La medicina tradicional indígena, ¿en peligro de extinción? • Maricruz Romero Ugalde

“Hablar de medicina tradicional indígena implica ubicarse en un sistema diferente de concepción de la vida…”

El xotol o chimal es planta sagrada no medicinal. Aquí venerándola para 'labrar' el xuchil de la Virgen de Guadalupe, en El Guadalupe, Tierra Blanca, Gto. Nana Carmen le coloca la flor
El xotol o chimal es planta sagrada no medicinal. Aquí venerándola para 'labrar' el xuchil de la Virgen de Guadalupe, en El Guadalupe, Tierra Blanca, Gto. Nana Carmen le coloca la flor
La medicina tradicional indígena, ¿en peligro de extinción? • Maricruz Romero Ugalde

En este momento en que la salud se ha convertido en un privilegio fácilmente extinguible por motivo del posible contagio del virus SARS-CoV-2 y todas sus variantes, queda claro que entre más fuerte sea nuestro sistema inmunológico, más posibilidades tenemos de sobrevivir.  La pandemia de COVID-19 continua y, en tanto el virus muta y seguimos depredando el medio ambiente, esta situación parece haber llegado para quedarse y por ello, adaptarnos es una de las vías para seguir adelante.

¿Cómo reforzar nuestro sistema inmunológico? De acuerdo con el sistema nacional de salud y la educación pública la “vida saludable” impacta en ello, es decir, comer más alimentos frescos: frutas y verduras, reducir al máximo el consumo de alimentos procesados; dormir las horas necesarias para recuperar la energía, sueño profundo; aprender a manejar el estrés y hacer ejercicio. Estas cuatro actividades deberían ser el eje de la calidad de vida plena de todos los seres humanos en el planeta. Sin embargo, por cuestiones estructurales, es decir, por la desigualdad económica persistente, muchos grupos sociales ni siquiera tienen garantizado el alimento o el resguardo en una vivienda digna. Otros, que si lo tienen viven tan obsesionados con la vida de “éxito” ligada a tener cada vez más, que suelen aceptar jornadas extenuantes gracias a la modalidad del “home office” o bien, a la posibilidad que abre la tecnología para estar conectado de manera continua las 24 horas del día. Entre estos extremos, la gama de posibilidades sobre cómo vivir sin darnos cuenta del deterioro que generan nuestras acciones cotidianas, tanto para la persona como para su grupo y el medio ambiente, son frecuentes.

Maricruz Romero, medicina tradicional, interior - Foto, Maricruz Romero Ugalde

Por ello, del riesgo de la medicina tradicional nos lleva a dos reflexiones. Primero, qué entendemos como tal y segundo, si es que está en riesgo la propia actividad o quien la emplea.

Si iniciamos con preguntarnos qué es medicina, encontramos que en el diccionario de la Real Academia Española se define así: “conjunto de conocimientos y técnicas aplicados a la predicción, prevención, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades humanas y, en su caso, a la rehabilitación de las secuelas que puedan producir”[1] el 25 de marzo de 2021[2] por consenso la Cámara de Diputados aprobó un dictamen en el que se propone al Senado de la República la reforma  y adición de diferentes disposiciones de la Ley General de Salud, particularmente de los artículos 2, 6, 13, 27, 31, 83, 96 y 112 con el objetivo de establecer “que el derecho a la protección de la salud tenga el reconocimiento, uso, conservación, utilización, aprovechamiento y protección de la medicina tradicional indígena y complementaria”[3] Esta iniciativa fue trabajada en el Senado, donde se recibieron muchas opiniones en contra, particularmente en lo referido a la estandarización de procesos, por mencionar uno de los más relevantes. El resultado, no fue aprobada la propuesta.

