jueves. 18.04.2024
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Escenarios • Teatro Juárez, el sueño donde comenzó todo • Paola Arenas

“…volteo la mirada para recordar a esa joven que soñaba con estar en ese escenario que ahora es como su casa…”

Imagen 00. Foto principal
Teatro Juárez, el sueño donde comenzó todo
Escenarios • Teatro Juárez, el sueño donde comenzó todo • Paola Arenas


Caminar frente al majestuoso teatro Juárez, admirar las siete musas en su fachada, las escaleras antes repletas de estudiantes, siempre me hace pensar en esa adolescente que pensaba en el honor que sería presentarse en ese escenario, a la mujer que lo veía como un sueño inalcanzable, y a esa artista que tenía en la cabeza la idea que cuando lo lograra, podría morir en paz. 

Como guanajuatenses somos afortunados de tener uno de los recintos teatrales más emblemáticos y arquitectónicamente más hermosos del país. Este teatro es una edificación que data de 1873, aunque Porfirio Díaz lo inauguró hasta 1903. Recrea el estilo italiano, con una sala de espectadores en herradura, donde se pueden observar balcones hasta la parte frontal del escenario, destinados al uso de las grandes personalidades de la época. Por cierto, son los peores lugares para ver un espectáculo, pero los mejores para que te vean viéndolo y por tanto, los más preciados por políticos y personas de la alta sociedad, ya que es costumbre muy de este estado valorar más lo social que lo cultural. 

La sala conserva su pintura original, con un candelabro al centro, que impresiona al más apático de los turistas. El teatro alberga a 850 espectadores. Está dividido en cuatro zonas: luneta, conformada por la planta baja, con butaquería de terciopelo rojo y madera color ocre, que rechina por los años que lleva soportando a turistas y espectadores que año con año se vuelven más anchos (según Theatre project y su publicación Size matters, en el siglo XIX los asientos median 45.72 cm de ancho en promedio,  y en 2010 ya teníamos una medida mínima de 58.42 cm mínimo, 12.70 cm de diferencia que, multiplicado por el número asientos en una fila de butacas se vuelven considerables). 

Imagen 1. Distribución de la butaquería en el Teatro Juárez

 

Después tenemos el primer palco, con sus cuatro balcones en proscenio (frente al escenario), donde se puede disfrutar de conciertos de música clásica, y teatro de la mejor manera, porque proporciona un ángulo un poco más alto de visión,  apreciando mejor hasta el fondo del escenario, además de que el sonido llega ya mezclado hasta tus oídos como uno solo, masterizado.  

El siguiente es el segundo balcón, ideal para apreciar la danza con sus movimientos coreográficos, las figuras geométricas que desde esa altura se forman con gracia ante nuestros ojos: la danza es un arte que se debe apreciar con distancia. Hasta arriba, pegada al techo y en un sombrío lugar, tenemos la galería (o gallola), área realmente en desuso, que se conforma de bancas continuas, donde el público se amontonaba. En ese lugar participaban por  los menos privilegiados, para que la alta sociedad no pudiera verles, pero ellos si tuvieranun cachito del privilegio de ver los espectáculos que pisaron esas tablas. La sensación de vértigo al estar allá es un poco adictiva; sentir esa adrenalina es parecida a la de estar en la parrilla, pero un tanto menos peligrosa, aunque no cuenta con protecciones que eviten el accidente de un niño travieso… o de un  influencer que quiera hacer una foto “perfecta”. 

El escenario es de tipo italiano: piso de madera, con un declive aproximado de 6 cm, por lo que la parte del fondo es más alta que el frente o proscenio, a la usanza antigua. Por esta costumbre los directores y coreógrafos dicen a sus ejecutantes que se muevan para arriba o abajo, al fondo o al frente. Ahora pocos escenarios cuentan esta característica, aunque modificar estos declives en una sala, afecta directamente su acústica e isóptica. 

Al fondo del escenario se encuentran los camerinos, en dos niveles, con su altar a la virgen, honrando una de las más grandes tradiciones de los técnicos en cualquier recinto escénico, la veneración a alguna imagen religiosa. Sin importar creencias personales, estas imágenes “cuidarán” el trabajo de los oficiantes de la obscuridad.  Estos camerinos son pequeños y fríos, crean la sensación de haberse detenido en el tiempo. Estar en uno de ellos te da la sensación de respirar siglos de historia, te lleva de una sensación nostálgica pero al mismo tiempo poderosa. La madera de este espacio se vuelve un almacén de historias. 

Imagen 2. Los camerinos del Teatro Juárez

 

Técnicamente, el teatro Juárez ha sido hasta la última remodelación, una belleza histórica. Sigue manteniendo su parrilla de madera, constituida por enormes polines de madera, conservados hasta hoy en funcionamiento. Aún se utilizan algunas cuerdas de ixtle, donde los técnicos deben soportar el peso completo con su propia fuerza, en comparación con los tiros contrapesados, que funcionan como una balanza, donde se calcula el peso de los elementos que están colgados sobre esa vara para colocar del otro lado del sistema el mismo peso, haciendo que con un mínimo de esfuerzo, un técnico pueda manipular telones y elementos volumétricos en montaje o función. Existen también sistemas motorizados, que son programados desde una consola, manejando parámetros como distancia y tiempo. Dado que este sistema no existe aún en el teatro Juárez, en montajes de ópera, por ejemplo, se han colocado motores puntuales que sustituyen momentáneamente esta necesidad de los diseños escenográficos contemporáneos. 

