viernes. 19.04.2024
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El Evangelio Según • Lo que un día fue • Víctor Hugo Pérez Nieto

“Nos falta ser más cuidadosos con nuestros patrimonios intangibles…”

 

 

 

El Evangelio Según • Lo que un día fue • Víctor Hugo Pérez Nieto

En la familia tenemos una costumbre arraigada. Para empezar, desde que mis padres vivían éramos una familia tradicional, con miembros binarios, sin imposiciones de género, pero tampoco de modas ni corrientes que nos dijeran lo que era bueno y lo que era malo. Por eso, cuando un miembro nuevo venía, si era del cariotipo 46 XX (femenino), acostumbrábamos viajar a Bariloche, Argentina a una confitería llamada Rapa Nui, a traer chocolates y alfajores para celebrar la llegada de una niña. De paso parábamos en Buenos Aires e íbamos caminito a escuchar y bailar tangos. 

Si el nuevo miembro de la familia era cariotipo 46 XY, o se varón, la cuestión era más sencilla porque el viaje era mucho más corto: al Puerto de Veracruz a comprar puros de San Andrés Tuxtla, y escuchar la marimba y los sones jarochos en los portales.

A pocas semanas del nacimiento del nuevo miembro de la familia Pérez Mondragón hicimos lo que indica la tradición para un bebé cariotipo 46 XY (para no ofender a nadie por decirle lo que marcó el ultrasonido, que no se hace bolas con géneros no binarios: masculino).

Hace 8 años había sido el último viaje por los puros. 

Son 7 horas por carretera de cuota hasta Veracruz, para de paso bailar un danzón en el zócalo y beber una cerveza escuchando la marimba en los portales.

Pero, ¡oh sorpresa!, los tradicionales portales de Veracruz ya están parasitados por grupos norteños cantando corridos alterados. Sí, de esos que puede usted escuchar en cualquier lupanar de barrio. En cualquier cantina del país. Es increíble cómo lo comercial desplazó a lo tradicional.

Yo no soy quién para decirle a la gente qué oír, qué es bueno y malo en la música, pero sería una paradoja viajar a Buenos Aires a escuchar reguetón, o que los raperos silencien con sus amplificadores las bachatas de Santo Domingo.

Cada lugar tiene sus tradiciones, así como cada familia también. Yo pasé mi niñez y parte de mi juventud en Veracruz, por eso le agarré cariño a los sones, al danzón y la marimba. Allá no se escuchaba música proveniente del centro ni del norte del país, lo que si me ocasionó un choque cultural cuando regresé al Bajío, donde sólo se escuchaba “música norteña” (lo que quiera que sea música norteña), y cuya distancia al puerto jarocho era de casi 14 horas en los setenta y ochenta por la ruta de las cumbres de Maltrata.

Luego todos los estados de la república y las ciudades se fueron acercando para bien, pero también para mal.

La sofisticación del gusto consiste en no hacer distinciones entre alta y baja cultura, pero el lirismo existe, es innegable, y no se puede comparar la poesía de una canción de Agustín Lara en voz de Toña la Negra, con la de un corrido de “Calibre 50” en voz de un grupo rascatripas cualquiera. 

Uno viaja a Buenos Aires para presenciar en Señor Tango a Gardel y Piazzola en voz de Fernando Soler, no para escuchar cumbias.

De ahí podemos partir y continuar con la discusión de los cariotipos científicos y los de los grupos “no binarios” y etc, etc, etc 

Nos falta ser más cuidadosos con nuestros patrimonios intangibles.