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GUÍA DE LECTURA

Galeano y Grass

Jaime Panqueva

Galeano y Grass

No soy dado a escribir trenos, pero esta semana la Pelona se volvió a dar una vuelta por la letra G (el año pasado se llevó a García Márquez) y como una broma macabra, justo el mismo día se llevó a Grass y a Galeano, dos hombres de letras que a pesar de sus diferentes coordenadas geográficas e idiomas maternos, militaban en el mismo bando; aquél que festeja la vida, se solidariza con los oprimidos y no tiene pelos en la lengua cuando se trataba de denunciar injusticias. Ambos polémicos, a Galeano le dedicaron por sus Venas abiertas el Manual de perfecto idiota latinoamericano (dedicatoria también firmada por Vargas Llosa...); a Grass por su poema Lo que debe decirse lo declararon persona non grata y le prohibieron la entrada a Israel. Uno y otro se yerguen como voces de la conciencia de sus pueblos. Grass hizo lo propio con el horror de la segunda guerra mundial, con su Tambor de hojalata, y el recuento del siglo veinte alemán en Mi siglo. Obsesionado por la capacidad de la humanidad para destruirse a sí misma, retomará al pueril Oskar Matzerath en su natal Danzig para proclamar el nuevo imperio de las ratas en La ratesa, mi recomendación para aquellos que ya leyeron El tambor.

Mientras al alemán se le reprochó haber formado parte de la SS (¡¡a los 17 años y en el final de la guerra!!), más que todo por haberlo revelado hace apenas algunos años y ya con el Nobel en el aparador de la sala, a Eduardo Galeano pocos pueden reclamarle incongruencia con sus convicciones, aunque sí recriminarle el cariz político de la mayor parte de su producción, muchas veces en detrimento de la estética. Sin embargo, con su capacidad para escribir de forma sencilla y directa, muchos de sus trabajos permanecen indelebles en el gran público. Por mi parte, y también por una afición en común, recomendaría alejar a Galeano de las revoluciones y luchas sociales, para sentarse a leer su Fútbol a sol y sombra, un texto encantador por su calidez y naturalidad, que nos habla de tú (o de vos, por ser uruguayo...) y carece los malabarismos intelectualoides de Villoro en Dios es redondo.

Libros para llevar al velorio de dos voces que cantaron en dos escenarios diferentes, con un registro similar, cada quién consciente de que, en palabras de Galeano, la historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será.

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