Una campana para las llamadas

Una de las tradiciones que conserva este teatro son las llamadas. Este ritual que marca la proximidad del inicio del espectáculo. Habitualmente las llamadas se marcan 10 minutos antes de la función la primera, 5 minutos antes la segunda, y a la hora del inicio, la tercera. Este orden sirve a público y artistas para preparase al inicio del espectáculo. Actualmente las llamadas incluyen también ciertos protocolos de seguridad o avisos del teatro o el espectáculo. Incluyen información sobre apagar teléfonos celulares, el nombre del espectáculo, si se permiten fotografías, e incluso el recordatoria de portar siempre el cubrebocas. Cuando el teatro Juárez tenía su mayor auge se colocó una campana del lado derecho del escenario, en el desahogo (o espacio de servicio y tránsito para técnicos y artistas) que anuncia estas llamadas a la usanza de las eclesiásticas, con cinco toques: un silencio y uno, dos o tres toques extras, según sea la llamada que se está dando. Esta mítica campana es celosamente cuidada por los trabajadores del teatro, ya que si es tocada en algún otro momento, habría que parar todos los trabajos hasta que un sacerdote exorcise el lugar. Por cierto, el más afamado exorcista de la comarca se encuentra en el monumento a Cristo Rey. 

La iluminación ha sido siempre un elemento esencial en los recintos escénicos. Éste en particular, tiene desde su pórtico dos faroles de bronce y cristal, y ocho más pequeñas, aportando desde su inauguración un estilo ecléctico. Dentro del recinto encontramos una plantilla de luminarias escénicas conformadas por PAR64 (usados para crear ambientes generales) y elipsoidales (utilizados para iluminación frontal y especiales), así como algunos ciclolights (para iluminar fondos infinitos), que se han utilizado durante décadas para una iluminación cálida de gran calidad. Sin embargo, este tipo de equipamiento va cayendo en desuso y ha sido remplazado por mejores tecnologías, como la iluminación LED, que a pasos agigantados va acercando a la calidad de la iluminación incandescente, de la que seguimos enamorados los iluminadores de almas viejas. 

Imagen 2b. Plantilla fija de reflectores en el teatro Juárez hasta antes de su remodelación

 

La mística de este recinto con la iluminación es particular. Con un par de movimientos puedes manipular el espacio de tal manera que provoca una sensación de intimidad invaluable. A pesar de sus grandes dimensiones, un susurro puede escucharse hasta la última butaca, característica que puede ser contraproducente cuando a un actor que no está en escena se le ocurre, por ejemplo,  jalar la cadena en el baño de su camerino.    

Imagen 3. Consola de iluminación en el Teatro Juárez

 

El recinto es protegido como patrimonio histórico de la humanidad. Esto incluye su parrilla, toda de madera, original, gruesa, llena de energía e historia de 149 años de espectáculos de la más alta calidad. En esa madera resuenan las pisadas de Ramón Vargas, Paco de Lucía, Marcel Marceau, Robert Wilson, Kazuo Ohno, entre tantos otros grandes talentos internacionales, así como ha sido casa de muchos de los artistas locales que han nutrido históricamente la programación del recinto.

El teatro está además conformado por el vestíbulo, oficinas, la cantina, la escalera de honor y taquilla en planta baja, y un foyer y el  salón de fumadores en la planta alta, mismos que han servido como escenario para pequeñas orquestas románticas, conciertos de piano y múltiples actividades académicas o literarias durante la vida de este recinto.  

Imagen 4. Paola Arenas iluminando

 

Este teatro es tan emblemático para los artistas locales, que al pasar por sus escalinatas cuando era una adolescente, recuerdo repetirme que el día que pisara como artista ese escenario, podía morir en paz. Hoy volteo la mirada para recordar a esa joven que soñaba con estar en ese escenario que ahora es como su casa, en el que ha iluminado a compañías internacionales, a artistas locales y en el que lleva muchos de los grandes recuerdos sobre sus retinas. Ahora podría morir en paz con esos recuerdos, y con la seguridad de aportar al legado de que cada día más mujeres puedan sentarse en esas consolas sin tener que “demostrar” su conocimiento —porque siendo mujeres siempre se las ha puesto en duda–. Hoy, con la anunciada renovación del majestuoso Teatro Juárez, espero que también sean removidos los viejos pensamientos que no nos permitían entrar, las viejas costumbres que nos relegaban a lugares menores, y que tomemos este pretexto para quebrar el gran techo de cristal, para construir juntos un nuevo donde admirar el cielo que sigue esperándonos. 

Imagen 5. Vestíbulo del Teatro Juárez