mi primera salida como estudiante de antropología y tallerista…”

La maestro • Maricruz Romero Ugalde

 


Para Polo Valiñas, in memoriam


 

El pasado 14 de enero de 2022 trascendió el lingüista Leopoldo Valiñas Caolla, profesor investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Así lo informaron a través de las redes sociales tecnológicas, tanto dicha institución como la Academia Mexicana de la Lengua, de la que también era miembro. Una de sus publicaciones más conocidas fue el libro Lenguas originarias y pueblos indígenas de México.

Amigo, maestro y colega entrañable, hizo de la Escuela Nacional de Antropología e Historia un espacio de aprendizaje del náhuatl. Su sonrisa, la algarabía de sus manos y su punto de vista analítico-crítico hacían de una conversación el encuentro de saberes donde todos aprendíamos; era una especie de democracia participativa. Escuchaba con detenimiento y retroalimentaba con sabiduría, muchas veces con ironía. Quienes tuvimos el gusto de tratarlo perdemos eso, su espontaneidad y alegría. Nos deja su obra y el sello que ha marcado con su presencia en cada uno de quienes tuvimos la experiencia de hacer trabajo de campo con él.

A continuación comparto un apartado del capítulo “Se hace camino al andar”, escrito por mi para el libro Trabajo de campo. Diferentes senderos desde los estudios sociales, que fue coordinado por Brigitte Lamy y publicado por la Universidad de Guanajuato y Editorial Itaca en 2016.

Maricruz Romero Ugalde con Leopoldo Valiñas
Maricruz Romero Ugalde y Leopoldo Valiñas, con la investigadoras Gabriela Luna (izq.) una estudiante (der).

 

 

La maestro[1]

Me desperté con dolor de cabeza, a mi lado estaba el lingüista y profesor de náhuatl que me había invitado a realizar un taller sobre el conocimiento del sistema vigesimal aplicado a un tipo de ábaco mesoamericano llamado Nepohualtzintzin. Estaba desconcertada en el tapanco cálido sobre las cobijas que apenas impedían el paso de la paja; era el lugar para dormir. Él seguía soñando; yo empecé a recordar y aproveché para escribir.

El pozol[2] había hecho efecto; ni el profesor ni yo consumíamos alcohol y sin embargo, aceptamos los tazones de barro con la bebida roja. Con ella se cerró la ceremonia que nos ofrecieron por haber dado los talleres de lingüística y matemáticas. Era un salón pequeño en una casa contigua a la escuela; las mesas estaban dispuestas en herradura. Asistieron los ancianos -principales del grupo-, autoridades, profesores y  el líder que nos había invitado. Todos con un semblante sereno, serio y amable, bebieron y ofrecieron breves discursos de agradecimiento.

Era mi primera salida como estudiante de antropología y tallerista. Me motivó a aceptar el conocer la tierra de los Ayuujk o mixes, donde el Zempoaltepetl corona la sierra Oaxaqueña. El recorrido de campo inició con el trayecto de la ciudad de Oaxaca hasta Tlahuitoltepec; pasamos de la carretera que nos condujo a Mitla, a una brecha serpenteada que parecía nunca acabar. Al tomar una de las curvas más cerradas y hacia arriba encontramos un pequeño terraplén que parecía la entrada a la sierra. Ahí estaba una pequeña comitiva; destacaba nuestro anfitrión, hombre joven, delgado, moreno, de mediana estatura. Sonriente, se aproximó y empezó a bromear con el maestro.

Al día siguiente, muy temprano, caminamos hasta la escuela. La neblina, el frío y la humedad nos acompañaron en el trayecto. De vez en cuando, el canto de los pájaros contrastaba con la música de alguna trompeta, trombón o corno; parecían trinos metálicos en la montaña. En otras ocasiones, una grabadora de pilas transmitía con interferencia alguna estación de radio, o tocaba la cinta de la banda de música de alguna de las poblaciones aledañas. Llegamos. En el aula ya estaban los jóvenes profesores bilingües. Les compartí cómo manejar el Nepohualtzintzin diseñado en aluminio y plástico por el maestro Esparza. Él puso en práctica su hipótesis de que un instrumento semejante había sido inventado y utilizado por diferentes culturas mesoamericanas. En las oficinas del ISSSTE encontró un espacio para divulgar su conocimiento que plasmó en dos libros, Cómputo Azteca y Nepohualtzintzin.[3] Ahí me convertí en su alumna y poco a poco pude realizar operaciones aritméticas con esa herramienta. Durante el descanso y más tarde en la comida, intenté hablar con las mujeres o jugar con los niños. Cortésmente se reían, bajaban la mirada y se iban. No entendía el rechazo. Ahora, es claro, en la comida de clausura era yo la única mujer. El grupo me aceptó en calidad de profesor, no de mujer; por ello siempre me trataron como hombre, “La Maestro”.





***
Maricruz Romero Ugalde es Etnóloga, Profesora de la Universidad de Guanajuato adscrita al Departamento de Estudios Sociales, División de Ciencias Sociales y Humanidades, Campus León, e integrante del Cuerpo Académico: Agua, Energía y Cambio climático.

 

[1] Dedico este texto al líder mixe Floriberto Díaz Gómez en su XX aniversario luctuoso y al  Lingüista Leopoldo Valiñas. La actividad en la que participamos en 1983 sigue vigente en 2015 [cuando se escribió el texto para el libro de referencia];

se le denomina “Semana de Vida y Lengua Mixes”.

[2] Bebida fermentada de maíz y cacao.

[3] Ahora existe un Manual didáctico del nepohualtzintzin para el desarrollo de las competencias matemáticas, editado en 2009 por la SEP y la entonces CDI, donde se reconoce el aporte del Mtro. Esparza, así como seguidores de su obra. En esta liga de  facebook se puede comprar la versión moderna del computador mexicano, y propuestas para su manejo, desde la aritmética básica hasta cálculo integral.