El Evangelio Según • Medicina tradicional • Víctor Hugo Pérez Nieto
“…no quiero acusar a mi tía, quien lo único que hacía era utilizar conocimientos y técnicas ancestrales en su desesperación por curarme…”
Cuando era niño, me cogió una tos de meses, y como estaba al cuidado la tía abuela Margot, se le hizo fácil curármela a base de infusiones con camelinas y miel. Terminé intoxicado y en el hospital, pero no fue culpa de la tía Margot, quien falleció de 104 años y vivió el Porfiriato, la Revolución Mexicana y las Guerras Cristeras, cuando la ciencia estaba en pañales y todo lo curaban con hierbas y remedios. Obviamente la mortalidad era muy elevada en esos años aciagos, y la esperanza de vida en general, baja. Ella, en el infinito amor que me tenía (yo era prácticamente su nieto), me torturaba con sus perlas de éter, emulsión de Scott, aceite de ricino para los empachos, ventosas con vasos y velas para sacarme el aire, cuando lo que en realidad tenía era asma bronquial que se me curó hasta que caí intoxicado al hospital con un nuevo medicamento llamado Montelukast, derivado de la camelina o bugambilia precisamente. Con esto no quiero acusar a mi tía, quien lo único que hacía era utilizar conocimientos y técnicas ancestrales en su desesperación por curarme, pero el empirismo jamás va a estar a la altura de la ciencia.
Ahora que soy médico traumatólogo, me he dado cuenta de que los doctores y la salud tenemos tres grandes enemigos: la mamá del niño, la abuelita del niño, y la más aguerrida de todas: la comadre de la mamá del niño, casi siempre su madrina, que antes de llevártelo a tu consultorio después de una caída, ya lo llevó con hueseros y sonabores que, literal, le pusieron una madrina al chiquillo.
Pero son usos y costumbres que se pueden cambiar con educación. Ya en el nuevo milenio todos deberíamos saber que, efectivamente, la mayoría de los medicamentos se sacan de las hierbas y las plantas, pero para eso pasan por un proceso de selección, purificación y refinación. Dicho de otro modo: nadie le pone petróleo crudo a su automóvil, aunque la gasolina y el diesel se refinen de petróleo.
La belladona es una planta que tiene muchas propiedades médicas, pero sus alcaloides (hiosciamina, atropina, escopolamina), derivados del tropano, la convierten en una planta venenosa, capaz de provocar estados de coma o muerte si es mal administrada. En dosis tóxicas provoca cuadros de delirio y alucinaciones. A pesar de ello, la planta se utiliza medicinalmente en oftalmología como midriático y tiene aplicaciones como antiespasmódico. La Buscapina que todos hemos tomado alguna vez es uno de los productos famosos extraídos de la belladona, pero ya ajustado a una dosis correcta.
Así que, para no extenderme, me parece una muy mala idea que el IMSS, que tantas carencias y áreas de oportunidad tiene, iniciando por el cuadro básico de medicamentos, se vaya a poner ahora a contratar chamanes (hierberos, hueseros, sonadores y parteras).
De por sí ya somos muchos y ahora quiere parir la abuela.