martes. 23.04.2024
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Corazón de Pan: La construcción íntima de un sueño

María Luisa Vargas San José

Corazón de Pan: La construcción íntima de un sueño

Gabriela hace un pan adorable. Un milagro crujiente, calientito, oloroso. Suave de miga, con su pellizquito de sal. Amasa y hornea su pasión, que por fortuna para nosotros, es aquello que nos alimenta a todos y que nos deja irremediablemente felices.

Pan para disfrutarlo en el momento o para llevarnos a casa y combinarlo con mil cosas, tostarlo con mantequilla y mermelada, convertirlo en bocadillo o en budín; pan para comérnoslo con los amigos, con los nuestros, con los amados. Pan hermoso que, apenas saliendo del horno, llena el espacio públicamente íntimo que se ha logrado en esta novedosa e interesante panadería de degustación.

El espacio, decía Kant, no es una cosa afuera, independiente de nosotros, el espacio es la forma de lo conocido… son nuestras necesidades, pretensiones y hábitos los que caracterizan los espacios que creamos para habitarlos. Disponer de ellos de cierta manera implica una forma específica de concebir el tiempo que vamos a vivir ahí. Y así, en el momento en el que nos preguntamos ¿qué queremos que pase aquí?, empezamos a planear la vida, los medios y los modos para que esto ocurra. Hace diez años enteros que Corazón de Pan existe, en la cabeza, en los sueños y en las ganas de Gabriela y de Arturo.

Planear es vivir por adelantado, implica tener en la mente un proyecto que acabará por materializarse algún día. Soñar en ese proyecto, recorrer mentalmente sus entrañas antes de que exista, saborear su calidez, imaginar los espacios con amor, construirlos en la mente, cambiarlos una y mil veces… visualizar nuestra vida en su interior. ¿Cómo nos acogerá? ¿Qué historias se desarrollarán aquí? Ensueño y esperanza, apuesta por el futuro… y luego, bajarlo a la realidad. Convertirlo en pesos y centavos, ahorrar durante años, investigar el mercado, diseñar las estrategias necesarias para que este deseo nazca, respire y viva lo más protegido posible.

Y finalmente, el pan. En el centro de todo, el verdadero corazón del proyecto es el placer de construir con las propias manos un alimento milagrosamente vivo y ancestral, y crear, a partir de él, un lugar de consuelo y cobijo durante los días lluviosos -como el de su inauguración- alegre y llano para cuando el sol brille.

Corazón de pan es un espacio público que termina siendo íntimo, el manejo de la luz natural y artificial, la calidez de la madera en contraste con el negro invita a pasar aquí mucho más tiempo del que tardemos en terminar nuestra taza de café.

Corazón de Pan es familiar en el sentido de lo conocido, lo propio, lo que de alguna manera especial sentimos que nos pertenece.

 Punto de encuentro para amigos y familia en el desayuno; café vigoroso para los madrugadores que salieron a correr al parque, y abrigo para las confidencias de la tarde. Un pastelito amigable, un pan dulce para la cena y las hogazas en la mesa del mediodía; sandwichitos o galletas, mermeladas, té, infusiones y café en todas sus mil personalidades. Un espacio para dejarse mimar, reponer fuerzas, para parar un momento y oírnos a nosotros mismos sin que nos apriete el tiempo.

Un espacio para respirar dulcemente los olores despaciosos que se escapan de la cocina y compartir la felicidad sencilla de quien tiene un suave corazón de pan.