El Evangelio Según • Declaración de guerra • Víctor Hugo Pérez Nieto

“Cuentan que un día…”

El Evangelio Según • Declaración de guerra • Víctor Hugo Pérez Nieto


Cuentan que un día, al hijo del Primer Ministro de San Cristóbal y Nieves, una paradisíaca nación antillana formada por dos pequeñas islas perdidas en el Mar Caribe, le descubrieron una cuenta secreta en los “Panamá Papers”, la mayor filtración de documentos en la historia del periodismo contemporáneo.

Él aparentaba una vida austera, acorde con la pequeña nación que gobernaba, hasta que el escándalo estalló.

Como era de esperarse, la opinión pública se le vino encima al padre, quien comenzó a idear una estrategia para desviar la atención de la prensa. Se convenció de que todos en el diminuto país debían tener a un enemigo en común y aprovechó que la economía de sus artesanos y vendedores de playa se venía abajo por la competencia desleal de los suvenires chinos, entonces decidió que la República Popular China constituía una sería amenaza a su soberanía y le dictó a su secretario de seguridad y defensa una carta donde le declaraba la guerra total y sin cuartel al dragón asiático. «Pero señor primer ministro –palideció el secretario de defensa– eso es una locura.» «Usted acate mis órdenes –contestó el primer ministro de San Cristóbal y Nieves–. Mayor insensatez fue la de nuestros vecinos los granadinos, con una nación insular como la nuestra, pelearse con los gringos en 1983.» «Si señor ministro, pero, ¿acaso sabe usted que el ejército chino cuenta con cohetes transcontinentales que en unas horas podrían alcanzar nuestras costas?» «Claro, y para eso somos aliados de los norteamericanos, en cuanto detecten en sus radares los cohetes, es seguro que se activará su escudo antiaéreo y nos protegerán.» «Si señor ministro, pero además tienen un portaaviones y una de las mayores flotas de submarinos nucleares.» «Siento contrariarlo señor secretario, pero estamos rodeados por una gran barrera de coral. En cuanto intenten acercarse quedarán más agujerados que el Titanic, ya lo verá usted, estas playas se teñirán de sangre amarilla.» «Es que, entienda señor ministro, China tiene 1.402 miles de millones de habitantes y 9,600,000 km cuadrados de territorio, mientras nosotros somos solamente 51 mil habitantes y entre las islas de San Cristóbal y Nieves no alcanzamos ni los 300 km cuadrados de superficie.» «¿Mil cuatrocientos dos mil millones de habitantes hay en China, dijo usted?» «Efectivamente. «¿Y cuál dice que es el tamaño de nuestro país?»  «Para ser exactos: 261 kilómetros cuadrados.» «¿Esta usted seguro de los datos que me da?» «completamente señor primer ministro.» «Entonces suspenda rápidamente el ataque. Ya luego le explico.»

Dicen que el primer ministro de San Cristóbal y nieves estuvo dubitativo, sin mencionar palabra en toda la tarde. Ya en la noche, en el lecho nupcial reflexiono frente a su esposa:

«Si no fuera yo un visionario, habría invadido a China y luego no hubiésemos sabido qué hacer con más de mil millones de prisioneros de guerra; esta nación tiene la dicha de ser gobernada por un gran estadista».

Sería gastar papel y tinta de más para explicar el reciente pleito entre México y España después de haber contado el viejo chistorete, aunque el asunto real resulte igual de ameno y recreativo, con la moraleja abierta al juicio del lector.