Es lo Cotidiano

UN RATITO DE TENMEALLÁ

E la nave va (1983) de Federico Fellini.

Isaac Raúl Zepeda Romo

E la nave va (1983) de Federico Fellini.

El sonido del proyector corriendo, imágenes en blanco y negro algo sucias por lo dañado de la cinta, el movimiento de los personajes es cómico por la velocidad de reproducción y hay silencio. Orlando (Freddie Jones), quien nos va guiar en este viaje, tiene que hablar y esperar los intertítulos para que nosotros sepamos lo que dijo. Es 1914 y Fellini nos dice que entonces así era el cine y así comienza…

Pero poco a poco se van diluyendo estos rasgos: hay un momento en que la cinta se aclara y deja de estar sucia, el ruido del proyector sigue; de repente se escucha la bocina del barco, el proyector sigue, se escucha un poco el trajinar de los trabajadores, se ve llegar una caravana fúnebre, se escucha un piano también fúnebre  y el proyector se calla. Dos hombres cargan las cenizas de Tetua Edmea (Janet Suzman) y le son dadas en responsabilidad al capellán del barco. Mientras éste va subiendo al barco, la toma lo sigue hacia arriba y se empiezan a ver los colores. Estamos a bordo.

El Gloria N. es el barco que llevará las cenizas de la famosa cantante Tetua Edmea para ser esparcidas en su tierra natal, la isla de Erimo. La acompañan varios colegas cantantes, músicos, estudiosos, admiradores, un duque y un periodista, Orlando, quien a menudo se dirigirá a nosotros o a la cámara, yo no sé, con esto Fellini quiere subirnos al barco, que nos sintamos ahí e incluso nos mareemos, porque a lo largo de la película se nota un leve bamboleo de las tomas.

El barco se pone en marcha y los personajes también. Cada uno con sus aprehensiones y vicios. Los cantantes olvidados de que son un mero instrumento y creyéndose que su imagen, su personalidad, es la que vale, terminan por ello dando una muestra gratis de su arte a los obreros del barco. Pero aún así las cosas pasan tranquilas y el viaje es disfrutable. La más fina burguesía.

Esta tranquilidad se ve interrumpida por un grupo de náufragos, y fugitivos a la vez, de origen serbio, que son rescatados por el capitán del barco (Antonio Vezza). Los tripulantes se ven incómodos al principio, pero terminan bailando mango por hombro con estos alegres nuevos tripulantes.

EL viaje ya casi termina, un acorazado húngaro exige la entrega de los fugitivos, pero es tolerante y deja que primero el barco cumpla su misión. En una solemne ceremonia se dejan ir al viento las cenizas, mientras, de un fonógrafo, se escucha lo que aparentemente es la voz de Tetua Edmea, cantando, “Oh patria mía” de Giuseppe Verdi. Vuelven y en una barca envían a los fugitivos hacia el acorazado. Un fugitivo lanza una bomba contra su enemigo y éste dispara contra el Gloria N.

El barco no se llaga a hundir porque Fellini nos saca de escena.

Asistimos en esta película a un Fellini ya oscuro, en la etapa madura y final de su carrera. Nótese Nino Rota, su músico fiel y de cajón, ya no está para dar esos aires cómicos a las escenas. Usa en esta película actores que han hecho o tienen algún referente en la escena teatral. Tiene bajo presupuesto para su realización.

El mundo ya no es lo mismo, ya por ahí andan Woody Allen y David Lynch. Pero a pesar de esta oscuridad, no deja lo cómico y lo grotesco, no deja la irreverencia. Sigue haciendo lo que quiere y que el mundo siga preguntándose por qué tal o cual cosa en esta o aquella película, queriendo plagarlo de símbolos, más de los que él mismo quisiera.

No es ésta pues una película para un primer acercamiento a Fellini, para eso están 8 ½, La Dolce vita y Amarcord. Más bien para apreciarlo ya como el gran director y su trayectoria.

¡Ah! por cierto, en el Gloria N. había un tripulante más, un rinoceronte que sufre el viaje, pero que, cuando el barco va a hundirse, termina yéndose en una barca con Orlando.