sábado. 20.04.2024
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Rogue One, Disney erosionando al sagrado Star Wars

Víctor Hugo Mondelo

Rogue One, Disney erosionando al sagrado Star Wars

Se empieza a notar el hambre del monstruo multicéfalo de Disney sobre su gran activo, la saga de Star Wars. A diferencia del universo Marvel que ha sabido posicionarse dentro del imperio de Mickey Mouse, la franquicia galáctica parece sufrir ya las consecuencias de la presión de los altos niveles de Walt Disney para sacarle jugo al hijo prodigio de George Lucas: la marca Star Wars les costó un total de siete mil millones de dólares.

Rogue One llega con todo el bombo y platillo mediático, y algunos indolentes (por no decir pendejos) han llegado a opinar que supera al polémico trabajo de JJ Abrams con su Despertar de la Fuerza, el Episodio VII, de hace un año.

La película que vi en 3D (nada recomendable) y en inglés, empezó como siempre, tocando ese filón sentimental y nostálgico de la niñez de todo chavorruco que mamó, se ilusionó y disfrutó al máximo de la saga original. No siento desilusión como fan, pues en varios momentos de la película hay elementos que cumplen con el enigmático universo de la Fuerza.

Pero, como diría Jack el Destripador, vámonos por partes:

  • En primer término, la historia es muy clara, cómo un escuadrón de rebeldes se roba los planos de la Estrella de la Muerte, para que en el Episodio IV, el valiente Luke Skywalker, Han Solo y la Princesa Leia destruyan la gran arma del Emperador, custodiada celosamente por su aprendiz Darth Vader y el General Tarkin. Por desgracia, la progresión dramática y el desarrollo de los personajes en el guion valieron madre, y pasaron a segundo foco debido al entreguismo en los efectos especiales a lo cabrón.
  • En segundo lugar, la dirección de Gareth Edwards (Monters 2010 y Godzilla 2014) es por demás desequilibrada entre los impresionantes planos de batalla y los personajes grises sin carisma que envuelven el film, y que me parecen los peor desarrollados y menos entrañables de cualquier película que haya visto antes de La Guerra de las Galaxias.

Desde la primera crítica o reseña que he visto por las redes, a nivel mundial, le han tupido muy fuerte al personaje de Diego Luna (Cap. Cassian Andor) el cual según muchos lo señalan que no dio el ancho. Me atrevo a decir que en general, se descuidó el origen de cada personaje, fuera un poco de la rebelde Jyn Erso (Felicity Jones) que me parece, a pesar de su esfuerzo, sumamente fría, plana y unidimensional. O personaje muy débil fue el de Saw Guerrera (Forest Whitaker), extraño y completamente desaprovechado.

Algo que me impactó como amante de la sagafue el poco eco que tiene cada muerte de los sombríos personajes de Rogue One. Para muestra, un botón: hay que recordar muertes como las de Obi Wan Kenobi o Han Solo, que realmente llegaban a shockearnos, y acá en Rogue One pasan como pollos pelados a la rueda del asado de la intrascendencia.

A pesar de los altibajos del Episodio VII (The Force Awakens), JJ Abrams logra presentars con gran empatía a los nuevos personajes, con objetivos muy claros y llamativos, cobijados genialmente por los clásicos personajes de Han Solo, Chewbacca y Leia. Acá tenemos un desfile de renegados taciturnos  sin ton ni son, sin gran química ni relación sólida.

Diego Luna se ve pasmado, tenso, rebasado, sin personalidad. Se le nota un tanto su problema de fluidez con el inglés, su falta de acondicionamiento físico y artístico para desarrollar un personaje así. Se ve endeble e inverosímil como capitán de la Alianza Rebelde, y muy chico a lado de personajes que deberían ser su punto de partida, como Han Solo. Y por piedad, no es una cosa antinacionalista; simplemente no fue bien dirigido, como gran parte del casting.

Al final, las apariciones de personajes clásicos como el General Tarkin, Darth Vader, Cap.  Antilles y los pilotos clásicos de los X Wings y el Gold Leader con su escuadrón de bombarderos, aparte de los cameos de C3PO y R2D2, cumplen con agradar el hambre mediática de la legión de fanáticos, que como cosplays han invadido las salas a nivel mundial. Por otro lado, es penosa la pequeña intervención de la Princesa Leia, raramente animada en CGI. El gran personaje de la película es el background imperial. Nuevos tipos de stormtroopers, naves, planetas ocupados por la sombra imperial y su imponente industria, resultan atractivos como gran parte del universo de Lucasfilm.

No puedo negar un halo de desilusión, que ya me esperaba; la erosión que Disney empieza a ejercer sobre la saga. Ni para qué hacer drama, hay que recordar las enormes pendejadas que hizo George Lucas en El Regreso del Jedi con los pinches Ewoks mamoncitos. Qué me dicen del infumable Jar Jar Binks de la precuela. O la peor historia de amor que se recuerde en el cine, sí, la de la Princesa Amidala o Padme con el terco, obstinado y tarado de Anakin.

Rogue One cumple con el fin de ser una película palomera, entretenida y aburrida para niños, como lo pude constatar, aunque sé que en un año (tengo fe), el Episodio VIII vendrá a cerrar y cicatrizar estas heridas que ha abierto este proverbial churro a mi corazón de noble Jedi.

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