Hablar de medicina tradicional indígena implica ubicarse en un sistema diferente de concepción de la vida. Si bien los pueblos originarios -como ahora se les refiere institucionalmente-son atendidos particularmente por el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas, aunque no de manera exclusiva, ya que son configuraciones sociales complejas, contrastantes y, en algunos casos, hasta fragmentadas, y por ello, como cualquier ciudadano mexicano según su condición, son sujetos de derecho y atención por cualquier otra dependencia. No obstante, como indígenas, indios o como ellos se denominen, algunos comparten cosmopercepciones, — formas de relación con su entorno– de una forma holística, formas de organización aun cuando hayan perdido el idioma. De ahí que en el pasado censo de población se haya mantenido la pregunta sobre la adscripción, en relación con el reconocer cómo la gente se adhiere a una identidad social de población indígena, étnica o afrodescendiente.

A pregunta expresa a algunas “mujeres medicina” de la Congregación Indígena Otomíe de San Ildefonso, Cieneguilla, Tierra Blanca, Guanajuato, sobre qué hacía especial su medicina, y a qué riesgos actuales se enfrentaban, mencionaron que lo especial era que las plantas trabajaban en comunidad, como ellos con las mayordomías. Por ello, para curar varias enfermedades era mejor combinar varias plantas, 22, de hecho. Para prepararlas hay que saber cuándo recolectarlas y cómo conservarlas; algunas ya no se consiguen porque han desaparecido de la zona con tanta construcción. En relación con los riesgos, el mayor es que la gente joven ya no cree y prefiere ir al médico para que les den una pastilla. Las pastillas quitan el dolor pero no curan, mientras las infusiones, las pomadas, la aplicación de polvitos de hierbas o hasta tomarlos, así como entrar al temazcal, si curan, sólo que más despacio. Falta entonces conocer más sobre las plantas y las formas de curar. Para ello hay que transmitir el conocimiento a las nuevas generaciones con mayor inversión, pero sobre todo con respeto a los tiempos, las formas, las actitudes y los vínculos que se desarrollan entre usuarios y personas que curan.

En la década de los 90 del siglo pasado, el entonces Instituto Nacional Indigenista y después el Gobierno del Estado de Guanajuato, promovieron programas de capacitación y actualización de medicina tradicional, y expidieron comprobantes de certificación laboral a hombres y mujeres que practicaban la medicina tradicional en el país. Esto impulsó el reconocimiento institucional de las prácticas ancestrales, además de provocar entre los diferentes grupos étnicos una sinergia de uso, desarrollo y aprovechamiento de la medicina tradicional. ¿Por qué no se dio continuidad a ello? ¿Cómo ni siquiera se menciona este tipo de avances ahora que se quiere legislar al respecto? Para el caso de nuestro país, el trabajo de la medicina tradicional desde la antropología se puede remontar hasta el estudio de los primeros códices o crónicas del siglo XVI. La manera en que ahora se sigue practicando implica continuidades, adaptaciones y creaciones con base en la experiencia y los saberes transmitidos oralmente. Me parece que la discusión sobre la ley requiere de remover el pasado, identificar los avances de políticas públicas anteriores pero, sobre todo, escuchar a quienes practican la medicina tradicional indígena, y complementaria con el propósito de comprender para incluir. Cuando la incertidumbre de la vida es una constante, los caminos para promover la salud requieren de incluir puentes interculturales. Uno de ellos, me parece, es el reconocer institucionalmente la experiencia de las y los médicos indígenas como lo está haciendo el Centro de Investigación y Estudios Transdisciplinarios (CIET), al otorgar el Doctorado Honoris Causa a una “mujer medicina” de Guanajuato. De ello hablaremos en la próxima entrega. Junt@s es mejor.

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Maricruz Romero Ugalde es etnóloga, profesora de la Universidad de Guanajuato adscrita al Departamento de Estudios Sociales, División de Ciencias Sociales y Humanidades, Campus León e integrante del Cuerpo Académico: Agua, Energía y Cambio climático.

 

[1] https://dle.rae.es/medicina

[2] http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/iniclave/64/CD-LXIV-III-2P-386/02_dictamen_386_21abr21.pdf

[3] https://comunicacionnoticias.diputados.gob.mx/comunicacion/index.php/boletines/aprueban-reformas-para-reconocer-medicina-tradicional-indigena-y-complementaria#gsc.tab=0