martes. 16.04.2024
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Hombres Fuera del Tiempo [III]

Héctor Gómez Vargas

Hombres Fuera del Tiempo [III]

3. Hombres fuera del tiempo (O de tiempos de crecer como un fan)

Tribalismo, nomadismo, en particular, debilitan nuestras certezas de pensamiento
y nuestras maneras de ser.

Michel Maffesoli, El instante eterno

En todo fan hay algo de la infancia. De hecho, ser un fan es avanzar siempre en círculos, no hay otra manera, y la pauta para ello es la manera como se llega a ser un fan y esto, a su vez, tiene que ver con algo más amplio y más personal simultáneamente: la manera como se pasó de la infancia a la adolescencia. Crecer.

Por un lado, es lo que menciona Diedrich Diederichsen sobre el proceso de socialización para avanzar hacia la maduración, “la felicidad infantil de la simple partida, de eso que en El Anti-Edipo, de Deleuze y Guattari es señalado como el movimiento del esquizo: pirarse, pirarse, pirarse”. Por otro lado, es aquella visión de Michel Maffesoli del hecho de crecer-con, es decir, “existir, con todo su cortejo de experiencias, lo que entra en el orden de la dinámica a partir de un modelo que sí es estable”. Maffesoli lo llama un “enraizamiento dinámico, es decir, el hecho de crecer desde las raíces, una mística “en unión con el cuerpo”, que no solamente habla de un tiempo exterior, histórico y lineal, sino de un tiempo interno que deviene de modelos temporales ancestrales como el de los mitos, leyendas y los arquetipos. En las sociedades concretas, dice Maffesoli, se “vuelven concretas para los grupos de fans que coinciden que comulgan con sus héroes musicales, deportivos y religiosos” y que les permiten una “realización tribal”.

La historia de los fans en el mundo contemporáneo es parte del proceso de construcción de un sujeto moderno, es decir, en quien hay una identidad personal móvil porque se va construyendo en el tiempo y a partir del proceso nutrirse de materiales simbólicos mediáticos con miras a ampliar las opciones para la formación del yo individual, su relación con los demás y con el mundo en general. En este punto, y de acuerdo con varios autores que estudian la cultura de los fans (como Henry Jenkins o Matt Hills) la decisión de ser un fan no implica rechazar su realidad cotidiana y su vida personal, sino organizarlas alrededor de los materiales simbólicos que provienen de determinados fandoms (tierras de fans) y desde ahí nutrir sus subjetividad y moverse en el mundo ordinario. Es cuando se comienza a avanzar en círculos, haciendo loops en el crecer.

Cuando Rob, el protagonista principal de la novela de Nick Hornby Alta fidelidad, decide después de un día complicado que al llegar a su casa va a escuchar algo de los Beatles, y aunque no se decide qué en concreto al esbozar varias opciones, expresa: “Son sensaciones que me pertenecen por entero, que no son mías y de Laura, ni mías y de Charlie, ni mías y de Alison Ashworth. Aunque me hagan sentir algo, no será nada malo”. Con ello, se manifiesta en Rob un proceso personal y biográfico que tanto manifiesta ese proceso de “pirarse, pirarse, pirarse”, como de un “enraizamiento dinámico” por el cual le permite tener una “realización tribal”, en este caso, y para esa situación, mediante la música de los Beatles. Pero cuando más adelante decide ordenar su colección de discos, emerge otra cosa más. Rob dice:

Esta noche, en cambio, me apetece algo muy distinto, así que voy a intentar recordar el orden en que los he ido comprando: de esa forma espero escribir mi propia autobiografía, pero sin tener que molestarme en coger la pluma. Saco los discos de los estantes, los coloco en montones por el suelo del cuarto de estar, busco Revolver y empiezo por ahí; cuando he terminado, me siento de puta madre, ya que a fin de cuentas ése soy yo.

En su texto “Voy a desembalar mi biblioteca”, Walter Benjamín señala un punto básico para quien es coleccionista: adquirir un libro antiguo “equivale a hacerlo renacer”. El coleccionista es aquel que se mueve en círculos, que remite un tanto al mito del eterno retorno, y que es parte de un proceso de continua renovación; en ello hay algo de infantil porque los niños “siempre disponen de la renovación de la existencia como una práctica centuplicada, nunca entregada a la parálisis”. En el coleccionista no solamente está la pulsión de adquirir nuevos objetos, sino de mantener un orden en continua renovación. Como lo expresa Jean Baudrillard sobre la colección en su libro El sistema de los objetos, es “un sistema gracias al cual el sujeto trata de reconstruir un mundo, una totalidad privada, y es la organización que construye la totalidad de la colección lo que permite “una abstracción suficiente para que pueda ser recuperado por el sujeto en la abstracción vivida que es el objeto de la posesión”. Es por ello que Rob manifiesta después de reorganizar su colección:

Pero lo que de veras me gusta de la sensación de seguridad que me produce mi nuevo sistema clasificatorio; así me he convertido en algo más complejo de lo que soy en realidad. Tengo unos dos mil discos, y ahora hay que ser yo, o tener como mínimo el doctorado en Flemingología, para saber por dónde encontrar cualquiera de ellos. Si me apetece poner, es un decir, Blue, de Joni Mitchell, tengo que acordarme de que lo compré para regalárselo a una persona en el otoño de 1983, y que me lo pensé mejor y que decidí quedármelo, por razones en las que ahora no me apetece entrar.

Rob es un personaje de una novela. En términos simples, es parte de una ficción. Pero quienes en su proceso de crecer tuvieron “enraizamiento dinámico” a través de la música rock y han llegado a cierta edad donde se supone que ya se debió haber madurado de una o de otra manera, no dejan de reconocer en la historia del personaje literario algo de su propia vida. La trama de la novela de Alta fidelidad se detona porque Laura abandona a Rob y en gran parte se debe a que Rob quiere seguir viviendo como cuando era joven, sin la más mínima tendencia a madurar. Rob es un hombre fuera del tiempo, del tiempo social y cultural que le pide que atienda a un proceso de socialización y se torne en un hombre responsable. Ese es el otro punto donde los hombre de más de treinta años pueden reconocer que la novela de Nick Hornby es una ficción informada del mundo personal de muchos hombres que han crecido como hombres fuera del tiempo, a la manera de los fans, sean o no sean fans, porque, al final de cuentas, la cultura mediática ha sido una presencia envolvente que acompaña lo cotidiano y lo biográfico de muchas, muchas personas.

Continuará.

 

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Héctor Gómez Vargas (León, Guanajuato, 1959) es autor de libros sobre cultura popular y subculturas, la radio, la música y los fans en el siglo XXI. Es doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Colima, investigador del SNI y académico en la Universidad Iberoamericana León.

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