León en el siglo XX [IV] • Limpiar la ciudad de mendigos • Miguel Ángel García Gómez

Periódico El Sol de León, 19 de mayo, 1952
León en el siglo XX [IV] • Limpiar la ciudad de mendigos • Miguel Ángel García Gómez


Para los inicios de la década de 1950, León era una ciudad cuyo proceso de urbanización la convertía en un imán a la migración del campo y otras ciudades. Crecía en medio de marcados contrastes en la vivienda, en los servicios o la infraestructura (desigualdades, decimos ahora), era una ciudad que:

[…] ha dado muestras en menos de diez años, de que la población aumenta a un ritmo acelerado y por lo tanto se hace más apremiante la necesidad de casas habitación, sobre todo para la familia obrera, que frecuentemente tiene que emigrar a lugares distantes de la ciudad donde carece -a veces en lo absoluto- de los servicios públicos indispensables, como alumbrado, mercados, agua, policía, etc., etc., mientras en el corazón de la ciudad se encuentran grandes corrales en el interior de algunas casas y terrenos valdíos (sic) o dedicados a la agricultura. (Sol de León, 14 de enero 1952)

Pero el siglo XX formó no solo la materialidad urbana que hoy tenemos; también fue, en muchos sentidos, formador del carácter de los leoneses. La manera de ser y de pensar de los ciudadanos es, en una medida, el resultado de la historia y circunstancias propias, que se forjaron poco a poco, en el devenir de la propia historia de la ciudad. Mucho se ha escrito sobre la manera como el entorno define la forma de ser individual y colectiva. Para Walter Benjamín:

[…] la ciudad aparecía como forma material de espacialización del pensamiento […] que fundamentan y condicionan los modos de habitar de sus habitantes.(1)El flâneaur de Baudelaire, ese paseante, observador de la ciudad que escucha sus voces, que percibe sus olores,[…] escucha los ecos del pasado. Percibe así el rumor de historias con las que la Historia no cuenta. Un rumor de historias, secundarias, que permanecen en un segundo plano tras la superficie pulida de la ciudad, y que, sin embargo, se manifiestan como síntoma de lo reprimido.(2)

Entender la ciudad de León es también escuchar los ecos de su pasado, observar las capas que en cada momento se han presentado y que forman poco a poco el carácter de sus habitantes, los ecos de lo construido y de lo vivido.Una de las lecturas de la manera de ser leonés es a través de la forma como se ha respondido en los distintos momentos ante los acontecimientos que se van presentando, que son parte de esas historias secundarias que tal vez han quedado en segundo plano, pero que fueron y son manifestaciones de nuestro carácter. Al león viejo del arco de 1938, de cemento, le sucedió en 1952 un león joven, de bronce, no sin oposición de una parte de la sociedad de entonces. Así, aunque no permanece el león viejo, persiste la identidad ahora referida por el león joven que representa otro estrato de una ciudad que progresa, que avanza en el siglo. El progreso materializado en obras de infraestructura y servicios generaba antes, como hoy, acuerdos y desacuerdos, que se dirimían en la medida en que la autoridad en turno respondía en función de lo que podía hacer o no, muchas veces limitada por la ausencia de un marco normativo para todo aquello que se presentaba por primera vez, nuevo, moderno. A mediados del siglo XX se vivían cosas como ésta:

Los vecinos de Hdez. Álvarez se inconforman por el cobro de $ 14.80 por m. de pavimento de concreto asfáltico, diciendo que no pasa de valer $6.00 y que no durará porque ´en las partes que se acaban de terminar ya se está destruyendo´. (El Heraldo de León, 4 de enero de 1952)

Cada nueva obra era un avance en la dotación de infraestructura, y era al mismo tiempo forjadora del carácter de los habitantes de la ciudad.

Para los inicios de la década de medio siglo XX la ciudad había crecido; se hacía necesaria la búsqueda de orden urbano. Para la sociedad leonesa había temas sensibles por atender, que se convertían en demandas hacia las autoridades. En la administración del Ing. Enrique Aranda Guedea (1952-1954) se plantearon dos temas que dan cuenta de la forma como se vivía la ciudad de entonces. El 9 de enero de 1952 se publica en El Heraldo de León: Uno de los principales objetivos de la administración […] es retirar de la zona urbana las casas de mala nota que son una escuela de vicio y escándalo; cuatro días antes, el sábado 5 de enero, el mismo periódico dice en las ocho columnas de su primera plana: LEÓN DEBE ESTAR LIMPO DE MENDIGOS. La nota reseña:

[…] el presidente municipal […] manifestó ayer […] que la administración a su cargo tomaría las medidas necesarias para acabar con los comerciantes mendigos que pululan por las calles de León […] para el efecto, se mandará traer una persona en asuntos sociales para que estudiara la personalidad de cada uno de los limosneros para tratar de remediar las causas que motivaron su desajuste social.

En señor presidente añadió que a los pillos, malvivientes y vagabundos se les hechará (sic) el guante por medio de frecuentes redadas y que a los que no sean delincuentes se les pondrá en los límites del Estado para que emigren, con amenaza de cárcel en el caso de que pretendan regresar.

Este tema persistiría aún como uno de los “problemas sociales” por atender de la ciudad durante las décadas que anteceden y siguen al medio siglo. Poco más de diez años después, apareció (19 de mayo, El Sol de León) una nota de primera plana que decía: NI UN MENDIGO MÁS EN NUESTRA CIUDAD, orden enérgica del Alcalde Vázquez Negrete. De esta manera se entendía y se atendía entonces la condición social de los más desfavorecidos:

Ni un solo mendigo más habrá en las calles de esta ciudad. Así lo determinó ayer el Presidente Municipal, dando instrucciones a la policía preventiva con el fin de que retiren a los mendigos de todos los lugares […] ayer mismo la policía procedió a realizar una “limpia” completa del primer cuadro y advirtió a los mendigos para que no vuelvan a presentarse, también hubo algunos que fueron arrestados porque son reincidentes […]

El 20 de mayo, el mismo diario reiteraba la decisión de la autoridad municipal de entonces: Confirmado: será permanente acción contra la mendicidad. No podemos tolerar por más tiempo el aspecto deprimente y la suciedad que exhiben esas gentes […] la acción represiva contra la mendicidad […] debe ser definitiva […], en palabras del presidente municipal.

Esta forma de entender los problemas sociales, que hoy tal vez llamaríamos “discriminación, clasismo”, o le daríamos alguna otra definición, es la forma de entonces, a partir de la cual se planteaban las soluciones en una ciudad que crecía y progresaba en la medida que avanzaba el siglo XX. Es el eco de la manera como se les entendía, con el marco de comprensión de los leoneses de la época, herederos entonces de una capa anterior de la misma ciudad, que también habría aportado su parte en la construcción de las identidades, cuya pista habrá que seguir como ese flâneaur que cruza el tiempo observando cada una de las pequeñas cosas que forman las capas secundarias de historias, que es necesario reescribir para poder exteriorizar la memoria de la ciudad que se hace de recuerdos, pero también de olvidos.

(2) Tomados de: El flâneaur, el detective y el psicoanalista: Transformacioes benjaminianas. Ana Carrasco Conde, en La Ciudad Contemporánea, José-Miguel Marinas, coord. Biblioteca Nueva, Madrid, 2016.

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